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DEL CINE AL HOSPITAL

Blog de un estudiante de Medicina. Un cineasta entre batas blancas.

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Acúfeno, el pitido eterno del que me curé.

25 julio, 2017 escrito por Óscar Parra 795 comentarios

Arranco la financiación del Ensayo Clínico Beethoven.


Ocurrió en el año 2016. En el mes de marzo. Una mañana me tomé la tensión y, para mi sorpresa, comprobé que estaba por las nubes. Acudí de inmediato al médico, que me dio, casi nada más entrar, un Captopril para bajar la presión arterial. Momentos después, la doctora me recetó un triptán, ahora no recuerdo cuál era. Me fui a casa, me tumbé en la cama y al despertar… Ahí estaba.
Un horrible pitido en el oído derecho: tenía un acúfeno.

Acúfeno, la banda sonora del infierno.

Un pitido agudo, en torno a los 8000 Hz me agujereaba la cabeza y una hiperacusia horrorosa me hicieron sentir embotado y alarmado. La hiperacusia me preocupó menos, la sensación es como que te escuchas demasiado a ti mismo (como cuando estás congestionado) pero con el agravante de que los sonidos estridentes te hacen daño. En resumen. Un acúfeno e hiperacusia.

Buscando culpables: ¿el triptán?

Al principio, y a pesar del lógico agobio, me calmé. Pensé que el acúfeno (el pitido) era producto de la ingesta del triptán y que, en un día o dos desaparecería. Miré en el vademécum los posibles efectos secundarios pero no vi que pudiese provocar zumbidos; que es como llaman  a los acúfenos en los prospectos. Bueno, ha sido el medicamento, seguro que se va, elucubré. Pero no fue así. Poco a poco un terror oscuro se iba apoderando de mí.

Una fama aterradora.

Había leído que los acúfenos, en ocasiones, llegan a tu vida para quedarse eternamente. Y la perspectiva en sí es como para tener una angina de pecho solo de pensarlo.
Comencé a bucear en Internet; sí, todos lo hacemos, y la cosa no me tranquilizó. Cientos de personas arrastraban esta tortura desde hacía años. Algunos se habían habituado, a medias, y otros sencillamente estaban desesperados. Incluso leí historias de personas que habían pedido que les cortasen el nervio auditivo, es decir, elegían quedarse completamente sordas, ¡y el pitido seguía! O sea, ¿los acúfenos están en el cerebro?

En urgencias no pudieron hacer nada. El otorrino me hizo un par de audiometrías en las que todo estaba en su sitio. ¡Al menos no me estaba quedando sordo! Pero el acúfeno, ahí seguía, incansable, día y noche.

acúfeno

Primeras soluciones: camuflando el acúfeno.

Aprendí que, el silencio absoluto era un tormento. Así pues me encerré en el despacho y el ventilador del ordenador enmascaraba ligeramente el asunto. Además, el ruido blanco lo tapaba con lo que estaba durante horas investigando en relativa calma.

Por supuesto la medicación hay que tomarla a la mayor brevedad. En mi caso, y tras charlar con una prima mía, neuróloga, comencé con vasodilatadores periféricos. Se cree que los acúfenos están relacionados con la falta de riego en los finos capilares del oído interno.  Y lo cierto es que, las últimas investigaciones parece que no van por ahí; pero los vasodilatadores periféricos me ayudaron por otras razones que, por entonces, no podía sospechar: algunos cierran canales del Calcio.
Aquí va el tratamiento que tomaba y que, hoy en día, no tomaría muchos de ellos.

IDAPTAN: es un vasodilatador. Ojo, la AEMPS informó en 2012 que no debería recetarse para acúfenos porque no presenta un buen balance beneficio-riesgo. Pero en 2016 yo no lo sabía…

VITAMINA B1,B6,B12: yo tomé Hidroxil, pero cualquiera te vale.

CLINADIL: trata mareos, vértigos y acúfenos. Un vasodilatador cerebral.

