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DEL CINE AL HOSPITAL

Blog de un estudiante de Medicina. Un cineasta entre batas blancas.

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Estar moreno y tomar el sol: ¿una ventaja?

18 junio, 2021 escrito por Óscar Parra Deja un comentario

Hace un tiempo, charlando con una amiga de Gemita que adora tomar el sol y que mantiene un envidiable bronceado gran parte del año, olvidé hablarle de un estudio publicado en The Journal of the American Osteopathic Association que ha llegado a la conclusión de que las personas que tienen un alto nivel de melanina en la piel (los que se ponen morenos con más facilidad, para entendernos) tienen la falsa creencia de que están más protegidos frente al sol. Vamos, que creen que es una ventaja. Y la única ventaja es para el melanoma…

Estar moreno no te protege del sol.

No, no están protegidos. De hecho tienen un mayor riesgo precisamente por esa falsa sensación de seguridad. Que nos quede claro a todos: por estar moreno no estás más protegido.

El melanoma no entiende de modas; entiende de números. Según la Sociedad Americana contra el Cáncer, en este año 2021 más de 106.000 personas serán diagnosticadas de melanoma y unas 12.000 morirán a lo largo de estos doce meses. No olvidemos que el melanoma es el responsable del 80% de las muertes por cáncer de piel.

Un hermoso bronceado, ¿verdad? ¡No!
Un hermoso bronceado, ¿verdad? ¡No!

Edad y cáncer de piel.

Es cierto que, a medida que envejecemos las posibilidades de cáncer aumentan. Bueno, también aumentan las de que nos toque la lotería o las de encontrar la verdadera felicidad, no seamos fatalistas. Pero también es verdad que mucha gente joven ve el cáncer de piel como «algo que le pasa a la gente mayor». Nada más lejos de la realidad. Yo mismo he conocido casos de melanoma en personas menores de 30 años. Y de hecho, en Estados Unidos, el pasado año se diagnosticaron 2400 casos de melanoma en personas de entre 15 y 29 años.

Afortunadamente el melanoma es un cáncer con una tasa de cura altísima. Sobre el 93% de los pacientes se libran de la muerte pero de lo que no se libran es del dolor, el miedo y la amenaza el resto de sus vidas. Y la mayor parte podrían habérselo evitado simplemente siendo conscientes de que, nuestro querido Sol, no es tan amigable como nos parece.

¿Y si me doy rayos UVA?

Estoy seguro de que has escuchado que, tomar rayos UVA en una cabina es más seguro que tomar el sol directamente. Sí, todos lo hemos escuchado. ¡Yo mismo he acudido en algunas ocasiones (bueno, en realidad en 3 nada más) a esos sitios! Pero… Lamento esta bofetada de realidad: una sesión de bronceado UVA aumenta el riesgo de desarrollar melanoma en un 20 por ciento. De hecho, un estudio detectó que los pacientes diagnosticados de melanoma de 18 a 29 años se habían estado dando rayos UVA en cabinas de bronceado. Y un escandaloso dato más: en algunos lugares, el 76 por ciento de los melanomas son atribuibles al uso de rayos UVA en salones de belleza. Es cierto que, en alguna medida, los rayos UVA de cabina pueden tener menos potencial para causar daños pero, ¡es que también los clientes se los dan más veces! O sea, es un poco como ocurría en los años 80 con los cigarros light; que tenían menos nicotina pero claro, el fumador se fumaba más cigarros…

¿Cómo tomar el sol?

Tan solo siguiendo unos sencillos pasos podrás tomar el sol con cierta seguridad.

  1. Usa crema con protección solar de, al menos 30 FPS. Por debajo de esa cifra solamente te protegen de quemaduras, pero no del cáncer.
  2. Lleva un sombrero, mejor que una gorra. Cuanta menos superficie ofrezcas al sol, mejor.
  3. No permanezcas al sol entre las 10:00 AM y las 16:00 PM. O sea, madruga un poco y a las diez de la mañana te vas a casa. Por la tarde puedes tomar el sol después de las cuatro.
  4. Usa gafas de sol y procura que sean buenas, ya me entiendes…

En fin, que me sumo al eslogan que propone el investigador Sergey Arutyunyan: «Estar sin broncear es el nuevo bronceado de moda».

