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DEL CINE AL HOSPITAL

Blog de un estudiante de Medicina. Un cineasta entre batas blancas.

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Perros y neurociencia: ¿mi perro me quiere? Homenaje a Tim.

20 octubre, 2018 escrito por Óscar Parra 5 comentarios

Se cumple una semana de la muerte de Tim por torsión gástrica. Un precioso setter irlandés rojo (de color, no es que el animalito fuese admirador de Pablo Iglesias), con quién tuve la suerte de compartir un tiempo de mi vida. Así pues, se me ha ocurrido que, como un pequeño homenaje a Tim, os voy a contar lo que la neurociencia sabe sobre estos animales.

Tim, corriendo como en busca de una galletita.
Tim corriendo en busca de una galletita.

¿Sienten celos?

La última investigación es de Septiembre de 2018, aquí la podéis encontrar. Vamos al grano. Lo que nos dicen los doctores Prato-Previde , Nicotra , Fusar Poli , Pelosi  y Valsecchi en ese ensayo es que sí. Si tienes o has tenido perro, habrás tenido la sensación de que tu amigo se medio enfada cada vez que te concentras en otra persona. Tu amiguito se pone mimoso, o te ladra hasta que recupera tu atención. Ya en un estudio de 2014 publicado en PLOS ONE se demostró que los perros tendían a mostrar comportamientos mucho más celosos (como interponerse entre su dueño y un objeto, empujar o tocar a su dueño) cuando sus amos mostraban afecto por un perro de peluche. Por el contrario, mostraron menos comportamientos celosos cuando los propietarios interactuaban con una linterna de plástico y un libro para niños. O sea, sí. Y ojo que este dato es importante porque para sentir celos tienes que ser consciente de tu posición en una relación.

¿Se sienten culpables?

Internet está lleno de vídeos de perros con expresión triste tras haber liado alguna. Peeeero… No, no sienten culpabilidad porque para ello tendrían que tener una referencia de sí mismos, del pasado y deberían saber que lo que han hecho está mal. Y créeme, cuando Tim destrozó una alfombra para dormir que le acababa de comprar, no pensaba en el dinero que me había gastado ni en que romperla era una mala idea (por cierto, nunca volvió a romper nada más).

Según el doctor Berns, un destacado neurocientífico en el campo de la cognición canina, la explicación simple para el comportamiento de culpabilidad de tu perro es que tu amigo ha aprendido que, para que no le grites lo mejor es bajar la cabeza. Ojo, otra cosa es pillarle in fraganti y reñirle, eso sí, porque asocia la acción al grito. Pero pasado un minuto, olvídate. Le gritas y él solo piensa: ¿qué le ocurrirá a este imbécil?

¿Se preocupa tu perro por ti?

Aquí sí tengo buenas noticias. Las investigaciones han demostrado que los perros pueden saber cuándo alguien desprecia a sus dueños y, a su vez, ellos actúan con frialdad hacia esas personas.  En el experimento, los perros observaron cómo sus dueños pedían ayuda a otras personas. En unos casos fueron ignorados y en otros recibieron ayuda. Y aquí viene lo hermoso: la gran mayoría de los perros cuyos dueños no recibieron ayuda ignoraron la comida que les ofreció la persona que había despreciado a su ser humano. Los doctores concluyeron que los perros son capaces de observar las interacciones entre los humanos. Pero no solo eso, nuestros amigos caninos también son expertos en sentir nuestras emociones. El doctor Ragen T.S. McGowan, científico senior de comportamiento en la fundación Nestlé Purina afirma que «Los perros son tan buenos para leer las emociones humanas que a menudo captarán los cambios sutiles en la entonación de la voz asociados con el estado afectivo y responderán en consecuencia. Por ejemplo, ofrecen su compañía y cariño cuando un propietario se siente deprimido o se emociona cuando su dueño está de buen humor«.