TRYPTIZOL: se usa para dolores de cabeza, depresión, enuresis nocturna (pacientes que se orinan en la cama), migrañas y neuralgia. No se habla nada de acúfenos, pero ayuda a conciliar el sueño y evita caer en depresión. Es un inhibidor no selectivo de la recaptación de monoaminas.

SIBELIUM: usado para tratar migraña y vértigo. Es un excelente bloqueante de los canales lentos del calcio, lo cual puede facilitar la descarga masiva de neurotransmisores. Algo que nos beneficia en el tratamiento del acúfeno.

¿Qué cambiaría a día de hoy?

Claro, teniendo en cuenta que en estos momentos curso 4º de Medicina y por entonces no había ni entrado en la carrera. Eliminaría sin duda el Idaptan, que por entonces lo tomaba a placer…

  • MAÑANA
    1 IDAPTAN, 1 HIDROXIL, 1 CLINADIL
  • A MEDIODÍA
    1 IDAPTAN
  • NOCHE
    1 IDAPTAN, 1 CLINADIL, 1 TRYPTIZOL, 1 SIBELIUM

Como veis, no me faltaban pastillas, no. También tomé el famoso gingko biloba, pero en mi caso no sentí nada. O sí; que sabía a rayos.

La noche: el reino del acúfeno.

El momento de ir a dormir era lo peor. La casa se quedaba en silencio y mi inesperado huésped se hacía patente. Comencé a poner música para dormir. Algo relajante que me inducía un sueño reparador.

Eso sí, acompañado, en sus primeros compases por Lorazepam. Recuerdo aquellos días con verdadero pesar.

Mi acúfeno, ¿perezoso?

Era extraño. Al amanecer, nada más despertarme, ¡me costaba encontrar al maldito pitido! ¿Me había curado? No, poco a poco, regresaba. Era desesperante. Pero me daba ideas. ¿Por qué al despertarme estaba más bajito e incluso imperceptible? ¿Podría ser que el silencio absoluto acabase acallando a este cabrón? ¿O es que mi cerebro estaba perezoso? Actualizo: hoy, años después y cursando Medicina, sé que la razón de ese silencio matutino no es otra que la casi ausencia de glutamato durante horas.

Buscando a mi acúfeno.

Un día, frente al ordenador, me dio por pensar cuál sería la frecuencia de mi acúfeno. Andaba montando la película RE-EMIGRANTES y pasaba muchas horas trabajando con programas de audio. Así pues, por pura curiosidad, me puse a buscar con un generador de tonos, un pitido que se asemejara al mío. Encontré un generador gratuito, que tenéis aquí, y lo hallé. Era un cabrón que oscilaba en torno a 8000 Hz.

Y de pronto, sucedió…

Estaba escuchando ese pitido de 8 Khz cuando ocurrió: al pulsar la tecla de parada, el pitido generado por el ordenador cesó y… ¡el mío también! Fueron solo unos segundos. Tal vez solamente uno. Pero sí. Mi pitido se detenía al someterle a la escucha de su «hermano gemelo».

Me entraron unas ganas enormes de llorar. ¿Y si esa era la solución? A fin de cuentas, me consta que a los enfermos de Meniere (una enfermedad del oído interno, que cursa con episodios de vértigo), se les hace girar para provocarles vértigo y eso confunde al cerebro que deja de enviar señales de vértigo. ¿Y si aplicándole a mi acúfeno un pitido similar a él mismo, mi cerebro acababa eliminándolo por agotamiento u otra causa?

Dos horas al día escuchando pitidos.

Sí, me lancé a fabricarme archivos de sonido con el dichoso pitidito. Y me dispuse a probarlo.

¡Había que verme con los cascos profesionales, que usamos en el cine, todo el santo día escuchando pitidos! En casa, por la calle. Cualquier sitio era bueno. Las noches eran un cuadro. Ante la sospecha de que tuvieran un origen cervical y no solo tensional, comencé a pasar varias horas con una manta eléctrica. Manta eléctrica cervical, más cascos gigantes. Parecía el extraterrestre del caso Roswell.

Roswell

 Un milagro deseado.

Un mes y algo después de arrancar este martirio, y dos semanas más tarde de iniciar mi terapia de pitidos, me daba la sensación de que el zumbido era menos intenso. ¿Era mi impresión o…?

