El fin de semana pasado fui con Gemita a ver el documental de Alejandro Sanz titulado «Sanz: Lo que fui es lo que soy». Si eres fan de Alejandro, te gustará. Incluso se te hará corto. No os voy a contar de qué va porque, como digo, si eres admirador ya habrás leído la sinopsis o incluso lo habrás ido a ver este fin de semana, y si no lo eres, te da exactamente igual.
Una afonía curada de milagro. O no.
En un momento del documental nos cuentan cómo, a principios de 1998, con trece conciertos seguidos contratados en el espectacular Auditorio Nacional de México, tras una noche de diversión y jaleo, Alejandro amaneció completamente afónico. Para acabar de arreglarlo, esa misma noche, uno de los directivos de Warner, Iñigo Zabala, había invitado a un crítico de El País (que no trataba especialmente bien al artista), para que viese el concierto. Total: afonía, nervios y un crítico feroz dispuesto a arrancarle la piel. ¿Qué podía salir mal?
Llega la hora del concierto y…
Alejandro, nervioso, sale al escenario y nada más decir la primera frase es obvio que no puede ni hablar. No digamos ya cantar. El muchacho se marcha al camerino al borde un ataque. Era su primer espectáculo importante en México. Su mánager, Rosa Lagarrigue, no se atreve a decirle que lo intente y se limita a pelearse con el organizador del evento, que quería demandarles. Iñigo, el tipo de Warner, sí le pide a Alejandro que lo intente, que suspender sería algo grave y demás.
Total. Que Alejandro se convence. Sale al escenario, pide perdón y comienza el concierto…

«Fue de menos a más, y acabó casi como Pavarotti».
Así de contundente se expresa una de los testigos de la epopeya. Salvando la exageración, lo cierto es que fue posible. A pesar de que en las primeras canciones fueron los fans los que prácticamente le suplían en las notas más agudas, conforme avanzaba el recital, Alejandro iba mejorando más y más hasta llegar al momento cumbre: ¿Y si fuera ella?. Un tema muy difícil de cantar estando en plenas condiciones e imposible con la voz tocada. De cantarla afónico mejor ni hablamos. Y sin embargo la ejecutó de maravilla.
Alejandro terminó el concierto a hombros de sus músicos, llorando emocionado y siendo reconocido por ese crítico como un tío con dos huevos y con un pundonor envidiable.
¿Pero es esto posible?
Lo es, de hecho, ocurrió. Pero no. No fue un milagro ni se consigue solo «echándole huevos». Obviamente se los echó porque Alejandro es un tío con un par de pelotas y artista ante todo. Pero nada de eso hace que el edema de las cuerdas vocales se solvente. Así pues, os voy a contar cómo se produce el «milagro» desde el punto de vista de la Medicina.
Afonía: un edema en las cuerdas vocales.
La afonía se produce por una agresión a las cuerdas vocales. En este caso una noche de canto, risas, juerga, tabaco y alguna que otra copilla de Tequila, terminaron por dañar las cuerdas vocales, ya algo irritadas por el concierto ofrecido horas antes, de Alejandro.

Esa agresión lo que hace es que se extravase parte del líquido que transporta la sangre a esa zona y se produzca un edema; que es eso precisamente: una acumulación de líquido que produce una inflamación. Claro, dependiendo de cómo haya sido la cosa, puede derivar en una mayor o menor afonía. Y esto ocurre porque esa inflamación impide que las cuerdas vibren, que es lo que produce el sonido.
Me imagino la situación y realmente debió ser terrible para el bueno de Alejandro.
Recuerdo que a mí, hace unos años, me sobrevino una afonía terrible. En mi caso no hubo alcohol ni tabaco, pero sí una noche de callejeo y frío, aderezado con un no parar de hablar. Me duró semanas la broma…
¿Y entonces, cómo lo hizo Alejandro Sanz?