En realidad, esta manera de preocuparse por nosotros es muy parecida al tipo de cuidado que tu mejor amigo puede darte durante tus altibajos. De acuerdo con un estudio de 2015 publicado en Current Biology, los perros también pueden leer emociones en nuestras caras, percibiendo a través de nuestras expresiones si estamos felices, tristes o enfadados. Eso explica por qué tu perro puede ser más juguetón contigo cuando estás de buen humor o te pide que le abraces cuando estás triste; ellos perciben tu estado emocional y responden en consecuencia. Es más, el doctor Berns nos avisa de que ellos, dado que no pueden evadirse de sus emociones, experimentan la tristeza o la alegría de un modo mucho más intenso.

Haces Skype con tu perro. ¿Qué pensará? ¿Me reconoce?

Nunca lo hice pero sé que hay gente que sí. Pues bien, mientras ves a tu amigo en la pantalla y le saludas, tú puedes sentirte mejor y fortalecer tu vínculo, aunque seguro te preguntarás, ¿sabrá que soy yo? La respuesta corta es: tal vez. Si bien los perros son expertos en reconocer a las personas por sus olores, el olor en un vídeo chat… Pues eso…. Entonces tendríamos que confiar en el reconocimiento facial y de voz del perro para saber que eres tú. Un estudio reciente en PeerJ realizado por el equipo de Berns encontró que, como los primates, los perros tienen una parte específica del cerebro que procesa las caras, y se activa cuando los perros ven imágenes de personas. Sin embargo, aún no se ha comprobado si los perros pueden reconocer a sus dueños solo por la cara. En cualquier caso, hacer Skype con el animal tampoco es mala idea, especialmente porque al menos te hace sentir más cerca de tu amigo canino, incluso si él no sabe quién en ese personaje mimoso que gesticula ridículamente al otro lado de la pantalla.

¿Mi perro me quiere?

Uf, ¡esta es la madre de todas las preguntas! ¿Verdad? Para aquellos que comparten vínculos especiales con sus perros, esto puede parecer una obviedad; por supuesto que los perros nos aman. Pero otros tenemos dudas sobre ese vínculo. Yo siempre he pensado que sus afectos tienen más que ver con el hecho de que les proporcionamos comida y refugio que con el amor real.

El doctor Berns sugiere que la cuestión de si los perros realmente aman a sus humanos depende del perro y de la persona. Al igual que algunas relaciones humanas son de naturaleza transaccional, por ejemplo, puedes amar a alguien porque te hace sentir de cierta manera, parte del afecto de los perros por los humanos se deriva del hecho de que los alimentamos y cuidamos de ellos. En algunos casos, sin embargo, Berns asegura que va «más allá de eso» para los perros. «He visto muchos perros a los que les gusta estar cerca de su  amo», dice el científico. “Anhelan la atención, anhelan el contacto y elegirán eso sobre la comida. ¿Eso es amor? Yo lo llamaría así, sí. Lo llamamos así en los seres humanos ”. También es posible que algunas razas de perros tengan más probabilidades que otras de desarrollar ese fuerte vínculo con sus humanos. Los investigadores, incluido Berns, están explorando esa misma pregunta para determinar si algunos amigos peludos pueden ser mejores perros de compañía que otros.

Los estudios apoyan la teoría de que los perros sienten la calidez de sus seres humanos, incluso más que por sus amigos animales En un estudio publicado en ScienceDirect en 2015, Berns y sus colegas presentaron a los perros los aromas de su dueño, un humano que no conocían, un perro familiar (generalmente uno que vivía en la misma casa), un perro desconocido y el propio olor del perro. Utilizaron Resonancias Magnéticas Funcionales para monitorizar la actividad cerebral de los perros, y encontraron que de todos los olores, solo el olor humano familiar activaba el núcleo caudado de los perros, la parte del cerebro que, en los humanos, se activa cuando anticipamos cosas que a nosotros nos gustam. Esto sugiere que los perros tienen una asociación positiva con el olor de su dueñoy, de hecho, pueden experimentar sentimientos de amor como nosotros.

En definitiva, sí, tu perro, te quiere y no solo por darle de comer.

Tim, con poco más de dos meses.
Tim, con poco más de dos meses.

A modo de conclusión.