Pedí cita con un prestigioso otorrino de Toledo. El buen  hombre me añadió otro medicamento, el Sibelium 5 mg. No me atreví a decirle que tenía la impresión de que ya me estaba bajando la intensidad por si el señor le restaba importancia a mi sufrimiento. Y unos días después… Había desaparecido. No se lo dije a nadie. Todos mis seres queridos andaban muy atribulados por mi dolencia. No quería despertar una falsa ilusión. Pero era un hecho. Una semana más tarde ya estaba convencido. Sí, mi acúfeno había desaparecido. Me había curado.

En junio, ¡regresó!

A comienzos de verano tuve una desagradable visita. Comencé a hacer deporte en una bicicleta estática y, media hora después, sentí que el pitido regresaba. Me asusté muchísimo pero procuré mantener la calma. Media hora más tarde se había marchado. Al día siguiente retomé mi ejercicio en la bicicleta y, ¡ese hijo de puta volvió! Esta vez lo tuve claro: algo, en mi posición sobre la bicicleta, provocaba que el acúfeno se volviera a instalar. Seguramente algún tipo de compresión cervical. O la subida de presión arterial. No lo sé al 100% Obviamente dejé de lado la bicicleta y comencé el mismo tratamiento que me había curado un par de meses atrás. Y al cabo de una semana, se fue.

Conclusiones.

Tener acúfenos te cambia. Todo. Tu vida, tu carácter y tu relación con los demás. Desde entonces tengo mucho más cuidado de mis oídos. He acudido a un par de conciertos de Alejandro Sanz y en ambos he llevado tapones por si acaso.

Por otro lado ahora sé que los acúfenos, también llamados tinnitus, se curan. En todos lados decían que, pasadas dos o tres semanas, si no se ha marchado, es que se va a quedar. Pero no es verdad. Conocí a otros que, con esta terapia de aplicarte pitidos, se han curado tras soportarlos durante años.

Santiago Segura sufre acúfenos.

Cuando me sentí fuerte comencé a contarle a todos el infierno por el que había pasado. Una tarde llamé a Santiago, que me consta que lo pasa fatal con este demonio, y le narré mi cura. El tipo, que jamás pierde el humor, me dijo: «Amiguete, como me cure, te pongo un piso». Aún flota en mi cabeza una frase del bueno del Segura: «Me angustia la idea de pensar que, el día que me muera, lo último que escucharé será este jodido pitido».

Cuidado con los sonidos fuertes, por favor.

En fin, como todas las experiencias dramáticas, el hecho de haber padecido acúfenos te marca para siempre. Alucino cuando mis amigos, algunos muy jóvenes, se meten en discotecas y salen con los oídos destrozados. Sí, el pitido se les pasa a las horas pero no siempre es así. De hecho la mayor parte de los acúfenos los provoca un trauma acústico; o sea, exponerse a sonidos muy altos durante un rato. A veces ni eso. Un cohete pirotécnico puede hacer que aparezcan. Muchos cazadores los tienen por esa misma razón. Pero siempre hay esperanza. Si tienes ese maldito pitido y crees que puede ayudarte, ¡prueba lo que te he contado!


¿No tienes tiempo para hacerte tu propio archivo con la frecuencia que necesitas?

Accede al área privada de la web y descárgate el tuyo. Como he comentado en diversos mensajes, antes tenía públicas las frecuencias, pero tras una serie de abusos decidí hacer un área privada y de acceso mediante donación, que me ayudará a pagar el alojamiento de este blog, a subvencionar el Ensayo Clínico Beethoven y a evitar caraduras.


ÁREA PRIVADA

El ingreso al área privada se abre mediante una pequeña donación para mantenimiento del blog. Ello te facilitará el acceso a decenas de archivos pre-fabricados con multitud de frecuencias.
Busca la tuya y comienza tu terapia hoy mismo. No lo dejes para más tarde. Si no encuentras tu frecuencia en el área privada, házmelo saber y te fabrico un archivo a medida.



