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DEL CINE AL HOSPITAL

Blog de un estudiante de Medicina. Un cineasta entre batas blancas.

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¿Es malo lavarse el pelo a diario?

22 mayo, 2021 escrito por Óscar Parra Deja un comentario

Recopilo aquí la información aprendida en el Curso de Dermocosmética ofertado por la Universidad Complutense de Madrid, en el que he tenido el gusto de participar. La clase magistral del doctor López Bran sobre tricología (la parte de la Medicina que se encarga del pelo y el cuero cabelludo), me encantó y todos sacamos valiosísima información al respecto.

Así las cosas, vamos a descifrar la eterna pregunta: ¿es malo lavarse el pelo a diario?

Una respuesta rápida sobre lavarse el pelo a diario.

No. No es malo lavarse el pelo a diario, de hecho, todo lo contrario. Vamos a ver lo que opina el doctor López Bran, eminencia de nivel mundial en asuntos de pelo.

Seguramente has escuchado alguna vez que no es bueno lavarse el pelo todos los días. Son muchas las personas que todavía creen que lavarse el cabello con frecuencia puede desencadenar diferentes problemas como una mayor caída del pelo o la aparición de grasa o de caspa en el cuero cabelludo. Sin embargo, estas creencias constituyen un mito. De hecho, es más bien todo lo contrario, esta práctica debería entenderse como algo habitual dentro de la rutina de higiene personal.

Aquí, con mi pelo lavado con Fairy.

Dos argumentos a favor.

Existen dos argumentos que explican a la perfección este hecho. Obviamente, la primera razón es mantener una higiene personal adecuada, lavar el pelo nos ayuda a eliminar la suciedad del ambiente que se deposita sobre el cuero cabelludo u otras descamaciones o secreciones típicas de esta zona de nuestro cuerpo. Pero, además, hoy en día utilizamos con frecuencia diferentes productos para dar forma y moldear el cabello. Compuestos que pueden dejar restos sobre el cuero cabelludo y que deben eliminarse mediante el lavado.

Pero Óscar, es que, cada vez que me lavo ¡se me cae un montón!

Sí, lo sé, lo sé, a todos nos ocurre. El doctor López Bran y otros muchos dermatólogos recomiendan lavarse el cabello cada día, pero me consta que es una premisa que todavía hoy sigue generando rechazo entre la población. Una gran mayoría de personas observan como con la higiene diaria pierden muchos pelos, creyendo erróneamente que retrasar el lavado puede suponer una menor pérdida de cabello.

Esta creencia puede ser entendible, pero es totalmente errónea. El pelo que se desprende al ducharnos o al peinarnos son los pelos muertos que se caen como consecuencia de la manipulación, pero que ya han entrado en la fase de caída por sí solos. El lavado del cabello se vuelve una cuestión fundamental a la hora de seguir cualquier estrategia para tratar de frenar o acabar con un problema de alopecia.

Evidentemente, es importante elegir un champú adecuado. En caso de no contar con alguna alteración en la salud capilar, lo más conveniente es elegir un producto neutro, especialmente pensado para un uso frecuente.

Cuando, en cambio, presentemos un cuero cabelludo graso o con presencia de caspa, podemos alternar la utilización de un champú neutro con uno “regulador” para conseguir un pelo sano y brillante. Hasta no hace mucho tiempo, usar este tipo de productos podía desencadenar un efecto rebote en nuestro pelo, pero este hecho ya es cosa del pasado, cada vez es más fácil cuidar y proteger nuestra salud capilar.

Otra posibilidad es que nuestro pelo luzca seco, sin vida y quebradizo, en cuyo caso será interesante aplicar una mascarilla para hidratar el pelo y conseguir los mejores resultados posibles. El objetivo no es otro que lucir un cabello sano y brillante para lo que será necesario lavarlo con frecuencia.

Una curiosidad de cine.

La mayor parte de las personas de este planeta han visto la película Pretty Woman. En dicho film hay una mítica escena con la actriz bañándose (como veis en la imagen también se había lavado el pelo). Pues bien, para lograr mantener la espuma durante el tiempo del rodaje se usó detergente industrial. Las cantidades y la agresividad del mismo fue tal que la actriz comenzó a perder el rojizo tinte que cubría su cabello. Naturalmente hubo que parar el rodaje, calmar a la señora Roberts del ataque de nervios , teñir de nuevo el pelo de la artista y volver a comenzar el proceso. Os lo cuento como curiosidad y porque, cuando un servidor era más joven, llegué a lavarme el pelo con gel de lavar platos, vamos, con Fairy… No sé cómo puedo conservar el pelo a día de hoy… ¡O a lo mejor ese era el secreto! 🙂

Julia Roberts en la escena de la bañera.

Sección: CINE, Cuarto de Medicina, Divulgación médica, Medicina Estética, Mi Diario Aquí se habla de: blog estudiante medicina, estudiante de medicina, Gemita, Julia Roberts, López Bran, medicina estética, pelo, pérdida de pelo, tricología

5 anécdotas que he vivido en Medicina y una muy sexual…

15 abril, 2021 escrito por Óscar Parra Deja un comentario

La verdad es que el trato con los pacientes es un mundo aparte. A mí particularmente, me encanta. Pero es cierto que hay muchos médicos a los que, directamente, no les gusta. No pasa nada, para eso hay especialidades como Anatomía Patológica o forense…

Cinco curiosidades con pacientes.

Os voy a contar cinco curiosidades que he vivido en estos años de Medicina. Y una de ellas, totalmente sexual.