Sección: Cuarto de Medicina, Divulgación médica, Mi Diario Aquí se habla de: blog estudiante medicina, bronceado, cáncer de piel, delcinealhospital, factor protección, Gemita, melanoma, sol, tomar el sol

¿Es malo lavarse el pelo a diario?

22 mayo, 2021 escrito por Óscar Parra Deja un comentario

Recopilo aquí la información aprendida en el Curso de Dermocosmética ofertado por la Universidad Complutense de Madrid, en el que he tenido el gusto de participar. La clase magistral del doctor López Bran sobre tricología (la parte de la Medicina que se encarga del pelo y el cuero cabelludo), me encantó y todos sacamos valiosísima información al respecto.

Así las cosas, vamos a descifrar la eterna pregunta: ¿es malo lavarse el pelo a diario?

Una respuesta rápida sobre lavarse el pelo a diario.

No. No es malo lavarse el pelo a diario, de hecho, todo lo contrario. Vamos a ver lo que opina el doctor López Bran, eminencia de nivel mundial en asuntos de pelo.

Seguramente has escuchado alguna vez que no es bueno lavarse el pelo todos los días. Son muchas las personas que todavía creen que lavarse el cabello con frecuencia puede desencadenar diferentes problemas como una mayor caída del pelo o la aparición de grasa o de caspa en el cuero cabelludo. Sin embargo, estas creencias constituyen un mito. De hecho, es más bien todo lo contrario, esta práctica debería entenderse como algo habitual dentro de la rutina de higiene personal.

Aquí, con mi pelo lavado con Fairy.

Dos argumentos a favor.

Existen dos argumentos que explican a la perfección este hecho. Obviamente, la primera razón es mantener una higiene personal adecuada, lavar el pelo nos ayuda a eliminar la suciedad del ambiente que se deposita sobre el cuero cabelludo u otras descamaciones o secreciones típicas de esta zona de nuestro cuerpo. Pero, además, hoy en día utilizamos con frecuencia diferentes productos para dar forma y moldear el cabello. Compuestos que pueden dejar restos sobre el cuero cabelludo y que deben eliminarse mediante el lavado.

Pero Óscar, es que, cada vez que me lavo ¡se me cae un montón!

Sí, lo sé, lo sé, a todos nos ocurre. El doctor López Bran y otros muchos dermatólogos recomiendan lavarse el cabello cada día, pero me consta que es una premisa que todavía hoy sigue generando rechazo entre la población. Una gran mayoría de personas observan como con la higiene diaria pierden muchos pelos, creyendo erróneamente que retrasar el lavado puede suponer una menor pérdida de cabello.

Esta creencia puede ser entendible, pero es totalmente errónea. El pelo que se desprende al ducharnos o al peinarnos son los pelos muertos que se caen como consecuencia de la manipulación, pero que ya han entrado en la fase de caída por sí solos. El lavado del cabello se vuelve una cuestión fundamental a la hora de seguir cualquier estrategia para tratar de frenar o acabar con un problema de alopecia.

Evidentemente, es importante elegir un champú adecuado. En caso de no contar con alguna alteración en la salud capilar, lo más conveniente es elegir un producto neutro, especialmente pensado para un uso frecuente.

Cuando, en cambio, presentemos un cuero cabelludo graso o con presencia de caspa, podemos alternar la utilización de un champú neutro con uno “regulador” para conseguir un pelo sano y brillante. Hasta no hace mucho tiempo, usar este tipo de productos podía desencadenar un efecto rebote en nuestro pelo, pero este hecho ya es cosa del pasado, cada vez es más fácil cuidar y proteger nuestra salud capilar.

Otra posibilidad es que nuestro pelo luzca seco, sin vida y quebradizo, en cuyo caso será interesante aplicar una mascarilla para hidratar el pelo y conseguir los mejores resultados posibles. El objetivo no es otro que lucir un cabello sano y brillante para lo que será necesario lavarlo con frecuencia.

Una curiosidad de cine.

