Hoy, cerca de las tres de la tarde, se han cumplido cuatro años sin verte, amado tío Pepe.
Pero no sin ti, porque sigues presente.
Y no, no son simples palabras. Eres una realidad tangible, que puedo palpar en mi vida. El dolor se ha mitigado, sí; no estamos hechos para sufrir eternamente, pero la sensación de pérdida ahí está, perenne, seca, hiriente: aún soy incapaz de creer que, de verdad, no volveré a verte en este mundo.
Te escribo estas líneas al atardecer de este nuevo 11 de diciembre, mientras me sumerjo en tus recuerdos al compás de esta melodía…
La belleza radica en lo fugaz de la misma.
Este año he cursado una asignatura, «Cuidados paliativos», ¡lo que hubiese dado aquella eterna noche de hace cuatro años por saber lo que hoy sé! No habría sufrido viéndote aspirar tus últimas bocanadas de vida, no habría llorado horrorizado ante tu agonía: habría derramado el mismo océano de lágrimas por tu partida, pero sabiendo que no estabas sufriendo.
Hoy, querido tío Pepe, asimilada tu pérdida, sigo pensando que te fuiste demasiado pronto. Pero la belleza radica en lo fugaz de la misma. Tal vez por eso nos gusten tanto las estrellas fugaces, porque somos conscientes de su propia finitud.

Mi tío Pepe no sobrevivió.
Tu maldito cáncer de vejiga no acabó en las tablas de supervivencia que tantas veces revisé. ¡Cuántas veces he llorado sin pensar serenamente en ello! Y ahora, cuatro años más tarde, entiendo que, quizás, ocurrió porque tú no sabías sobrevivir en la vida, tú lo que de verdad sabías, era vivir. Y no es lo mismo.
Porque tú fuiste sinónimo de vida, tanto que, ni la misma muerte, logró apagar tu sonrisa de nuestros corazones. Tanto que, ni la misma muerte, consiguió borrar tu vida de las nuestras. Tanto…
Han pasado cuatro años. Pero tú, querido tío Pepe, tú sigues aquí, presente en nuestro ahora, cautivándonos con tu ayer y regalándonos sonrisas ante el mañana.
Te quiero, tío Pepe. Con todo mi corazón, te quise, te quiero y te querré, como escribí en aquel postrer mensaje que te envié en esa madrugada de diciembre, para siempre, y como tú, inolvidable para mí.