Recordad que lo primero es buscar la frecuencia de vuestro pitido haciendo clic aquí. Si es agudo estará entre los 4000 y los 10000 Hz.

Una vez localizada vuestra frecuencia haceos un fichero o descargadlo de mi zona privada.
No olvidéis pasar un par de horas al día con los cascos (audífonos de tipo cerrado, para los amigos del otro lado del océano), y el volumen bajito (solamente lo suficiente para tapar vuestro pitido). Si no tienes cascos cerrados usa los típicos del móvil, te aíslan menos pero también sirven. Estad atentos en los huecos de silencio que tiene el archivo para tratar de ver si, en esos silencios, el vuestro parece callarse o reducirse. Cuando ocurra es un buen signo: la plasticidad neuronal está actuando. ¡Y recordad, NINGUNA FRECUENCIA puede hacerte daño! Lo repetiré de nuevo, puesto que es una de las preguntas que más veces he contestado: no, ninguna frecuencia puede dañarte. Lo que daña es la intensidad (el volumen), así pues basta con escuchar la frecuencia a un volumen muy moderado.

T E S T I M O N I O S

ACTUALIZACIÓN 23 SEPTIEMBRE 2020

¡Y una nueva alegría! Otro paciente que se libra de este mal. ¡Enhorabuena J.E. Esteban!


ACTUALIZACIÓN 13 SEPTIEMBRE 2020

¡Y otra paciente que ha logrado que la calma, vuelva a su vida! ¡Felicidades Beyrina!


ACTUALIZACIÓN 5 AGOSTO 2020

Otra paciente que nos regala novedades bonitas.


ACTUALIZACIÓN 9 MAYO 2020

Siempre es un placer poder dar buenas noticias…


ACTUALIZACIÓN 16 ABRIL 2020

Y de nuevo, un paciente que experimenta la «magia». ¡Gracias Javier, por contarlo, y a por ello!

 


ACTUALIZACIÓN 26 NOVIEMBRE 2019

Otra paciente curada. Otra alegría enorme.


ACTUALIZACIÓN 14 JULIO 2019

Pues sí, ¡esa es la primera gran señal de que la plasticidad neuronal está funcionando! ¡Que sigan las buenas noticias!


ACTUALIZACIÓN 13 JULIO 2019

Finalizo el curso y me pongo de lleno con el blog. ¡Unai nos trae una excelente noticia!


ACTUALIZACIÓN 9 FEBRERO 2019

Acabo de terminar el cuatrimestre y a eso le uno una excelente noticia.

 


ACTUALIZACIÓN 22 ENERO 2019

Otro paciente que comienza a aliviarse. ¡Adelante David!


ACTUALIZACIÓN 6 ENERO 2019

¡Menudo regalo de Reyes! Un conocidísimo artista (cantante) español me ha escrito hoy, emocionado, contándome que SE HA CURADO LOS ACÚFENOS con mi terapia.
Obviamente mantengo su anonimato porque así me lo ha pedido, tal y como otros pacientes también han hecho.


ACTUALIZACIÓN 31 DICIEMBRE 2018

Acabamos el año felices, Lola, otra paciente CURADA. Sí, nada de «acostumbrada», no.
CU-RA-DA. ¡Sigamos!


ACTUALIZACIÓN 5 SEPTIEMBRE 2018

¡No podía empezar mejor 2º de Medicina que con esta noticia! ¡Enhorabuena Marta!


ACTUALIZACIÓN 3 SEPTIEMBRE 2018

Hoy ha sido Dave Maldonado el que nos ha alegrado la mañana.


ACTUALIZACIÓN 27 AGOSTO 2018

Luis, un paciente que llevaba año y pico con el dichoso pitido, nos cuenta que lleva dos meses en silencio. ¡Gracias amigo Luis!


ACTUALIZACIÓN 11 AGOSTO 2018

La noticia bonita nos llega hoy desde la bella Argentina. ¡Gracias por tanto cariño en tus palabras Cintia!


ACTUALIZACIÓN 9 AGOSTO 2018

¡Seguimos con noticias preciosas! Luis, tras año y pico de sufrimiento, se ha liberado. ¡Qué alegría Luis!


