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DEL CINE AL HOSPITAL

Blog de un estudiante de Medicina. Un cineasta entre batas blancas.

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¿Cómo enseñan a los médicos a dar malas noticias?

18 marzo, 2019 escrito por Óscar Parra 4 comentarios

Este año estoy cursando una asignatura de nombre curioso: «Bases psicológicas de los estados de salud y enfermedad».  Y bajo él se esconde una de las asignaturas más necesarias de la carrera. El trato con el paciente, el día a día, la parte emocionante y emocional de la Medicina.

Malas noticias.

En la vida de un médico, tarde o temprano, llega el momento. Hay que dar malas noticias y cuanto antes nos enseñen a hacerlo, mejor.

Así pues, hace una semana, el doctor Julio Zarco nos sometió a una prueba en la que, él mismo, ejercía de paciente al que había que darle una muy mala noticia…

Sí, yo sabía que no era real. Pero el doctor lo hizo tan bien… Que, llegado el momento, se me hizo tremendamente cuesta arriba.

Dar malas noticias en Medicina.
Dar malas noticias en Medicina.

Ante ti, parloteando y nervioso, un hombre, un ser humano con su vida e ilusiones, con sus aciertos y fracasos, te observa. Porque el paciente te estudia, te analiza, está atento al menor gesto. Y ahí estás tú, con un papel entre tus  manos en el que se le pone fecha de cierre, punto y final a la vida de esa persona.
Y se lo tienes que decir.
Y no sabes ni como empezar.
Y él sabe que tú, algo sabes.
Y, por momentos parece que no quiere saber, que hace lo indecible para llevar la conversación por cualquier vereda que le aleje del momento. De ese terrible momento. Y entonces, ocurre.

Se lo dices. Sin demasiados rodeos. Con todo el tacto que se puede tener al decirle a otra persona que va a morir pronto. Y el silencio. Ese silencio. Un silencio que se convierte en un grito oscuro en tu cabeza. ¿Y el paciente? ¿Os habéis parado a pensar en lo que pasa por la cabeza del paciente en ese preciso instante? Un océano de sensaciones, sentimientos, recuerdos y miedos. Tantos miedos. Pero solo uno en realidad: el miedo a morir.

Aprendiendo a dar malas noticias.

Lo cierto es que no existe un modo bueno de hacerlo. Existen maneras de actuar respetando el dolor y la intimidad del paciente. Nunca lo hagas en un pasillo, por supuesto, jamás por teléfono. Busca un sitio confortable, permite que el paciente experimente las sensaciones que necesite. En resumen: haz lo que un ser humano sensible debe hacer; haz lo que a ti te gustaría que hiciesen contigo. Se claro y veraz. No es momento de falsas esperanzas. Guarda silencio. Muestra, con tu presencia, que estás ahí, que vas a ayudarle. Los pacientes nunca se desahucian.

La cercanía, tan fundamental. Pero con respeto: no todos las personas lo entienden igual.
La cercanía, tan fundamental. Pero con respeto: no todos las personas lo entienden igual.

Los médicos, casi nunca curan. Alargan la vida en el mejor caso. En el peor, deben, cuando menos, estar.

Al paciente le van a surgir muchas dudas. Hay que estar ahí para responderlas. Si las sabes. Y si no las sabes, dile que desconoces la respuesta. Pero no huyas. Nunca huyas. Eres su médico, en ese instante, tal vez su única agarradera a un mundo que, para él, prepara el telón que indica el fin de la función.

El silencio.

Os he contado lo duro del silencio. De ese silencio en concreto. Pero, en esta ocasión, es todo cuanto puedes aportar. Evita palabras estúpidas, huye de las frases hechas y, si vas a abrir la boca, mira bien lo que vas a decir. A las personas nos cuesta mucho guardar silencio en momentos así. Porque es incómodo. Porque a nadie le agrada el sufrimiento. Ni el propio ni el ajeno. Y por otra razón más. Íntimamente, la muerte de un ser humano, siempre te enfrenta a la tuya propia…

Sección: Divulgación médica, Segundo de Medicina Aquí se habla de: blog estudiante medicina, estudiante de medicina, Inspiración, Julio Zarco, malas noticias, UCM

Ensayo Clínico Beethoven: la batalla final contra los acúfenos.