A pesar de que no podemos interpretar las conductas caninas de la misma manera que interpretamos las humanas, podemos usar pistas fisiológicas para adivinar lo que sienten nuestros amigos cuando están cerca nosotros. McGowan señala que cuando las personas entran en contacto cercano con sus seres queridos, experimentan cambios fisiológicos, incluido un aumento de la oxitocina en circulación. La oxitocina es una hormona que desempeña un papel importante en la modulación de patrones sociales, sentimentales, sexuales y de conducta. «A los perros les ocurre exactamente lo mismo cuando se acurrucan y son acariciados por sus dueños», afirma McGowan. Es más, el trabajo más reciente con Resonancias Magnéticas Funcionales, ha demostrado que los perros muestran un aumento en la actividad cerebral cuando vuelven a ver a sus dueños después de haberse marchado unos minutos, lo que evidencia la conexión de cercanía que comparten con nosotros.

Tim fue un perro precioso, cariñoso  y simpático. Le quise, eso lo tengo claro porque mucho le he llorado. Ahora sé, desde la Ciencia, lo que el corazón ya me había enseñado: que Tim, también me quería a mí.

Descansa en paz, pequeño amigo.

Catafalco de Homenaje a Tim. En su interior guardo un mechón de su hermoso pelaje.
Catafalco de Homenaje a Tim. En su interior guardo un mechón de su hermoso pelaje.

Más información: 
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/30225038
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/30051326
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/29923158
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/28739639

Sección: Flash, Mi Diario, Noticias bonitas, Segundo de Medicina Aquí se habla de: muerte, perro, Resonancia Magnética, setter irlandés, Tim

¿No te lavas las manos con frecuencia? Semmelweis te va a convencer.

13 octubre, 2018 escrito por Óscar Parra 3 comentarios

Estos días, en la asignatura de Epidemiología, hemos tenido un seminario sobre el lavado de manos en los médicos. Yo era de esos que consideraba un tanto exagerado andar buscando un baño para lavarse las manos cada vez que sales o entras en casa. Ya no. El doctor Semmelewis me ha convencido.

El doctor Semmelweis.

Ignaz Semmelweis fue un médico húngaro del siglo XIX que vivió una pavorosa situación. En 1846 nuestro amigo Ignaz entró a trabajar en el Hospital General de Viena como asistente del doctor Johann Klein, director de obstetricia desde hacía más de veinte años. Allí enseñaban a estudiantes de Medicina y a aprendices de comadrona la correcta manera de atender a un parto, entre otras cosas.

En años anteriores a la entrada en el hospital del jefe de Ignaz, la tasa de mortalidad materna había sido del 1,25%. Posteriormente, cuando Klein tomó posesión de su puesto, decidió que la enseñanza se hiciera con cadáveres, una práctica usada en otras universidades y hospitales de Europa. Klein reorganizó el hospital en dos pabellones: el primero (PM) para médicos, y el segundo (PC) para comadronas. Desde entonces, la mortalidad por fiebre puerperal (fiebre sucedida en los 40 días posteriores al parto) aumentó de un modo terribe en el PM frente a la del PC.

Ignaz Semmelweis
Ignaz Semmelweis

Diario de un médico.

Las siguientes líneas del diario de Semmelweis ilustran los efectos devastadores de la fiebre puerperal. “Julio de 1.846. La próxima semana tomaré el puesto de ‘Herr Doktor’ en la clínica de maternidad del Hospital General de Viena. Me asusté cuando escuché el porcentaje de pacientes fallecidas. Este mes, no menos de 36 de las 208 madres murieron de fiebre puerperal. Dar a luz a un niño es tan peligroso como una pulmonía de primer grado«.

En la época se creía que la fiebre puerperal se debía a cambios atmosféricos, cósmicos o telúricos. Pero para nuestro héroe, el doctor Semmelewis, la cosa no estaba tan clara…  ¿Cómo podían esas influencias haber infestado durante años el PM del hospital y haber respetado el PC? Y ¿cómo compatibilizar esto con el hecho de que mientras la fiebre asolaba el hospital, apenas se producían casos en la ciudad de Viena o sus alrededores? Una epidemia verdadera, como el cólera, no podía ser tan selectiva. Asimismo, Semmelweis comprobó que las mujeres que daban a luz en la calle, camino al hospital, tenían un porcentaje de muertes por fiebre puerperal más bajo que las ingresadas en el PM del hospital, a pesar de las condiciones adversas. Semmelweis escribió en su diario: “Diciembre 1846. ¿Por qué tantas mujeres mueren de esta fiebre después de haber dado a luz sin problemas? Durante siglos, la ciencia nos ha enseñado que es una epidemia invisible que mata a las madres. Las causas pueden deberse a cambios atmosféricos, alguna influencia cósmica o terremotos”.