Como os he comentado, él tomó la decisión. Y eso le honra y le sitúa como un verdadero artista dispuesto a no dejar a su público en la estacada. Pero en realidad, una vez que él tomó las riendas, fue un medicamento el que solventó el problema: Metilprednisolona. Una generosa inyección intramuscular (seguramente Urbason) y en cuestión de minutos, sí, sí, minutos, la mejoría es más que notable. Con el transcurso del tiempo (una hora aproximadamente), se llega al restablecimiento de la voz casi total. ¡Y con ello a cantar ¿Y si fuera ella?!
¿Qué es la cortisona?
Pues una hormona, en concreto un corticoide. Nosotros lo producimos de manera natural en las glándulas suprarrenales. La cortisona posee una cantidad enorme de funciones, una de ellas es disminuir la inflamación. Esto lo logra evitando que los neutrófilos (un tipo de leucocitos) se desplacen al área inflamada. Piensa que, cuando se inicia el proceso de inflamación, se produce una vasodilatación que provoca la salida de líquido de la sangre hacia los tejidos, generando un edema. Es ese edema el que, como te he contado antes, impide que las cuerdas vibren adecuadamente. Así pues, la cortisona evita esa salida de líquido con lo que se reduce la inflamación.
Y sin inflamación, lo que queda es que el edema se reabsorba y todo vuelva a su estado normal. Naturalmente la reabsorción no es inmediata, pero en el tiempo que dura el concierto da tiempo a que se produzca la suficiente como para encarar ¿Y si fuera ella? de un modo digno.
¡Es estupendo! Seguro que Alejandro la usa a menudo desde ese dia.
Seguramente no. Los efectos secundarios de los corticoesteroides no son precisamente livianos. Hay que pensar que, esa noche, en realidad, el artista solo enmascaró el problema para salir del paso. Las cuerdas de Alejandro Sanz seguían dañadas, solo que su organismo no era capaz de inflamar el área gracias al fármaco. Los efectos secundarios más comunes son aumento del apetito, irritabilidad, dificultad para dormir (insomnio), hinchazón de los tobillos y los pies (retención de líquidos), náuseas, ardor de estómago, y lo que es peor: si tomas demasiada, tus glándulas suprarrenales dejarán de fabricarla para equilibrar la que estás tomando tú… Y eso no es bueno.
En resumen, es una solución de urgencia llevada a cabo por múltiples artistas, no solo Alejandro, para salir de un atolladero importante.
Así las cosas, si alguna vez tenéis que cantar ante diez mil personas, por si acaso, tened a mano un buen chute de Metilprednisolona. El pundonor y todo lo demás, adorna sí, pero sin corticoides tendrás que cantar ¿Y si fuera ella? con lenguaje de signos.
Gemita dice
Mi experiencia con la cortisona fue otra, lo recordarás. Por una amigdalitis bastante severa me vi obligada a ingerir via oral durante varias semanas corticoides, y los efectos secundarios pronto se dejaron ver: hinchada como un globo e irreconocible me pasé unos cuantos meses en los que pensé que no volvería a mi ser.
Los efectos secundarios de esa inyección de emergencia de cortisona,aunque menos duraderos en el tiempo, son para tenerlos en cuenta. Me parece una decisión valiente la de Alejandro. ¡Un ole por él y otro gigante por ti, por contarnos anécdotas tan curiosas e interesantes!
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Óscar Parra dice
¡Claro que lo recuerdo! Pero estabas igualmente linda, ¡de hecho ni nos dimos cuenta hasta que pasó!
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Alberto dice
Hola.
Yo, por razones que no vienen ahora al caso, tuve un tratamiento con cortisona y exteriormente lo más que me hizo fue «engordarme» las facciones, de modo que a los ojos de mi entorno familiar tenía «mejor aspecto que nunca». Siempre tan flaquito y chupadito de cara…, pues durante ese tiempo daba gusto mirarme. Pero siempre entendí eso: que la cortisona, si no es por motivos muy concretos y controlada por tu médico, es peligrosa.