13 enero, 2019 escrito por Óscar Parra 18 comentarios

Ya han pasado casi tres años desde que sufrí acúfenos y, aún hoy, cada vez que escucho un pitido, automáticamente y como activado por un resorte aterrador, me tapo los oídos para comprobar que no sea yo el que está produciendo el infernal pitido. Afortunadamente, en un segundo todo vuelve a la normalidad: no, no soy yo. Pero el miedo, ahí está. El pánico a los acúfenos es algo que, me temo, tendré para siempre. A pesar de que logré curarme y volví a escuchar el silencio, algo que el gran Beethoven, no llegó a disfrutar jamás…

Ciencia y fe.

Tras publicar en este mismo blog, la experiencia de mi curación mediante una terapia propia, y para mi sorpresa, miles de personas me han ido escribiendo. Muchas de ellas comenzaron el mismo tratamiento que usé yo y se han curado. Pero no es suficiente. Inmerso como estoy en mis estudios de Medicina, he tomado la decisión de convertir lo que, hoy por hoy es un artículo de fe, en una razón científica. Ya sabemos cómo se producen los acúfenos. Ahora, vamos a demostrar la curación. Pasemos de la creencia a la razón.

Ensayo clínico Beethoven.

Para ello he puesto en marcha un ensayo clínico que, mediante la aplicación de mi tratamiento a una serie de pacientes, aún por escoger, llegar a una conclusión definitiva, escribir un artículo científico, publicarlo y poner la terapia a disposición de la medicina clínica.

Naturalmente en este tiempo, y habida cuenta de las decenas de testimonios publicados agradeciendo la curación, algunas empresas se han acercado a mí para hablar de negocios. Y no. No quiero que se convierta en el negocio de unos pocos. Por eso he rechazado el dinero y la participación de grandes corporaciones; necesito ser libre, no tener las manos atadas por un contrato a una determinada empresa o entidad. Quiero que mi tratamiento llegue a los miles de afectados por esta tortura.

Que beneficie a los pacientes, en lugar de a sus clientes. - Compártelo       

Así las cosas y tras meditarlo, se ha lanzado una campaña de donaciones para recaudar los 6000 euros necesarios para concluir el ensayo. ¿Para qué necesitamos ese dinero? HAZ CLIC AQUÍ PARA TENER TODA LA INFORMACIÓN. 

¿Por qué se llama Beethoven? Pues en honor a un verdadero genio universal que, tristemente, padeció de este mal. En su correspondencia epistolar se encuentran varios momentos de auténtica amargura al hablar de sus acúfenos.

 

Beethoven sufrió acúfenos.
Beethoven sufrió acúfenos.

Consideraciones finales.

Un ensayo clínico aportará la validez científica necesaria para que, la terapia se extienda como la pólvora en el entorno médico-clínico. Esto hará que dejemos de escuchar «los médicos dicen que, de momento, no hay cura».

Sin ello, solo tenemos un procedimiento del que, muchos pacientes, dicen que les ha funcionado. Y no es lo que queremos. Queremos que sea un hecho comprobable y repetible en laboratorio. Por eso necesitamos el ensayo clínico Beethoven, por eso necesitamos tu colaboración.

Artistas como Santiago Segura, sufren de este problema. Y como él, un 10% de la población.

Santiago Segura, apoyando a nuestro estudio.
Santiago Segura, apoyando a nuestro estudio.

Deseo de todo corazón que podamos llevar a cabo el ensayo y la curación a miles de pacientes. Y eso será, gracias a tu generosidad.

¿Necesitas atención personalizada?

Todos los pacientes no son iguales, algunos demandan una atención más personalizada. Dado que áun ando estudiando Medicina y mi tiempo es muy limitado, no puedo atender a todo el mundo con la intensidad que quisiera. Por eso he creado esta modalidad de consejo personalizado, haciendo clic aquí. ¡Y además ayudas a que progrese el Ensayo Clínico Beethoven!

Sección: Divulgación médica, Mi Diario, Segundo de Medicina Aquí se habla de: acúfenos, acúfenos cura, acúfenos tienen solución, blog estudiante medicina, investigación

Tengo 37ºC, pero vamos a ver, ¿esto es fiebre o no es fiebre? [Flash]

3 enero, 2019 escrito por Óscar Parra Deja un comentario

Para inaugurar el año, y mientras estudio neuro-fisiología y organografía de nervioso, llevo un par de días con una temperatura corporal de 37 y pico grados centígrados. Y claro, surge la duda, ¿pero esto es fiebre o no es fiebre? Mucha gente te dirá que no. Y la verdad es que se llama febrícula, pero vamos, que si te sientes mal, y la temperatura está por encima de 37, algo tienes, se llame como quiera. No estás bien y punto. ¡Que da mucha rabia cuando alguien te dice «eso no es fiebre«!