La mayor parte de las personas de este planeta han visto la película Pretty Woman. En dicho film hay una mítica escena con la actriz bañándose (como veis en la imagen también se había lavado el pelo). Pues bien, para lograr mantener la espuma durante el tiempo del rodaje se usó detergente industrial. Las cantidades y la agresividad del mismo fue tal que la actriz comenzó a perder el rojizo tinte que cubría su cabello. Naturalmente hubo que parar el rodaje, calmar a la señora Roberts del ataque de nervios , teñir de nuevo el pelo de la artista y volver a comenzar el proceso. Os lo cuento como curiosidad y porque, cuando un servidor era más joven, llegué a lavarme el pelo con gel de lavar platos, vamos, con Fairy… No sé cómo puedo conservar el pelo a día de hoy… ¡O a lo mejor ese era el secreto! 🙂

Julia Roberts en la escena de la bañera.

Sección: CINE, Cuarto de Medicina, Divulgación médica, Medicina Estética, Mi Diario Aquí se habla de: blog estudiante medicina, estudiante de medicina, Gemita, Julia Roberts, López Bran, medicina estética, pelo, pérdida de pelo, tricología

5 anécdotas que he vivido en Medicina y una muy sexual…

15 abril, 2021 escrito por Óscar Parra Deja un comentario

La verdad es que el trato con los pacientes es un mundo aparte. A mí particularmente, me encanta. Pero es cierto que hay muchos médicos a los que, directamente, no les gusta. No pasa nada, para eso hay especialidades como Anatomía Patológica o forense…

Cinco curiosidades con pacientes.

Os voy a contar cinco curiosidades que he vivido en estos años de Medicina. Y una de ellas, totalmente sexual.

  1. «A mí es que no me gusta tomar pastillas». Esa es una de mis frases preferidas. ¿Pero es que a alguien le gusta medicarse? Siempre que escucho esto, sonrío y recuerdo a un tipo que conocí en mi mundo cinematográfico. Pues bien, la cosa es que el susodicho se excusó de acudir al tanatorio a acompañarme en el velatorio de mi tío Pepe, diciendo: «Perdona por no ir, pero es que a mí no me gustan los tanatorios». No puede callarme y se lo dije: «A mí tampoco».
  2. «No, doctor. Esta es la primera vez que me operan de algo». Decía el terrible y televisivo doctor House que, el paciente siempre miente. No estoy de acuerdo. Pero la realidad es que, algunos (¿demasiados?), sí lo hacen. Algo que me resulta incomprensible. Lo más bárbaro que he visto fue que, en mitad de una rinoplastia, el cirujano tuvo que extraer cartílago de la oreja del paciente. Algo que, por cierto, se hace con frecuencia. Cuando abrió nos encontramos con la sorpresa. ¡El tipo se había operado también las orejas y por tanto su cartílago era casi inexistente! Naturalmente, al revisar el historial del paciente, éste había negado todo tipo de intervención quirúrgica. ¿El resultado? Hubo que extraer cartílago también de la otra oreja. Si lo hubiese dicho, directamente no se le habrían abierto las orejas y se habría cogido lo necesario de una de sus costillas. Resumen: no mientas al médico, ¡que es peor para ti!
  3. «Doctor, no me mande esas pastillas, que ya estoy tomando unas del herbolario». ¿Qué decir en este caso? Pues nada, caballero. Es usted muy libre… O esta, que también me parece maravillosa: «Quería comentarle una cosa, voy a dejar de tomar los antidepresivos. Llevo un mes y desde hace una semana más o menos estoy mucho mejor porque estoy acudiendo a un amigo homeópata que me está tratando«. Os voy a contar algo: los antidepresivos no son de efecto inmediato. Hacen efecto a las tres semanas de tratamiento… Pero oye, que la homeopatía era lo que estaba solucionando la depresión…
  4. En Urgencias… «Es que esta tarde he comenzado a sangrar por la nariz y he leído en Google que podría ser un síntoma de cáncer o de ictus…». Comprensible, lo reconozco. Pero en un mundo en el que, cada vez más, nos movemos hacia una visión personalizada de la Medicina, leer en Internet solo puede llevarte al desastre. No, entre las miles de causas de una epistaxis (sangrado por la nariz), el cáncer ocupa las últimas posiciones en probabilidad.
  5. Y para el final dejo una consulta que me dejó perplejo. Una paciente acude a revisión de una dolorosa fisura anal. Tras examinarla y constatar que la fisura presentaba ya buen aspecto, mientras se terminaba de subir los pantalones, la señorita nos confesó algo del todo inesperado para mí: «La verdad es que desde que mi novio me da por detrás, voy mucho mejor de la fisura». Me quedé atónito. No por la confesión en sí; las prácticas sexuales de cada persona son un mundo aparte y muy particular. Lo que me dejó atónito fue que la paciente pensase que, con una fisura en el ano, el hecho de practicar sexo anal estuviese favoreciendo su curación. Naturalmente no dije nada.  Asentí con cara de póker mientras me deshacía de los guantes. Al marcharse, miré a la médico con una expresión de, ¡¡¡Pero doctora, ¿qué está diciendo esta mujer?!! Lo mejor estaba por llegar. La doctora, con gesto circunspecto, afirmó. «Sí, la paciente tiene razón, Óscar». Mi cara era un poema. La mandíbula me colgaba hasta casi tocar mi esternón. Ante mi cara de asombro, la mujer sonrió. «Sí, mira. El hecho de practicar sexo anal logra que la zona se irrigue con más frecuencia, lo que hace que la fisura reciba un mayor aporte de sangre y eso contribuye a su curación.» Fue una gran lección. De hecho, según me contó, en ocasiones a los pacientes con ese problema se les introducen dos dedos en el ano, precisamente para provocar esa hiperemia en el ano y acelerar la curación. Ver para creer.