Por otra parte, soy cantante y (salvando las distancias como artista, claro está), sé muy bien lo que pudo sentir Alejandro porque a mi me ha pasado. Pero nunca se me ocurrió arreglarlo con el uso de cortisona porque, primero, desconocía que ésta tuviese esa facultad, y segundo, porque en los ambientes musicales en los que me movía siempre te hablaban de los típicos remedios caseros y tirabas de eso; pues ya sabes: clara de huevo, chupitos de manzanilla, leche caliente con miel…. y en casos extremos un buen lingotazo de aguardiente podía ser tu salvación. Yo que he sido «rata de academia» (tan obediente con las normas y tan tontito al perder naturalidad y diversión por culpa de ellas) recuerdo los sabios consejos de mi profesora de canto (Annick, una parisina, educada artísticamente en Londres y docente en León [por conocer a un maromo cazurro y casarse con él, un bohemio que pintaba ensoñadores óleos en Montmartre, todo muy romántico], ella tan sensible a la belleza y los consuelos que proporciona la música), nunca lo he olvidado, me decía: «a veces un buen vaso de agua helada hace milagros»; «o de aguardiente», le decía yo; «no, aguardiente nunca que arruinas tu carrera» me decía, «eso parece que ayuda pero a la larga te quema las cuerdas vocales, ¿no ves que es alcohol?»; «pero el agua helada te dejará peor, más afónico» replicaba yo; «no, no, eso es si abusas, pero un sólo vaso de agua helada minutos antes de una interviú, un recitativo o un concierto arrastra los pegajosos e indeseables grumos que obstruyen la garganta y permite una salida perfecta del sonido; lo hace la Caballé, ¿no has visto a Monteserrat en algunas entrevistas tomándose un vaso de agua fria?, si a ella le funciona ¿por qué no a ti !!…», y añadió: «sin embargo yo siempre he preferido seguir las recomendaciones de mis maestros, ellos siempre decían que tomar remedios sólo enmascaraban el problema; lo mejor contra la afonía es CALLAR; ya puedes tomar todos los remedios del mundo que como sigas hablando sin parar no te curas ni de casualidad; silencio total durante todo un día, y ya verás tú si al siguiente no cantas como los ángeles». Olvidaba ella los casos como el de Alejandro, en que no cuentas con 24 horas para callar y salir curado a un escenario.
No obstante yo he seguido toda mi carrera ese consejo y ciertamente es el que mejor funciona; en España gritamos mucho, sobre todo en bares y en la calle y en una conversación es fácil que te arrastren a elevar el tono sin darte cuenta. La víspera de una velada o de un concierto nada de salir de fiesta, nada de hablar sin parar, y oye, mano de santo, ni falta que me han hecho la manzanilla, ni los huevos, ni leches en vinagre.
Abrazo fuerte my friend.
Alber
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Óscar Parra dice
¡Interesantísimo tu testimonio Alber! Realmente es un remedio de urgencia, claro está. Desde luego leo tu trayectoria y me maravillo. ¡Ya lo sabes, a las malas, siempre te quedará la cortisona!
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Julia dice
Me encanta la historia. Yo soy cantante aficionada pero lo cierto es que entre los conciertos de mis coros (estoy en dos) y los conciertos de los que llaman participativos estoy siempre liada. Procuro cuidarme mucho la voz y nunca he tomado cortisona. Me va bien el genjibre y una infusión que se llama erisimo. Claro yo no canto sola. Si tengo algun problema con cantar bajito o no cantar en ese momento, lo soluciono.
Un saludo,
Julia
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Óscar Parra dice
¡Hola Julia, gracias por comentar tu experiencia! La verdad es que, como digo, debe dar mucho miedo encontrarte con tu primer concierto importante, 10.000 espectadores, la crítica feroz dispuesta a machacarte y sales y no eres capaz casi ni de dar las buenas noches por la afonía. ¡Pero en fin, benditos corticoides para esas ocasiones!
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