¿Cómo funciona la temperatura corporal?

Los cambios en la temperatura corporal se detectan a través de unos termorreceptores cutáneos, que son un tipo de neuronas que tenemos en la piel. Esos termorreceptores envían información al hipotálamo, que es una zona del cerebro en la que se almacena el valor de temperatura de referencia para tu cuerpo. O sea, el hipotálamo, digamos, tiene «anotado» en un «cuaderno» la temperatura que debe ser «normal». De manera que, cuando los termorreceptores cutáneos envían la temperatura que tiene tu piel en cada momento, el hipotálamo decide qué es lo que hay que hacer.

  • Si la temperatura es alta en la piel, se activan una serie de mecanismos, para disminuir la temperatura: sudoración, para bajar la temperatura corporal.
  • Si la temperatura es baja en la piel, se activan otros procesos para aumentarla: procesos de vaso-constricción para evitar las perdidas de calor, escalofríos, que generan energía y con ello calor, comportamientos que nos incitan a taparnos, etc.
Vaya, 37.1, ya no puedo ir a trabajar...
Vaya, 37.1º C. Ya no puedo ir a trabajar…

La fiebre.

En este caso lo que sucede es que ese punto de referencia que hemos dicho que tiene «anotado» el hipotálamo asciende. Cuando tenemos una infección, se produce la liberación de ciertos compuestos por el sistema inmune, como prostaglandinas, que alteran ese valor de referencia que tiene «apuntado» el hipotálamo. Y claro, al final tu temperatura asciende porque, ahora, nuestro hipotálamo cree que la temperatura normal son 38 º, por ejemplo.

Posteriormente, cuando la cosa se va solucionando y la fiebre baja, sudamos, ¡porque el hipotálamo ha vuelto a recuperar la anotación original de lo que es una temperatura normal y decide bajar ese calor extra que nos ha dado la fiebre!

Febrícula, fiebre, hiperpirexia.

Al final, es una cuestión casi semántica porque, en todos los casos, te vas a encontrar mal.

Lo cierto es que entre 37º y 37,5º se llama, febrícula, de 37,6º a 39,9º fiebre y de 41º para arriba, hiperpirexia.

A partir de 41º la cosa es grave y hay que acudir, de inmediato a urgencias. (Excepto si eres padre o madre, en cuyo caso, si el niño tiene 37.1º ya acudes a Urgencias al borde del colapso cardíaco y más angustiado que Pinocho en un incendio… Es broma, es bromaaaaaa…)

Con 43º lo normal es que te mueras de una parada cardiorrespiratoria y, si sales adelante, es probable que tengas daños cerebrales permanentes.

Con 45º, que es lo máximo que ha llegado a tener un ser humano, las posibilidades de sobrevivir son casi nulas, pero en fin, que ha habido gente que lo ha logrado.

Termómetros digitales y no digitales.

Voy a decirlo claro. Y además es algo que, el que los ha probado, lo sabe: los termómetros digitales son una verdadera mierd… son poco fiables. Nada fiables de hecho.

Pero claro, desde 2007 están prohibidos los de mercurio (me pregunto como habremos sobrevivido a tantos peligros en la infancia de los 80), así pues, el recambio natural para aquellos maravillosos termómetros son los de galio, que por unos seis euros te garantizan una medición correcta.

Como curiosidad, si tienes en casa alguno de mercurio y se te rompe, no debes barrerlo ni usar la aspiradora. Recoges las bolitas tóxicas de mercurio con celo o cinta adhesiva y ya está. Yo, de pequeño, cuando se rompía alguno, jugaba con las bolitas de mercurio. Me parecía divertidísimo eso de que huyesen cuando acercaba mis deditos. En fin, tal vez eso explique algunas cosas… 🙂

Típico termómetro de galio. Parecido a los de hace años pero sin mercurio.
Típico termómetro de galio. Parecido a los de hace años pero sin mercurio.

A modo resumen: ¿qué me tomo?

La fiebre es un síntoma, no una enfermedad en sí. La mayor parte de las veces se debe a pequeñas infecciones que suelen remitir sin mayor problema. Aún así, existen diversos medicamentos antipiréticos (bajan la fiebre), que te ayudarán. El paracetamol es uno de los más usados, también te vale metamizol (Nolotil para los amigos), aspirina y el ibuprofeno. Todos ellos, además, aliviarán los clásicos dolores articulares de la fiebre.

