Hace nada faltaban seis meses y ya estamos en este punto. La cuenta atrás entra mañana en una fase interesante; la de los dos dígitos.
Aproximadamente en veintitantos días tendré que hacer la pre-inscripción en la Complutense. Un mes más tarde, poco más o menos, me llegará la carta de admisión (salvo catástrofe y aún así me quedaría la baza de la Autónoma) y a partir de ese momento, matrícula. En ese instante la espera se volverá mucho más intensa.
Estudiando antes de ser estudiante.
¿Qué estoy haciendo en estas fechas? Pues además de ir a una oficina y sentirme un inútil, leer todo lo que puedo del libro Fisiología médica (Guyton & Hall), echar un vistazo a los libros de Anatomía y, de vez en cuando, dedicar un rato a La célula (Cooper). De postre repasar mis guiones. O sea, sentir que me faltan horas para dedicarle más. Me falta tiempo.
Hace unos días leía el blog de un opositor al MIR que decía que, a la hora de la verdad, no había diferencia alguna entre el que estudia antes de empezar el curso y el que no.
Al principio me quedé pensativo. Ese tipo ya ha terminado la carrera, ¡debe saber de lo que habla! Y es que ya lo dijo don Quijote, «Sabe más el tonto en su casa, que el sabio en la ajena».
Pero después cai en la cuenta de que el muchacho había pasado por alto algo que, para mi, marca la diferencia: mi entusiasmo.
El entusiasmo.
A mi juicio es uno de los más poderosos motores que mueven el mundo. El amor es el principal, ¡y está muy relacionado con el entusiasmo!
Decía Walter P. Chrysler, el inventor de los célebres coches, que el verdadero secreto del éxito es el entusiasmo. Y Walter sabía mucho de éxito. Es más, la fundadora de la casa de cosméticos Mary Kay (son una especie de Avon en USA, pero a lo bestia), escribió una vez lo siguiente:
Sí, creo firmemente en el entusiasmo. En mi vida he levantado varios proyectos cinematográficos, que muchos veían imposible, gracias al entusiasmo. Y es que el entusiasmo es contagioso, ¡pero ojo! La falta de él, también lo es…

Por otra parte miro hacia atrás y reconozco que mi vida ha dado un giro de 180 grados desde Octubre a hoy.
El cine sigue estando ahí, y supongo que siempre estará. No en vano ando con varios proyectos. Pero la Medicina me tiene atrapado. En realidad desde niño me gustó, pero es ahora que lo veo como algo tangible, cuando la siento de verdad.
Los años te dan y te quitan.
Supongo que es así. La edad te quita cosas pero también te las da.
Entre las que te da, está la experiencia, el saber esperar, el control de ti mismo, el saber callar a tiempo.
Y sí, claro que te quita cosas; los miedos.
No tengo miedo, no siento inquietud por lo que vendrá.
No albergo dudas sobre si me gustará o no la carrera.
No temo no integrarme con mis compañeros, mucho más jóvenes que yo, llevo años trabajando con amigos como Victor Octavio y Álvaro Palomo, que andan por esas edades.
Ni siquiera me arrepiento de empezar en este punto de mi vida y no en otro. Alguien me dijo, no hace mucho, que estoy viviendo tres vidas en una vida. Y es verdad.
Un verano pre-medicina.
Con 38 grados centígrados en Madrid no creo equivocarme al decir que, el verano ya está aquí. En un mes comenzará el horario intensivo en mi empresa y podré dedicar las tardes a seguir mis lecturas y a completar el guión de una comedia que me traigo entre manos. Este año las vacaciones no serán como otros años. ¡Es posible que ni me queje por ir a la playa si me puedo llevar un libro!
Procuraré hacer deporte, el verano pasado fue devastador para mi peso. Tanto que nada más arrancar septiembre decidí perder unos kilos y lo hice: veinte kilos de los que he recuperado nueve. Pero prometo volver a perderlos. Será un verano distinto.
Así de relativo es el tiempo.
Me levanto tan temprano que temo encontrarme alguna madrugada con el tipo que pone las calles. Y luego, al llegar al hogar, el cansancio puede más que mis ansias de libro.
Pero, aunque agotado, lo cierto es que soy feliz. Después de todo, estos meses que estoy viviendo no dejan de ser parte del camino a recorrer. Además sé que siempre encontraré un momento para seguir soñando. Escribió una vez mi admirado Benedetti que, cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo.
Tienes razón, Mario. Así de relativo es el tiempo.