Hoy es un día triste. Se cumplen dos años de tu partida, querido tío Pepe. José Pérez Parra fue tu nombre de pila, pero para mi siempre fuiste el tío Pepe.
A veces me sigue sobrecogiendo la idea de saber que nunca más escucharé tu risa, que no vendrás a contarme algún chiste malo pero que, en tu boca, se convertía en festival del humor, a veces, demasiadas veces, sigo pensando que sigues en tu casa y que, cualquier día de estos, te presentarás por aquí a visitarnos.
Pero nunca ocurrirá.
El tío Pepe, era el tío de todos.
Mis amigos, nada más conocerle, se convertían en sus sobrinos, su corazón bondadoso te abrazaba con una sonrisa. Fue el primero de mi familia que conoció a Mitita, y eso no fue casual. Yo sabía muy bien lo que hacía.
Está escrito, en el famoso Guyton y Hall de Fisiología Médica, que en un minuto la sangre recorre todo tu cuerpo. Así era él. En un minuto su corazón bombeaba amor suficiente como para inundar tu alma por entero. Un ser humano excepcional que vivió como quiso, apurando hasta el último momento, este regalo único que es la vida.

Carcinoma urotelial de alto grado (anaplásico).
Ese fue el aséptico nombre de tu verdugo, querido tío.
¿Sabes? En aquel momento lamenté no ser médico, lamenté no tener una solución que ofrecerte, lamenté no saber realmente lo que te estaba ocurriendo…
Querido tío Pepe, ahora ando estudiando para presentarme a un examen que podría abrirme las puertas de la facultad de Medicina. Y no imaginas cómo me gustaría hacértelo saber, no puedes imaginar lo que daría por llamarte un día y decirte: «Tío, que voy a ser médico» y escucharte decirme aquello que con tanta gracia me espetabas: «De ti no me extraña ná. ¡Eres el listo de la familia!».
Hoy es un día triste, dos años sin ti, y te echo de menos.