ACTUALIZACIÓN 26 JULIO 2018

Y hoy, Rivan nos trae la buena nueva. ¡Hay que culminar Rivan, pero ya vas muy bien!


ACTUALIZACIÓN 25 JULIO 2018

En el aniversario del artículo, ¡más buenas noticias! Aldo Monje no cuenta su experiencia. Su caso es extraordinario por lo rápido que actuó en él este tratamiento de frecuencias. Seis meses de horror solucionados en dos horas. ¡Gracias por compartirlo Aldo!

 


ACTUALIZACIÓN 9 JULIO 2018

Hoy la buena noticia nos la trae Luis. Tras más de un año torturado por su acúfeno, en unas cinco semanas ha logrado hacerle desaparecer. ¡Que nadie te cuente que los acúfenos son para siempre! ¿Verdad Luis?

 


ACTUALIZACIÓN 28 JUNIO 2018

Esta vez las buenas noticias nos vienen de Nerea. Dos meses y medio de sufrimiento que deja atrás.


ACTUALIZACIÓN 24 MAYO 2018

Y otro paciente que nos hace partícipes de su alegría. ¡Ya le ha desaparecido uno de los pitidos!


ACTUALIZACIÓN 21 MAYO 2018

Avanzan las reuniones y la posibilidad de realizar un ensayo clínico en humanos con este método se acerca. Mientras tanto, nuevos pacientes se siguen beneficiando. ¡Y eso es siempre una alegría!


ACTUALIZACIÓN 24 ABRIL 2018

Como muchos de vosotros me habéis señalado, tal y como os conté el pasado 22 de Marzo, diversas empresas y algún que otro lector del blog han estado usando los archivos que tenía aquí alojados para venderlos por precios que fluctuaban entre los 20 euros y los 130 euros. Una auténtica falta total y absoluta de honradez. Por esa razón me he visto obligado a eliminarlos. Miles de descargas he contabilizado desde estas empresas, tal y como podéis ver en la captura que adjunto.

Así las cosas, y con objeto de no retirar definitivamente los archivos que tanto bien han estado haciendo, he decidido incluir un botón de donación de Paypal. Una vez hecha la donación, el sistema te dirige a la página de descargas de los archivos.
Como solo se puede acceder unas cuantas veces por donación, si alguna de estas «empresas» trata de descargar archivos a través de las donaciones, tendrá que usar distintas cuentas de correo, y ya se les hará más pesado… ¡Además, al margen de estos piratas, mediante las donaciones me podéis ayudar a sufragar una parte de los costes de mantener el blog (alojamiento en el servidor, dominio, etc…), que soy estudiante de Medicina y no percibo ingreso alguno! 🙁


¡Gracias a todos por haberme informado!


ACTUALIZACIÓN 29 MARZO 2018

Siguen llegando más y más noticias maravillosas…


ACTUALIZACIÓN 15 MARZO 2018: ¡Novedades! 

A Maite le regresaron, pero, ¡empezó de nuevo con la terapia y los medicamentos y en una semana… se han vuelto a marchar!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


ACTUALIZACIÓN 21 ENERO 2018: ¡Esto no para! 

Otra lectora que se ha curado, con ayuda también de medicamentos, claro está.


ACTUALIZACIÓN 20 ENERO 2018: ¡Prosigue 2018 con nuevos amigos que se alivian de este mal!

Y aprovecho para contaros que, el pasado domingo 14 de Enero desperté con un acúfeno. Reconozco que me asusté, pero también os digo: inmediatamente tomé medidas. Busqué la frecuencia, esta vez estaba en 2800 Hz. y me puse manos a la obra. Naturalmente comencé a tomar un vasodilatador periférico, Sibelium, antes de irme a dormir. El pasado jueves, simplemente desapareció. Cada día me puse unas dos horas de pitido. Así pues, ¡feliz!.


ACTUALIZACIÓN 14 ENERO 2018: ¡Más amigos que comienzan a aliviarse!

acúfenos pitidos


ACTUALIZACIÓN 17 DICIEMBRE 2017: Y más noticias bonitas.


