Este año estoy cursando una asignatura de nombre curioso: «Bases psicológicas de los estados de salud y enfermedad». Y bajo él se esconde una de las asignaturas más necesarias de la carrera. El trato con el paciente, el día a día, la parte emocionante y emocional de la Medicina.
Malas noticias.
En la vida de un médico, tarde o temprano, llega el momento. Hay que dar malas noticias y cuanto antes nos enseñen a hacerlo, mejor.
Así pues, hace una semana, el doctor Julio Zarco nos sometió a una prueba en la que, él mismo, ejercía de paciente al que había que darle una muy mala noticia…
Sí, yo sabía que no era real. Pero el doctor lo hizo tan bien… Que, llegado el momento, se me hizo tremendamente cuesta arriba.

Ante ti, parloteando y nervioso, un hombre, un ser humano con su vida e ilusiones, con sus aciertos y fracasos, te observa. Porque el paciente te estudia, te analiza, está atento al menor gesto. Y ahí estás tú, con un papel entre tus manos en el que se le pone fecha de cierre, punto y final a la vida de esa persona.
Y se lo tienes que decir.
Y no sabes ni como empezar.
Y él sabe que tú, algo sabes.
Y, por momentos parece que no quiere saber, que hace lo indecible para llevar la conversación por cualquier vereda que le aleje del momento. De ese terrible momento. Y entonces, ocurre.
Se lo dices. Sin demasiados rodeos. Con todo el tacto que se puede tener al decirle a otra persona que va a morir pronto. Y el silencio. Ese silencio. Un silencio que se convierte en un grito oscuro en tu cabeza. ¿Y el paciente? ¿Os habéis parado a pensar en lo que pasa por la cabeza del paciente en ese preciso instante? Un océano de sensaciones, sentimientos, recuerdos y miedos. Tantos miedos. Pero solo uno en realidad: el miedo a morir.
Aprendiendo a dar malas noticias.
Lo cierto es que no existe un modo bueno de hacerlo. Existen maneras de actuar respetando el dolor y la intimidad del paciente. Nunca lo hagas en un pasillo, por supuesto, jamás por teléfono. Busca un sitio confortable, permite que el paciente experimente las sensaciones que necesite. En resumen: haz lo que un ser humano sensible debe hacer; haz lo que a ti te gustaría que hiciesen contigo. Se claro y veraz. No es momento de falsas esperanzas. Guarda silencio. Muestra, con tu presencia, que estás ahí, que vas a ayudarle. Los pacientes nunca se desahucian.

Los médicos, casi nunca curan. Alargan la vida en el mejor caso. En el peor, deben, cuando menos, estar.
Al paciente le van a surgir muchas dudas. Hay que estar ahí para responderlas. Si las sabes. Y si no las sabes, dile que desconoces la respuesta. Pero no huyas. Nunca huyas. Eres su médico, en ese instante, tal vez su única agarradera a un mundo que, para él, prepara el telón que indica el fin de la función.
El silencio.
Os he contado lo duro del silencio. De ese silencio en concreto. Pero, en esta ocasión, es todo cuanto puedes aportar. Evita palabras estúpidas, huye de las frases hechas y, si vas a abrir la boca, mira bien lo que vas a decir. A las personas nos cuesta mucho guardar silencio en momentos así. Porque es incómodo. Porque a nadie le agrada el sufrimiento. Ni el propio ni el ajeno. Y por otra razón más. Íntimamente, la muerte de un ser humano, siempre te enfrenta a la tuya propia…
Julia dice
Estos días estoy viviendo una triste experiencia. Una tia mía, muy querida, está afrontando una grave operación. Todo ha sido muy rápido. De un día para otro. Yo confío en su recuperación pero reconozco que debe ser muy duro para los médicos comunicar una mala noticia y asimilarla por parte de los pacientes. Es difícil estar preparado. Gracias por comunicar tus experiencias. Siempre son positivas. Un abrazo.
Julia
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Óscar Parra dice
Míralo positivamente, Julia. Si no se tuviera la idea de que se puede ayudar a tu querida tía, no la intervienen. En Medicina prima el siguiente principio: lo primero, no dañar. De modo que, si la han operado, créeme, es porque piensan que se puede solventar el problema.
Un abrazo grande,y que vaya de maravilla todo.
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Maite Ibarra dice
Querido Óscar, gracias por acercar la medicina a la gente de a pié de una manera tan comunicativa y cercana. Se nota que eres director de cine, escritor…en definitiva, un gran comunicador de sensaciones. Eres pura energía, eres luz, eres vida. Doy las gracias al universo por haberte encontrado en este mundo virtual pero espero darte un abrazo algún día. Un beso
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Óscar Parra dice
¡Muchísimas gracias por este comentario tan bonito, Maite! ¡Y sí, claro que ha de llegar ese día! ¡Abrazos y besos, amiga!
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