 

Y a ti, ¿qué es lo más curioso que te ha pasado en el médico?

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Dos meses en oncología; mírame a los ojos…

14 abril, 2021 escrito por Óscar Parra Deja un comentario

Termina mi rotación por el Servicio de Oncología en un hospital público de España. Y os quiero contar un poquito lo que se vive ahí, cómo es el día a día.

Oncología no es sinónimo de muerte.

Reconozco que ha habido días duros. Muy duros. Jornadas en las que pensaba, ¿de verdad esta persona tan llena de vida no va a llegar a Navidad…? Y ahí, de veras, ahí sí te vienes un poquito abajo. Pero se contrarresta con la sensación de triunfo, con el brillo chispeante en los ojos de un paciente al que se le comunica que está curado.

Por otro lado las estadísticas están ahí. En España, el 55,3% de los hombres y el 61,7% de las mujeres con cáncer, se curan. Y otro dato que no quiero dejar pasar, el 40% de los tumores se pueden evitar. Piensa esto la próxima vez que saques el paquete de tabaco… En cuarenta años los porcentajes de cura se han duplicado Si quieres más datos, aquí tienes un informe estupendo de Sociedad Española de Oncología Médica.

Célula de cáncer de próstata en una imagen de escáner coloreada
Célula de cáncer de próstata en una imagen de escáner coloreada

¿Cómo es el día a día en un Servicio de Oncología?

Os cuento. Lo primero que haces, nada más llegar por la mañana, es quitarte tu ropa y plantarte el pijama del hospital. Verdaderamente es comodísimo, pero claro, tiene su cara B… Con el paso de los días acabas yendo al hospital casi de cualquier manera porque, total, ¿te vas a arreglar a tope para media hora? El primer día me enfundé unos sencillos vaqueros y alguna camiseta decente. Lo de peinarme es algo que, a la vista está, no va conmigo. Pero en fin, «arreglaillo«. Al paso de las semanas terminé acudiendo en chándal y con la primera camiseta de andar por casa que agarraba a las 6:15 de la madrugada, que es cuando me levanto. De hecho lo comenté con los compañeros y me reconocieron que hace mucho que no se compran ropa. Al final, cuando sales de allí de esa guisa, no se sabe si vienes de atender a pacientes o de robar carteras en el metro de Madrid.

Pero sigamos. Ya te has puesto el pijama. Llega el momento de la doble mascarilla. Primero la FFP2 y, encima de esta, la quirúrgica. La sensación en las orejas es demoledora. Me faltaba colgarme el paraguas en una oreja y la mochila en la otra.

Con tu ropa de andar por casa y ya con el pijama.
Con tu ropa de andar por casa y ya con el pijama.

El comité de tumores.

Decía que, ya enmascarillado, acudes al Comité de Tumores. ¿Y eso qué es? Pues una reunión. Todos los días se juntan, durante al menos media hora, varios médicos de diversos departamentos para presentar casos de pacientes y dilucidar, entre todos, qué hacer para tratar de ayudar al enfermo.