Semmelweis creía que era poco probable que la fiebre pudiera deberse a estas causas. Recopiló datos estadísticos del número de muertes por fiebre puerperal tanto del PM, dirigido por Klein, como del PC, dirigido por el doctor Bartch, y razonó que: “Es poco probable que cambios atmosféricos, cósmicos o telúricos causen la fiebre porque la proporción de muertes es muy diferente en los dos pabellones. Puesto que el número de muertes no es tan grande en el PC, tal vez la causa tiene que ver con algo que pasa en el PM”.
Además, Semmelweis rechazó que la causa de la mortandad fuera la dieta o la atención general a las pacientes al ser similares en los dos pabellones. Del mismo modo, excluyó el hacinamiento que incluso era mayor en el PC, en parte porque las mujeres intentaban evitar que las ingresaran en el temido PM.

¿Culpa de un sacerdote?

Una explicación psicológica hacía notar que el sacerdote, que portaba los últimos auxilios a una moribunda, tenía que pasar por cinco salas del PM antes de llegar a la enfermería. Se opinaba que la aparición del sacerdote, precedido por un acólito que hacía sonar una campanilla, producía un efecto terrorífico y debilitante en las pacientes de las salas, que las hacía más propicias a contraer la fiebre puerperal. Esto no ocurría en el PC porque el sacerdote tenía acceso directo a la enfermería. Semmelweis le convenció para que diera un rodeo en el PM y suprimiera el toque de la campanilla para no anunciar su llegada. Pero la mortalidad no decreció.

Sin lavarse las manos.

El doctor anotó también que muchas de las pacientes hospitalizadas contraían la fiebre puerperal antes del parto, y que el punto de infección siempre era el útero. Observó que los estudiantes que acudían al PM venían de las prácticas anatómicas con cadáveres sin limpiase las manos, o como mucho se las limpiaban superficialmente, antes de examinar a las mujeres. Entonces formuló la hipótesis de que los estudiantes transportaban “materia putrefacta” desde los cadáveres hasta las parturientas, siendo ese el origen de la fiebre puerperal. Esta hipótesis explicaría que la mortalidad en el PC fuera mucho más baja, porque la preparación de las comadronas no incluía prácticas forenses. También explicaría que la mortalidad fuera menor en “partos callejeros”, ya que las mujeres, que llegaban con el niño en brazos, casi nunca eran reconocidas después de su ingreso; teniendo así mayores posibilidades de escapar a la infección.

El jefe no estaba de acuerdo.

Su jefe, el doctor Klein no estaba de acuerdo con la hipótesis de Semmelweis, ni con sus propuestas. Claro, el tipo llevaba años ahí y no había sido capaz de detectar por qué morían tantísimas mujeres tras el parto y ahora llega ese húngaro a decirle como hacer su trabajo bien y no… Por el contrario, Klein basaba la mortalidad en la brusquedad de los estudiantes en los exámenes vaginales, debido a que la mayoría eran extranjeros. Ya sabéis, la culpa siempre la tienen los de fuera. Tras discusiones violentas, Klein lo destituyó como su ayudante en octubre de 1846.

Semmelweis pasó dos meses en Venecia para reponerse y cuando en 1847 regresó a Viena, conoció la noticia de la muerte de Kolletschka, su profesor de anatomía patológica, tras cortarse accidentalmente con un escalpelo durante una autopsia y manifestar síntomas similares a los de la fiebre puerperal. Escribió al respecto: “Este acontecimiento me sensibilizó extraordinariamente y, cuando conocí todos los detalles de la enfermedad que le había matado, la identidad de este mal con la infección puerperal, de la que morían las parturientas, se impuso tan bruscamente en mi espíritu, con una claridad tan deslumbradora, que desde entonces dejé de buscar por otros sitios […] Su sepsia y la fiebre puerperal deben tener el mismo origen […] los dedos y manos de los estudiantes y doctores, sucios por las disecciones recientes, portan venenos mortales de los cadáveres a los órganos genitales de las parturientas”.