ACTUALIZACIÓN 21 NOVIEMBRE 2017: Siguen llegando noticias estupendas…


ACTUALIZACIÓN 15 NOVIEMBRE 2017: Poco a poco, pero los acúfenos SÍ SE CURAN.


ACTUALIZACIÓN 9 NOVIEMBRE 2017: Buenas noticias que me hacen feliz. Algunos de vosotros estáis comenzando a ver resultados, ¿no es extraordinario?


Si deseas descargar frecuencias desde mi área privada:

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La crucifixión de Jesús. ¿Qué nos cuenta la Medicina?

7 abril, 2017 escrito por Óscar Parra 3 comentarios

Pocas muertes habrá más conocidas en la Historia de la Humanidad que la crucifixión de Jesús de Nazaret.

La semana próxima, los creyentes, celebraremos la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Los no creyentes, simplemente se irán de vacaciones, que también está muy bien.

Pero, ¿qué nos dice la Medicina sobre el tormento que sufrió Jesús de Nazaret?

Muchas cosas y ninguna buena. Comenzamos en la noche de Jueves Santo. Jesús lleva a cabo una cena ritual con sus amigos, una cena de despedida. En principio este evento le debió suponer un importante estrés emocional, lo que pudo conllevar un aumento de la presión arterial.

Fotograma de mi película LA ESPINA DE DIOS.
Fotograma de mi película LA ESPINA DE DIOS.

Durante la cena, al parecer, se consumió apio especiado con vinagre y miel, algo de cordero, pan ácimo (sin levadura) y vino. La ingesta calórica no fue muy grande teniendo en cuenta los acontecimientos que iba a sufrir Jesús en las horas posteriores.

Tras la cena sabemos que se dirigió al Huerto de los Olivos (Getsemaní). Aquí las cosas se empiezan a poner interesantes.

Hematidrosis: sudando sangre.

Jesús, debido al extremo sufrimiento emocional, sufre un proceso de hematidrosis o hemohidrosis, o lo que es lo mismo, sudó sangre. Aunque en realidad no fue sangre estrictamente hablando. El intenso estrés soportado por Jesús hizo que aumentase mucho su presión arterial. Esto provocó una fuerte vasoconstricción α-1 cutánea y abdominal, o lo que es lo mismo, un chorro de adrenalina.
Al subir la tensión, se activó en su organismo una descarga simpática colinérgica vasodilatadora que provocó una gran sudoración (para perder volumen y así disminuir la presión). En ese momento, toda la sangre que había sido expulsada del intestino y de la superficie cutánea se dirigió a donde hay vasodilatación, a las glándulas sudoríparas. El tejido no soporta la presión y la sangre se extravasa saliendo al exterior en el sudor. Para colmo la piel queda en un estado de máxima sensibilidad. Existen pocos casos documentados de hematidrosis. En la Primera Guerra Mundial se han descrito casos de soldados que, enfrentados a su inminente fusilamiento, la padecieron.

Jesús, sufriendo hematidrosis. Fotograma de mi película LA ESPINA DE DIOS.
Jesús, sufriendo hematidrosis. Fotograma de mi película LA ESPINA DE DIOS.

Poco después Jesús es apresado y tras una serie de vejaciones se le condena a ser flagelado.

La flagelación.

La flagelación romana constaba de un número indeterminado de golpes dados con  un flagrum. A Jesús se le desnudó la parte superior del cuerpo, se le ató a un pilar no muy alto, con la espalda encorvada, de modo que al descargar sobre esta los golpes no se perdiese fuerza.
El instrumento usual era un látigo corto (flagrum o flagellum) con varias cuerdas o correas de cuero, a las cuales se ataban pequeñas bolas de hierro o trocitos de huesos de ovejas. Cuando los soldados azotaban repetidamente y con todas sus fuerzas las espaldas de su víctima, las bolas de hierro causaban profundas contusiones y hematomas. Las cuerdas de cuero con los huesos de oveja, desgarraban la piel y el tejido celular subcutáneo.