¡Espero haber despejado alguna duda!

Sección: Divulgación médica, Flash, Mi Diario, Segundo de Medicina Aquí se habla de: blog estudiante medicina, estudiante de medicina, febrícula, fiebre, hiperpirexia, termómetros, termómetros digitales, termómetros galio, termómetros mercurio

Noche de paz: el cortometraje más visto de la Navidad.

21 diciembre, 2018 escrito por Óscar Parra 2 comentarios

Me encanta la Navidad. Si a eso le uno que, durante muchos años me he dedicado al cine, no es de extrañar que haya rodado este cortometraje. Otra de las razones es que no quiero perder ritmo. Parece que, si nada se tuerce, en unos meses, cuando acabe segundo de Medicina, rodaré una serie de televisión sobre la vida de Rocío Dúrcal. Por ello, procuro hacer, de vez en cuando, algún trabajo que me mantenga ágil a mí y engrasado a mi equipo. Así pues, hace unas semanas escribí NOCHE DE PAZ, un cortometraje navideño que se ambienta en la tarde-noche de Nochebuena.

Un fotograma del cortometraje NOCHE DE PAZ.
Un fotograma del cortometraje NOCHE DE PAZ.

Noche de paz.

Así se titula el cortometraje. Siempre me gustó ese villancico, Noche de Paz. El original se escribió en alemán por un maestro de escuela y organista austriaco llamado Franz Xaver Gruber (que a mi siempre me ha sonado a Francisco Javier Gómez) y su título original es: Stille Nacht, heilige Nacht. Se interpretó en la Nochebuena de 1818, ¡hace justamente 200 años!
Desde niño, como digo, me fascinó. Supongo que me recuerda a las Navidades de mi infancia y adolescencia, ¿hay algún recuerdo más hermoso que la Navidad de nuestros primeros años?

¿Y si eres de esos que odian la Navidad?

Sé que muchas personas acaban detestando la Navidad porque, poco a poco, algunas sillas van quedando vacías. Pero yo creo que debemos llenar esas sillas vacías con los recuerdos de aquellos que, años atrás, iluminaron nuestras Navidades. Además piensa en los que sí que están. Un buen ejercicio podría ser recordar a esas personas que nos faltan contando anécdotas divertidas, eso hará que todos lo recuerden con una sonrisa.

Mi añorado tío Pepe, en uno de sus momentos flamencos en la Nochevieja de 1998.
Mi añorado tío Pepe, en uno de sus momentos flamencos en la Nochevieja de 1998.

Por cierto, según nos ha explicado la catedrática de bioquímica, doctora Esquifino, los ritmos circadianos (esto es que, nuestro organismo varía a nivel molecular según sea de día o de noche; o sea por la luz que nos llega) tienen algo que ver con ese posible estado depresivo de algunas personas en Navidad.

La razón es sencilla: la falta de luz hace que nuestro organismo tienda a la depresión y a la tristeza. - Compártelo       
¡Ah, y también es normal que aumente tu apetencia por los dulces!

¿Qué es la Navidad para ti?

Tengo la sensación de que, muchos, olvidamos el verdadero sentido de la Navidad, y esa es otra de las razones por las que he decidido hacer este corto; para recordarme y recordaros, que la Navidad es emoción, familia y recuerdos. Sí, también fiestas, risas, regalos y vacaciones. Pero sobre todo, la Navidad es algo más. Algo que parecemos haber olvidado y que, os lo aseguro, encontraréis en NOCHE DE PAZ.

Colegio Fray Luis de León.

NOCHE DE PAZ se ha rodado, casi íntegro, en el Colegio Fray Luis de León, en Madrid. Un maravilloso colegio de los Pp. Reparadores en los que pasé los años cruciales de mi formación personal, académica y espiritual. Un lugar maravilloso que ocupa un trozo de mi corazón.

Poco más. Dar las gracias a mi colegio, el Fray Luis de León de Madrid, que me puso todas las facilidades del mundo para rodar, a Gemita que siempre está a mi lado y aportando, y a mis técnicos y actores que, como siempre, lo dieron todo. Tengo mucha suerte de tenerlos en mi vida.

Tanto ellos como yo, esperamos de corazón que os guste.

https://www.facebook.com/oscar.parradecarrizosa/videos/2205336226166980/

Si te gusta, ¡¡comparte!!

PD: Si tienes curiosidad por saber cómo se rodó NOCHE DE PAZ, haz clic aquí.


