Querido y recordado tío Pepe, escribo en estos momentos con una horrible sensación de opresión en la garganta. Sé que ya no lo leerás, que nunca lo leerás pero eso carece de importancia porque siempre lo supiste, lo has sabido y lo sabrás. Te quiero, tío Pepe.
Tres años sin un hombre bueno.
Hoy, de nuevo, es un día triste. Se cumplen tres años de tu partida. Tres años de aquella noche aciaga, tres años hace que te despediste de todos los que te amamos de acuerdo a cómo tú eras: con humor. «¡Ya estamos todos!«, exclamaste al ver entrar a mi prima Miriam en aquella habitación que se convirtió en tu lecho de muerte. Te quedaban horas de vida, un hálito de existencia, y seguiste siendo tú. Incluso compraste lotería de una Navidad que ya no verías. Siempre te gustó mucho la lotería, tal vez porque tú eras el mayor premio que podía tocarnos en la vida a todos los que tuvimos la fortuna de conocerte.

Nadie te ha olvidado.
¿Sabes? Aún recuerdo todos tus consejos de vida. Tus picardías desenfadadas, tus carcajadas limpias y contagiosas, tu voz profunda y potente. No, no te he olvidado, y te voy a decir más: nadie lo ha hecho. Cada vez que me cruzo con alguien que te conoció en vida me lo dice: me acuerdo mucho de Pepe. ¿Qué hay que hacer para que todo el mundo te quiera, tío Pepe?

Voy a ser médico, tío Pepe.
El año pasado te lo escribía, entonces era un anhelo, hoy es una realidad en la que me estoy aplicando con todo mi ser. Lo voy a lograr. Puedes jurar que lo haré. Yo sé que me ayudas, sé que estás ahí porque te percibo, tú ya sabes…
Querido tío Pepe, te quiero contar que siempre buscaré en cada paciente tu mirada, y pondré todo mi ser en ayudarles como habría hecho contigo. De eso se trata, ¿verdad? De darse al cien por cien. Así lo hacías tú, así lo transmitías tú, así eras tú, querido tío.
Viva la libertad.
De tomarse la vida así, tal como viene. Antes de que lo cantase Masini, ya lo llevabas tú a gala. Tu existencia ha sido un canto a la libertad. Tus fronteras eran las que tú te imponías, sin hacer daño, con la alegría del que sabe apurar cada minuto.
Un día te veré.
Yo sé que tú no eras muy de misas. Pero también sé que, a tu modo, tenías fe en el Señor. Y en esa fe te dormiste hace tres años. Una foto de tu nieto y un rosario que compramos en Israel y que colgaba del retrovisor del coche de Gemita, fue todo lo que te llevaste de este mundo terrenal a esa otra vida en la que, a buen seguro, habrás hecho reír a más de uno y de dos. Porque tú eras así, no podías parar quieto. El hombre al que nada daba pereza. Andarás de un lado a otro con tu sonrisa socarrona y ese vozarrón de recio manchego. Pero una cosa te voy a pedir, cuando llegue mi hora, deja lo que andes haciendo y ven a recibirme. ¡Que mi primera sonrisa en esa otra vida sea por verte y escucharte decir! ¡Trae un beso, capullo! Sí, querido tío Pepe, un día te veré. Tan solo estás durmiendo, yo lo sé…
Manel dice
Como siempre, muchos ánimos. La verdad es que tu tío parece haber sido una gran persona. Seguro que afrontó sus últimos instantes con serenidad y valentía; tal como dices, sin dejar de ser él mismo.
Mucha fuerza, amigo!
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