Al continuar los azotes, las laceraciones cortaban hasta los músculos, principalmente los músculos trapecio, dorsales anchos, romboides y serratos,  produciendo tiras sangrientas de carne desgarrada. Este castigo produjo una importante pérdida de líquidos (sangre y plasma). No olvidemos que la hematidrosis había dejado la piel muy sensible en Jesús.

La crucifixión

Como era costumbre, Jesús cargó la cruz hasta el lugar de la crucifixión. Se sabe que la cruz completa pesaba más de 140 kilos, por lo que es evidente que él solo llevo el patíbulo (el palo horizontal) que pesaba unos 40 kilos. Con agotamiento extremo y debilitado, tuvo que caminar un poco mas de medio kilómetro (entre 600 y 650 metros) para llegar al lugar del suplicio. El nombre en arameo es Golgotha, que significa “lugar de la calavera”, ya que era una protuberancia rocosa, que tenia cierta semejanza con un cráneo humano.

Instantánea tomada en el auténtico Gólgota, en Jerusalén.
Instantánea tomada por Gemita en el auténtico Gólgota, en Jerusalén.

Antes de comenzar la tortura de la crucifixión, era costumbre dar una bebida narcótica (vino, con mirra, e incienso) a los condenados; con el fin de mitigar un poco sus dolores. Cuando presentaron a Jesús este brebaje, no quiso beberlo. ¡Quiso sufrir en toda su extensión!

Clavado por las muñecas, no por las manos.

Con los brazos extendidos, pero no tensos, las muñecas eran clavadas en el patíbulo. De esta forma, los clavos de un centímetro de diámetro en su cabeza y de 13 a 18 centímetros de largo, eran puestos entre el radio y los metacarpianos, o entre las dos hileras de huesos carpianos, ya sea cerca o a través de la retinacula flexora y los varios ligamentos intercarpales. En estos lugares aseguraban el cuerpo.

Estudiante de Medicina. Clavos en la crucifixión de Jesús.
Clavos en la crucifixión de Jesús.

El colocar los clavos en las manos hacia que se desgarraran fácilmente puesto que no tenían un soporte óseo importante. De ahí que todos los crucifijos, o la mayoría, estén equivocados. No, a Jesús no lo clavaron por las manos, fue por las muñecas.

Eso le produjo una herida alrededor del hueso muy dolorosa. Al igual que la lesión de vasos arteriales, la mayor parte de ellos, ramas de la arteria radial o ulnar. El clavo penetrado destruía el nervio sensorial motor, o bien comprometía el nervio mediano, radial o el nervio ulnar. La afección de cualquiera de estos nervios produjo tremendas descargas de dolor en ambos brazos. El empalamiento de varios ligamentos provocó fuertes contracciones en la manos. Particularmente, si se dañó el flexor largo del pulgar, hizo que éste se plegara hacia el  interior de la palma de la mano. ¿Tal vez por eso la imagen de la reliquia conocida como Sábana Santa de Turín carece de dedo pulgar?

Aquí se observa la posición de los clavos en la crucifixión de Jesús. Fotograma de mi película LA ESPINA DE DIOS. Estudiante de Medicina.
Aquí se observa la posición de los clavos en la crucifixión de Jesús. Fotograma de mi película LA ESPINA DE DIOS.

¿Y los pies?

Los pies eran fijados al frente del estípete por medio de un clavo de hierro, clavado a través del primero o segundo espacio intermetatarsiano. Naturalmente esto implicó la sección o casi sección de algún nervio interdigital además de afectar al nervio profundo peroneo y a las ramificaciones de los nervios medianos y laterales de la planta del pie.

¿Se clavaron ambos pies con un solo clavo o se empleó un clavo para cada pie? Esta es una cuestión controvertida. Lo más probable es que cada uno de los pies de Jesús se fijara a la cruz con un clavo distinto. San Cipriano que, más de una vez había presenciado crucifixiones, habla en plural de los clavos que traspasaban los pies. San Ambrosio, San Agustín y otros mencionan expresamente los cuatro clavos que se emplearon para crucificar a Jesús.

