Me consta que esta es una de las preguntas que más morbo e interés generan. La bioquímica o la física médica, por alguna razón, no suscitan demasiadas cuestiones pero la disección de los muertos…
Pues bien, en mi universidad todo está centralizado a través del Centro de Donación de Cuerpos y Salas de Disección (CDC y SD).
El Centro de Donación de Cuerpos y Salas de Disección (CDC y SD)
El primer día nos explicaron el procedimiento y, la verdad, es un ejemplo de transparencia y respeto que merece un aplauso. La cosa va como sigue:
Lo primero es que alguien tiene que querer donar su cuerpo; es decir, nada de leyendas urbanas sobre cuerpos de vagabundos y cadáveres que nadie reclama. Esas historias son fruto de siglos pasados y más basadas en la literatura y el cine que en la realidad. De hecho, hay una excelente novelita titulada «El ladrón de cadáveres» del escocés Robert Louis Stevenson, sí el de la Isla del Tesoro que, si te gusta el asunto, te va a encantar. Bueno, también se hizo una película a mediados de los 40 del siglo pasado con el grandísimo Boris Karloff que tiene su aquel…

Pero en fin, a lo que íbamos. Que para donar tu cuerpo tienes que dar tu consentimiento por escrito.
El segundo paso es ir allí, al Centro de Donación de Cuerpos para que te muestren las instalaciones y lugares en los que, cuando te llegue la hora, dormirás el sueño de los justos. Vamos, en otras palabras, que no se engaña a nadie.
¿Y cómo es el proceso de donación de un cuerpo?
La primera condición es estar muerto, parece razonable, ¿verdad?. Una vez que ocurre y dado que tendrás un carné de donante, tu familia debe llamar al CDC para comunicar el óbito. Desgraciadamente hay familias que no respetan el deseo del difunto y no llaman. Algo que puede ser comprensible, la verdad. Hasta la fecha no se ha dado el caso de que sea el propio interesado el que llame. Fuera de bromas, decía que puede ser comprensible porque, una vez que llamas, la funeraria se presenta en el sitio en el que esté el fallecido, se lo llevan y se acabó. Ni velatorio, ni despedidas, ni misas, ni zarandaja alguna. Se llevan al donante y, para la familia, es como si ya lo hubieran enterrado. No hay ningún contacto posterior. Nada.
El embalsamamiento.
Una vez que el cuerpo llega al CDC, los técnicos lo tratan para su conservación. Es decir, se le introduce por la arteria femoral un tubo por el que, durante unos 35 minutos, se bombea un líquido compuesto, en su mayor parte, por agua, etanol y formol. Este último en una cantidad mucho menor de las que se usaban en tiempos pasados.

Una vez hecho esto, se deja reposar durante unos seis meses el cuerpo. Pasado ese tiempo, el cadáver estará listo para ser estudiado por los alumnos.
¿Puede donar cualquiera su cuerpo?
No, hay unas normas. Por ejemplo, menores no. Ni muertos en accidente de tráfico o involucrados en algún proceso judicial (vamos, que no valen si se les ha realizado una autopsia, algo lógico). Tampoco si están demasiado gordos, demasiado delgados (hablamos ya de una delgadez patológica) o han fallecido por alguna enfermedad infecciosa.
Según nos contó uno de los profes, el cadáver más joven que ha llegado en las últimas décadas fue un muchacho de 27 años. El resto son mayores, muy mayores. ¡De hecho el mío, al que apodo cariñosamente Paco, falleció con 96 años! Y por ahí rondan todos los demás.
¿Qué le hacen a los muertos los estudiantes de Medicina?
Lo primero tratarlos con el respeto debido. Son personas que han tenido la valentía de regalar su cuerpo para que otros podamos aprender. Un acto absolutamente altruista dado que no se paga nada por la donación. Así pues, el respeto y la admiración, van implícitos en el trato al cuerpo.
Naturalmente está absolutamente prohibido tomar fotografías. Algo que acarrea un expediente disciplinario y la expulsión. Me parece lo justo. De hecho, en Youtube hay vídeos y fotos terribles de algunas universidades extranjeras en las que se ve a estudiantes posando sonrientes con cuerpos en actitudes grotescas. Algo lamentable. Aquí eso no ocurre ni va a ocurrir jamás.
La disección.
Los profesores establecen la práctica a realizar con el cuerpo. En principio nos enseñan a disecar partes superficiales, la piel y las fascias superficiales concretamente. Y es alucinante todo lo que tenemos debajo de la sencilla piel. Venas y nervios superficiales afloran mostrando la maravilla del cuerpo humano. Ayer pudimos ver, por primera vez, una arteria; la arteria radial, y apreciar la diferencia con una vena. Me encantó pero aún más me llamó la atención el nervio mediano. Creo que la mejor descripción posible es esta: parece un tallarín cocido. Y es que coincide en forma y grosor con eso, con un tallarín cocido. En textura ya no… 🙂 El nervio me pareció elástico y fuerte.
Antes de las prácticas había leído por ahí que los cuerpos olían, que esto y que lo otro. No. El único olor es el del formol, y es bastante leve. En un par de minutos te has acostumbrado.
Cuando el cuerpo ha dado todo lo que podía dar, se incinera allí mismo y ese es el punto y final.
¿Qué sensación te da el hecho de estar entre muertos?
En contra de lo que pudiera pensarse, no tengo una sensación mala. Ni miedo ni repulsión. Hay compañeros que les tapan la cara a sus cadáveres, pero a mí me gusta mirar a Paco. Imaginar cómo fue su vida. En ocasiones le miro y pienso que fue un gran hombre, un valiente que vivió la Guerra Civil Española y en cuya vida, como en todas, hubo amor, desamor, alegrías y pesares. Ahora sé que Paco descansa, y bajo mi prisma de creyente, estoy seguro de que está en el Cielo riéndose al ver nuestras caras de asombro a medida que vamos disecando y descubriendo las maravillas de su cuerpo. ¡Incluso me lo imagino mirando con interés! Yo, lo haría.
Las horas semanales que paso con Paco son horas intensas. Me enseña tanto… Y a cambio lo único que puedo ofrecerle es mi más sincero agradecimiento, mi oración y un pequeño anhelo; cuando mi vida toque a su fin, sería genial conocerle, darle un abrazo y decirle: «Tu nervio mediano parecía un tallarín cocido». Y reírnos de semejante ocurrencia.
Que así sea.