Acabada la reunión te diriges a la cafetería con el listado de pacientes en la mano. Un ligero tentempié y a trabajar. Como curiosidad os cuento que es difícil encontrar comida menos sana que la de los hospitales. Es algo que me llama la atención muchísimo. Palmeras de chocolate, panceta, bollería industrial a toneladas… Una auténtica paradoja. El día menos pensado me encuentro una máquina expendedora de tabaco en la sala de espera de oncología…

La consulta.

Aquí el día a día es un tanto anodino. La mayor parte de los pacientes vienen a revisión. Con miedo, claro está. Y lo cierto es que, casi siempre salen de la consulta con una sonrisa. ¡Todo sigue bien, sigamos! Me he preguntado si no sería un gesto precioso que, la tarde antes de acudir a la consulta, el médico les llamase por teléfono. Una sencilla llamada para decirles: Buenas tardes, soy tu oncólogo. Escucha, acabo de ver tu TAC y todo está bien. Así pues, ¡duerme tranquilo! Mañana nos vemos y lo comentamos. ¿Verdad que sería hermoso? ¡Ahorrar una noche de sufrimiento a una persona, también es cuidar! ¿No os parece?

La planta.

Pasar planta es justamente eso: visitar a los enfermos oncológicos ingresados por alguna complicación. Antes de comenzar hay otra pequeña reunión con las enfermeras en las que se comenta el estado de cada paciente. ¡Con qué cariño tratan las enfermeras a sus pacientes! En esa mini-reunión se comenta si el enfermo ha pasado buena noche, si está animado o no, y por supuesto una serie de parámetros técnicos. Terminada esa mesa redonda, llega el momento de la verdad.

Planta de oncología de un hospital español. Foto: Eulogio García.
Planta de oncología de un hospital español. Foto: Eulogio García.

Cama a cama: visitando a los pacientes.

A pesar de su dureza, es la parte que más me ha emocionado. Antes de entrar a cada habitación tienes que llevar a cabo una liturgia pesada, pero necesaria. Ponerte una bata protectora desechable. Sobre la bata, un mandil plástico. Después un gorro para cubrir tu cabello. Llega el momento de los guantes. Primero unos estériles que te cubren gran parte del antebrazo y, sobre esos, otros normales, de esos azules de toda la vida. Afortunadamente me enseñaron el truco de echar un poquito de gel hidroalcohólico en los segundos para que se lubriquen y te los puedas poner mejor; y menos mal, porque de lo contrario, tal vez seguiría allí tratando de colocarme el doble guante.

Ya estás listo para entrar a ver a tu paciente. Te diriges a la puerta, llamas y entras. Y allí, en ese instante en que cruzas tu mirada con la suya, algo te sobrecoge. Porque el paciente oncológico no es un tipo de paciente; no hay un modelo estándar, es como cuando dicen «cine español», ¡no es un tipo de cine, hacemos de todo! Pues esto es parecido, cada paciente, es una persona. Con su vida, sus ilusiones, sus alegrías y sus temores. Personas que se han encontrado con el cáncer en un momento de su vida.

Ganas de vivir.

Sus ganas de vivir. La mayoría de mis queridos pacientes desprendían unas inmensas ganas de vivir… Después de todo, creedme, no hay una edad buena para tener cáncer. Ni aquella mujer de 39 años recién diagnosticada de un horrible carcinoma inflamatorio de mama, ni el firme caballero de casi 90 con su carcinoma urotelial que, tanto me recordó a mi añorado tío Pepe. Ninguno querría haberse encontrado de frente con este enemigo. Y por supuesto, ambos tienen unas intensas ganas de vivir.

Pero mentiría si no os contase que he visto de todo. Personas agarradas a una esperanza que, en ocasiones, tú sabes que es vana. En esas circunstancias, tu silencio a sus frases de esperanza acaba pesando. Mucho. Esa mirada clavada en tu mirada. Ese «mírame a los ojos y dime que me voy a curar», sin palabras. Y ahí estás tú, un pobre estudiante de Medicina, pensando, por favor, no me pidas que asienta, no me pidas que confirme una esperanza que, me consta, no es cierta. Esto, os lo juro, es lo más duro que me ha tocado vivir.