A pesar de que se crucificaron a miles de personas, solamente se ha encontrado un esqueleto con signos de haber sufrido este suplicio. Un tal Yehohanan (Juan), fue hallado en el cementerio de Givat HaMivtar. Este muchacho, de unos 25 años, murió en el siglo I. Es decir, fue contemporáneo de Jesús de Nazaret.

En la fotografía podéis ver el hueso del talón (calcáneo) del pie atravesado por un clavo (el de la derecha de vuestra pantalla). Al parecer a este pobre desgraciado no pudieron ni desclavarlo del olivo en que fue crucificado y se decidió cortar el árbol y enterrarle con el pie aún clavado.

Yehohanan, el único crucificado del siglo I que ha llegado a nuestros días.
Yehohanan, el único crucificado del siglo I que ha llegado a nuestros días.

De todas las muertes la de la cruz era la más inhumana, suplicio infamante, que en el imperio romano se reservaba a los esclavos (servile suppliciun)

Y finalmente, ¿de qué murió Jesús?

El efecto principal de la crucifixión, aparte del tremendo dolor, era la imposibilidad de llevar a cabo una respiración normal. Particularmente el problema está en exhalar el aire de los pulmones.

El peso del cuerpo, tirando hacia abajo  mientras Jesús colgaba por los brazos y hombros extendidos, hacía que sus músculos intercostales le mantuvieran en estado de inhalación. Es decir, es como si coges aire y mantienes los brazos en cruz, ligeramente por encima de tu cabeza. Notarás que te cuesta soltarlo, exhalar el aire.

De esta manera, la exhalación de Jesús era diafragmática, y la respiración muy leve. Probablemente con una respiración tan leve pronto se produciría un envenamiento por hipercarbia (exceso de ácido carbónico en sangre), lo que le produciría acidosis respiratoria. Esta rápida acidosis le produjo a Jesús los siguientes síntomas: Confusión, agotamiento, letargo, dificultad para respirar y somnolencia.

El desarrollo de calambres musculares o contracciones tetánicas (producidas por una contracción mantenida), debido a la fatiga y la hipercarbia, afectarían aun más la respiración.

Jesús, para poder soltar el aire tenía que incorporar el cuerpo empujándolo hacia arriba con los pies, apoyándose en los clavos y al mismo tiempo flexionando los codos. Obviamente esta maniobra colocaría el peso total del cuerpo en los tarsales y causaría un tremendo dolor. Más aun, la flexión de los codos causaría rotación en las muñecas en torno a los clavos de hierro, y provocaría un enorme dolor a través de los nervios lacerados.
El levantar el cuerpo, este rasparía dolorosamente las espaldas contra el estípite. Los calambre musculares y la parestesia (sensación o anormal de cosquilleo, calor o frío que se experimenta en la piel) de los brazos abiertos y doblados se agregarían al malestar. Como resultado de esto, cada esfuerzo de respiración se volvería agonizante y fatigoso, y eventualmente llevarían a la asfixia.

La causa real de la muerte por crucifixión de Jesús fue debida a múltiples factores. La más probable debió ser una mezcla de shock hipovolémico (por pérdida de sangre) y asfixia por agotamiento.

 


Fuentes: http://www.fluvium.org
Anatomía de una Crucifixión

Sección: CINE, Divulgación médica, Mi Diario, Primero de Medicina Aquí se habla de: anatomía, cine, crucifixión, estrés, forense, Gemita, Jesús de Nazaret, medicina legal, tortura

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¿Por qué decidí estudiar Medicina?

Lo cierto es que es un deseo que atesoro desde que era niño. Tan niño que ni siquiera lo recuerdo con claridad. Tal vez tenga algo de «culpa» mi tía Fátima, que me regaló el hospital de Famobil (Playmobil en otros países). O quizás me influyera mi primer médico (entonces se llamaban «médicos de cabecera»), don Ricardo, que me inculcó el amor por la Medicina a base de humor y cariño.

«Sólo el médico y el dramaturgo gozan del raro privilegio de cobrar las desazones que nos dan».
Santiago Ramón y Cajal

Así pues, sin don Santiago lo dice, tiene que ser cierto. De dramaturgo ya ejercí, ¡atento mundo sanitario, que voy!

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