Vuelta al trabajo.

Poco después, el doctor fue admitido como asistente suplente en el PC. Semmelweis puso a prueba su hipótesis. Por petición suya, los estudiantes se intercambiaron con las comadronas del PM al PC y, en un mes, se triplicó la mortalidad por fiebre puerperal. Si la hipótesis era correcta, la fiebre puerperal se podría prevenir destruyendo químicamente la materia infecciosa invisible adherida a las manos. Dictó una orden exigiendo a todos los estudiantes de medicina que se lavaran las manos con una solución de cloruro de calcio, antes de reconocer a ninguna parturienta y después de cada exploración vaginal.

La tasa de la enfermedad disminuyó drásticamente, del 18% a menos del 3% en tan solo unos meses, y en el año 1848 descendió hasta el 1,27% en el PM, frente al 1,33% del PC.

Ese mismo año escribió: “En los primeros cuatro meses del año, hubo de treinta a cuarenta muertes mensuales. A finales de mayo se introdujo la práctica del lavado de manos y, desde ese momento, los casos de enfermedad, que antes se producían a diario, dejaron de ocurrir. En junio murieron tres mujeres, en julio otras tres, y hasta mediados de agosto otras dos. En ese momento fue admitido un nuevo grupo de estudiantes, algunos desatendieron el lavado de manos y, para finales de agosto, habían muerto doce pacientes. Después de un control más estricto, la morbilidad cesó, así que para finales de septiembre tan sólo habían ocurrido tres muertes […] en ausencia de más evidencia que pudiera explicar la importante disminución de la fiebre puerperal en este hospital, las normas preventivas arriba mencionadas, concernientes al examen, merecen atención y podrían fomentar experimentos similares en otros hospitales de maternidad”.

El doctor Semmelweis poniendo en marcha su procedimiento.
El doctor Semmelweis poniendo en marcha su procedimiento.

Posteriores experiencias clínicas llevaron a Semmelweis a ampliar su hipótesis. En una ocasión, tras desinfectarse cuidadosamente las manos, él y sus colaboradores examinaron primero a una parturienta aquejada de cáncer cervical ulcerado. Procedieron luego a examinar a otras doce mujeres de la misma sala, después de un lavado rutinario, sin desinfectarse de nuevo. Once de las doce pacientes murieron de fiebre puerperal. Semmelweis concluyó que la fiebre puerperal podía ser producida no sólo por materia cadavérica, sino también por materia pútrida procedente de organismos vivos.

La envidia, siempre presente.

A pesar de la evidencia, muchos compañeros, comenzando por su jefe, rechazaron sus estudios. Poco después fue despedido, de nuevo, del hospital y, abatido, cayó en una profunda depresión y finalmente, murió trágicamente el 16 de agosto de 1865. Al parecer se hizo un corte con un bisturí infectado con la enfermedad que él había descubierto como evitar. Hay quien dice que fue un suicidio. O tal vez fuera un accidente.

Años más tarde, Joseph Lister (ahora ya sabes el origen del «Listerine») extendería los conocimientos del húngaro a la práctica quirúrgica higiénica del resto de especialidades médicas. En 1879, Pasteur demostró que las bacterias estreptocócicas se podían encontrar en la sangre de las mujeres que tenían fiebre puerperal. Semmelweis es considerado hoy como un pionero y Lister el padre de la asepsia moderna (bueno, y también se le asocia al enjuague bucal Listerine, aunque en realidad fue otro señor, Joseph Lawrence, el que, aprovechando los estudios del doctor Lister, patentó la fórmula del famoso líquido. El Listerine se empezó a usar como desinfectante de heridas y quirófanos. Y hoy…)

Joseph Lister y sus patillas.
Joseph Lister y sus patillas.

Fuente: https://www.researchgate.net y otras.

Sección: Divulgación médica, Mi Diario, Segundo de Medicina Aquí se habla de: anatomía, blog estudiante medicina, epidemiología, historia, Inspiración, Semmelweis

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