Sí, porque a pesar de ser muy cinematográfico, el momento ese de «tiene usted cáncer», no lo he visto ni una sola vez. Y es que, amigos, la gente no es imbécil. Cuando alguien va al médico porque lleva tres meses con sangrados rectales y ha perdidos seis kilos, ese alguien sabe que la cosa va en serio. No se va a sorprender demasiado ante un diagnóstico que, en su fuero interno, se temía.

Otras veces he encontrado a seres humanos resignados a su destino; sin más ilusión que la de vivir otro día con el menor dolor posible. Es aquí cuando, una palmada en la espalda y una sonrisa con los ojos, dice más que el mayor tratado sobre relaciones humanas que jamás se haya escrito.

Y sí, también he hallado a gentes alegres cuyo encontronazo con esta enfermedad es un simple contratiempo en una vida plena.

¿Tristeza?

En contra de lo que se cree, en la planta de oncología no reina la tristeza. Los pacientes, prácticamente todos, conocen su enfermedad y sus posibilidades, así pues la meta que tienen es seguir adelante. Nadie habla de la muerte. ¿Para qué? Después de todo, ¿alguno de nosotros va a vivir eternamente?

Los tumores que más he visto.

Pues de todo un poco. Los de mama, la mayoría con un pronóstico estupendo. Mujeres con ganas de salir adelante que soportan los tratamientos con la esperanza de seguir viendo amanecer. Los tumores de cabeza y cuello, típicos de fumadores y bebedores. ¡Aquí es donde he encontrado a tipos realmente divertidos! No puedo dar nombres, obviamente, pero me he reído mucho con el humor sincero, seco y negro de alguno de estos fumadores y bebedores profesionales. Digestivos, como el de colon, o el de páncreas. En fin, un poco de todo.

Y de todos he aprendido algo. No de los tumores, esos se pueden ir a la mierda. Esos están en los libros. De quién he aprendido es de cada paciente. Todos ellos con sus ojos llenos de agradecimiento, con sus palabras amables y sus gestos cariñosos, me han recordado, día tras día, la razón por la que escogí esta profesión: por ellos.

Sección: Cuarto de Medicina, Divulgación médica, Mi Diario Aquí se habla de: blog estudiante medicina, cáncer, carcinoma urotelial, estudiante de medicina, Inspiración, muerte, oncología, rotación, SEOM, Sociedad Española de Oncología Médica, Tío Pepe

El estrés crónico y herramientas para eliminarlo según la Medicina.

7 abril, 2021 escrito por Óscar Parra Deja un comentario

Es una certeza médica que, el estrés crónico nos hace pagar un alto peaje en el cuerpo: contribuye a todo lo malo, desde la presión arterial alta y las enfermedades del corazón a la ansiedad, los trastornos digestivos y la cicatrización lenta de una herida.

Y lo cierto es que, ya en primero de Medicina nos explicaron que, el estrés es capaz de interferir en multitud de procesos inmunológicos. Y eso, créeme, no es buena cosa…

Gestionando el estrés

La gestión del estrés ayuda a controlar muchas enfermedades crónicas o a reducir el riesgo de desarrollarlas.

Dejando de  lado el tratamiento farmacológico, tremendamente efectivo y del que me declaro un firme defensor, vamos a hablar de cómo tratarlo sin fármacos. Pero ojo, que un buen ansiolítico es fabuloso.

Para mejorar el estrés todo el mundo te dirá que hagas ejercicio regularmente, que mantengas una dieta saludable y que duermas bien. Sí, genial, pero hay algo más que podemos hacer desde ya mismo: ¡Relajarnos!. Genial Óscar, suena guay pero, ¿cómo me relajo con el pedazo de estrés que tengo…?

Unos datos del estrés.

Antes de nada vamos a conocer unos pocos datos sobre el estrés.
Relajarnos contribuirá a bajar la presión arterial, la frecuencia cardíaca, la frecuencia respiratoria y los niveles de hormona del estrés.
Según el doctor Darshan Mehta, director médico del Instituto Benson-Henry afiliado al Hospital General de Harvard General en Massachusetts, «Al relajarnos se segregan hormonas beneficiosas y se reduce la actividad de los genes dañinos».