Sección: CINE, Mi Diario, Segundo de Medicina Aquí se habla de: bioquímica, Christmas, cine, Colegio Fray Luis de León, cortometraje, Gemita, Jasón Matilla, Jesús de Nazaret, Joaquín Elena, Luis Fernández de Eribe, Navidad, Navidades, noche de paz, Nochebuena, Padres Reparadores, religión, shortfilm, síndrome silla vacía, Victor Octavio

Tío Pepe, cuatro años sin verte, que no sin ti.

11 diciembre, 2018 escrito por Óscar Parra Deja un comentario

Hoy, cerca de las tres de la tarde, se han cumplido cuatro años sin verte, amado tío Pepe.
Pero no sin ti, porque sigues presente.
Y no, no son simples palabras. Eres una realidad tangible, que puedo palpar en mi vida. El dolor se ha mitigado, sí; no estamos hechos para sufrir eternamente, pero la sensación de pérdida ahí está, perenne, seca, hiriente: aún soy incapaz de creer que, de verdad, no volveré a verte en este mundo.

Te escribo estas líneas al atardecer de este nuevo 11 de diciembre, mientras me sumerjo en tus recuerdos al compás de esta melodía…

https://www.delcinealhospital.com/wp-content/uploads/2018/12/LastButterfly.mp3

La belleza radica en lo fugaz de la misma.

Este año he cursado una asignatura, «Cuidados paliativos», ¡lo que hubiese dado aquella eterna noche de hace cuatro años por saber lo que hoy sé! No habría sufrido viéndote aspirar tus últimas bocanadas de vida, no habría llorado horrorizado ante tu agonía: habría derramado el mismo océano de lágrimas por tu partida, pero sabiendo que no estabas sufriendo.
Hoy, querido tío Pepe, asimilada tu pérdida, sigo pensando que te fuiste demasiado pronto. Pero la belleza radica en lo fugaz de la misma. Tal vez por eso nos gusten tanto las estrellas fugaces, porque somos conscientes de su propia finitud.

De esta instantánea, me faltan dos. Mi querida abuela Sofía y tú, tío Pepe.
De esta instantánea, me faltan dos. Mi querida abuela Sofía y tú, tío Pepe.

Mi tío Pepe no sobrevivió.

Tu maldito cáncer de vejiga no acabó en las tablas de supervivencia que tantas veces revisé. ¡Cuántas veces he llorado sin pensar serenamente en ello! Y ahora, cuatro años más tarde, entiendo que, quizás, ocurrió porque tú no sabías sobrevivir en la vida, tú lo que de verdad sabías, era vivir. Y no es lo mismo.

Decía mi tocayo Wilde que lo menos frecuente en este mundo es vivir, que la mayoría de las personas solamente existen. - Compártelo       
Y tú, querido tío Pepe, no te conformaste con existir, no estabas hecho para sobrevivir, lo tuyo era vivir. Vivir en toda la extensión de la palabra.
Porque tú fuiste sinónimo de vida, tanto que, ni la misma muerte, logró apagar tu sonrisa de nuestros corazones. Tanto que, ni la misma muerte, consiguió borrar tu vida de las nuestras. Tanto…

Han pasado cuatro años. Pero tú, querido tío Pepe, tú sigues aquí, presente en nuestro ahora, cautivándonos con tu ayer y regalándonos sonrisas ante el mañana.

Te quiero, tío Pepe. Con todo mi corazón, te quise, te quiero y te querré, como escribí en aquel postrer mensaje que te envié en esa madrugada de diciembre, para siempre, y como tú, inolvidable para mí.

Sección: Mi Diario, Segundo de Medicina Aquí se habla de: blog estudiante medicina, cáncer, cáncer de vejiga, carcinoma urotelial, familia, Gemita, Inspiración, José Pérez Parra, Modesta Pérez, reflexión, Tío Pepe

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Lo cierto es que es un deseo que atesoro desde que era niño. Tan niño que ni siquiera lo recuerdo con claridad. Tal vez tenga algo de «culpa» mi tía Fátima, que me regaló el hospital de Famobil (Playmobil en otros países). O quizás me influyera mi primer médico (entonces se llamaban «médicos de cabecera»), don Ricardo, que me inculcó el amor por la Medicina a base de humor y cariño.

«Sólo el médico y el dramaturgo gozan del raro privilegio de cobrar las desazones que nos dan».
Santiago Ramón y Cajal

Así pues, sin don Santiago lo dice, tiene que ser cierto. De dramaturgo ya ejercí, ¡atento mundo sanitario, que voy!

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