En la última década, varios estudios del Instituto Benson-Henry han demostrado los beneficios reales de la relajación y han encontrado los siguientes efectos:

  • Presión sanguínea. La relajación puede activar genes asociados con la dilatación de los vasos sanguíneos y reducir la actividad de los genes asociados con el estrechamiento de los vasos sanguíneos y la inflamación. «Aumenta la producción de óxido nítrico, que aumenta la elasticidad de los vasos sanguíneos y los relaja», dice el Dr. Mehta. Eso puede ayudar a bajar la presión arterial.
  • Glucemia. La relajación puede mejorar la actividad de la insulina mediante la activación de genes que ayudan a controlar el azúcar en la sangre.
  • Digestión. La relajación puede reducir la actividad de genes directamente relacionados con los procesos de la enfermedad inflamatoria intestinal (incluyendo la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa). «El estrés estimula el tracto digestivo, que puede causar diarrea o náuseas.» La respuesta de relajación devuelve el movimiento gastrointestinal a un estado equilibrado «, explica el Dr. Mehta.
  • Inflamación. La relajación parece desactivar los genes implicados en la inflamación, y la respuesta al estrés en sí», dice el Dr. Mehta.
    Mientras que necesitamos la inflamación para combatir la infección y curar el cuerpo, el estrés crónico pone el cuerpo en un estado constante de inflamación. Eso puede aumentar la acumulación de placa dentro de las arterias coronarias, lo que puede aumentar el riesgo de ataque cardíaco, accidente cerebrovascular y dolor en el pecho, y también puede desencadenar el crecimiento celular no regulado, lo que contribuye al riesgo de cáncer.

Que sí Óscar, que sí, que todo eso está muy bien pero, ¿CÓMO DEMONIOS ME RELAJO?. Vale, vale, estas son las pautas.

Pasos para relajarse y acabar con el estrés.

  1. Siéntate en un lugar tranquilo con los ojos cerrados, bueno, ciérralos una vez que estés sentado, que tampoco es plan de ir dándose golpes con los muebles hasta sentarnos.
  2. Respira profundamente. Relaja tus músculos y silenciosamente repite una palabra, frase, sonido o una breve oración que te guste una y otra vez. Por ejemplo, puedes decir la palabra «paz». Si te vienen pensamientos de cualquier tipo no te preocupes, ya se irán, tu céntrate en la palabra o en el sonido que hayas escogido. Practica esto durante 10 o 15 minutos al día. Cuanto más a menudo practiques esta relajación, más beneficio verás con el tiempo.
  3. Respiración focalizada. Hay que centrarse en hacer  respiraciones lentas y profundas. Asegúrate de que tu vientre se mueve hacia dentro y hacia fuera mientras respiras.
  4. Exploración corporal . Concéntrate en una parte del cuerpo. Imagínate esa parte cálida y relajada, imagina que está liberando tensión en esa área. Pasa a otra parte del cuerpo y repite el proceso. Comienza pensando en los hombros o el cuello.
  5. Imágenes guiadas . Crea una escena que te sugiera calma en tu mente, que te haga sentir relajado. Puede ser un lugar o una experiencia vivida en el pasado. Permite que tus sentidos se involucren imaginando los olores que estás encontrando. ¿Recuerdas algún olor que te recuerde a tu infancia como el de la madera quemada en la lumbre?. Disfruta de esa escena durante unos minutos.

Como ves son solamente cinco puntos, ¿no vas a encontrar media hora al día para ti?
Puede que te preguntes si la relajación puede prevenir problemas de salud, o incluso revertir los problemas de salud que ya han aparecido. El doctor Mehta opina que, «Es alentador, y estamos estudiando esa pregunta ahora, pero todo apunta a que sí».

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¿Por qué decidí estudiar Medicina?

Lo cierto es que es un deseo que atesoro desde que era niño. Tan niño que ni siquiera lo recuerdo con claridad. Tal vez tenga algo de «culpa» mi tía Fátima, que me regaló el hospital de Famobil (Playmobil en otros países). O quizás me influyera mi primer médico (entonces se llamaban «médicos de cabecera»), don Ricardo, que me inculcó el amor por la Medicina a base de humor y cariño.

«Sólo el médico y el dramaturgo gozan del raro privilegio de cobrar las desazones que nos dan».
Santiago Ramón y Cajal

Así pues, sin don Santiago lo dice, tiene que ser cierto. De dramaturgo ya ejercí, ¡atento mundo sanitario, que voy!

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