  1. «A mí es que no me gusta tomar pastillas». Esa es una de mis frases preferidas. ¿Pero es que a alguien le gusta medicarse? Siempre que escucho esto, sonrío y recuerdo a un tipo que conocí en mi mundo cinematográfico. Pues bien, la cosa es que el susodicho se excusó de acudir al tanatorio a acompañarme en el velatorio de mi tío Pepe, diciendo: «Perdona por no ir, pero es que a mí no me gustan los tanatorios». No puede callarme y se lo dije: «A mí tampoco».
  2. «No, doctor. Esta es la primera vez que me operan de algo». Decía el terrible y televisivo doctor House que, el paciente siempre miente. No estoy de acuerdo. Pero la realidad es que, algunos (¿demasiados?), sí lo hacen. Algo que me resulta incomprensible. Lo más bárbaro que he visto fue que, en mitad de una rinoplastia, el cirujano tuvo que extraer cartílago de la oreja del paciente. Algo que, por cierto, se hace con frecuencia. Cuando abrió nos encontramos con la sorpresa. ¡El tipo se había operado también las orejas y por tanto su cartílago era casi inexistente! Naturalmente, al revisar el historial del paciente, éste había negado todo tipo de intervención quirúrgica. ¿El resultado? Hubo que extraer cartílago también de la otra oreja. Si lo hubiese dicho, directamente no se le habrían abierto las orejas y se habría cogido lo necesario de una de sus costillas. Resumen: no mientas al médico, ¡que es peor para ti!
  3. «Doctor, no me mande esas pastillas, que ya estoy tomando unas del herbolario». ¿Qué decir en este caso? Pues nada, caballero. Es usted muy libre… O esta, que también me parece maravillosa: «Quería comentarle una cosa, voy a dejar de tomar los antidepresivos. Llevo un mes y desde hace una semana más o menos estoy mucho mejor porque estoy acudiendo a un amigo homeópata que me está tratando«. Os voy a contar algo: los antidepresivos no son de efecto inmediato. Hacen efecto a las tres semanas de tratamiento… Pero oye, que la homeopatía era lo que estaba solucionando la depresión…
  4. En Urgencias… «Es que esta tarde he comenzado a sangrar por la nariz y he leído en Google que podría ser un síntoma de cáncer o de ictus…». Comprensible, lo reconozco. Pero en un mundo en el que, cada vez más, nos movemos hacia una visión personalizada de la Medicina, leer en Internet solo puede llevarte al desastre. No, entre las miles de causas de una epistaxis (sangrado por la nariz), el cáncer ocupa las últimas posiciones en probabilidad.
  5. Y para el final dejo una consulta que me dejó perplejo. Una paciente acude a revisión de una dolorosa fisura anal. Tras examinarla y constatar que la fisura presentaba ya buen aspecto, mientras se terminaba de subir los pantalones, la señorita nos confesó algo del todo inesperado para mí: «La verdad es que desde que mi novio me da por detrás, voy mucho mejor de la fisura». Me quedé atónito. No por la confesión en sí; las prácticas sexuales de cada persona son un mundo aparte y muy particular. Lo que me dejó atónito fue que la paciente pensase que, con una fisura en el ano, el hecho de practicar sexo anal estuviese favoreciendo su curación. Naturalmente no dije nada.  Asentí con cara de póker mientras me deshacía de los guantes. Al marcharse, miré a la médico con una expresión de, ¡¡¡Pero doctora, ¿qué está diciendo esta mujer?!! Lo mejor estaba por llegar. La doctora, con gesto circunspecto, afirmó. «Sí, la paciente tiene razón, Óscar». Mi cara era un poema. La mandíbula me colgaba hasta casi tocar mi esternón. Ante mi cara de asombro, la mujer sonrió. «Sí, mira. El hecho de practicar sexo anal logra que la zona se irrigue con más frecuencia, lo que hace que la fisura reciba un mayor aporte de sangre y eso contribuye a su curación.» Fue una gran lección. De hecho, según me contó, en ocasiones a los pacientes con ese problema se les introducen dos dedos en el ano, precisamente para provocar esa hiperemia en el ano y acelerar la curación. Ver para creer.

 

Y a ti, ¿qué es lo más curioso que te ha pasado en el médico?

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Dos meses en oncología; mírame a los ojos…

14 abril, 2021 escrito por Óscar Parra Deja un comentario

Termina mi rotación por el Servicio de Oncología en un hospital público de España. Y os quiero contar un poquito lo que se vive ahí, cómo es el día a día.

Oncología no es sinónimo de muerte.

Reconozco que ha habido días duros. Muy duros. Jornadas en las que pensaba, ¿de verdad esta persona tan llena de vida no va a llegar a Navidad…? Y ahí, de veras, ahí sí te vienes un poquito abajo. Pero se contrarresta con la sensación de triunfo, con el brillo chispeante en los ojos de un paciente al que se le comunica que está curado.

Por otro lado las estadísticas están ahí. En España, el 55,3% de los hombres y el 61,7% de las mujeres con cáncer, se curan. Y otro dato que no quiero dejar pasar, el 40% de los tumores se pueden evitar. Piensa esto la próxima vez que saques el paquete de tabaco… En cuarenta años los porcentajes de cura se han duplicado Si quieres más datos, aquí tienes un informe estupendo de Sociedad Española de Oncología Médica.

Célula de cáncer de próstata en una imagen de escáner coloreada
Célula de cáncer de próstata en una imagen de escáner coloreada

¿Cómo es el día a día en un Servicio de Oncología?

Os cuento. Lo primero que haces, nada más llegar por la mañana, es quitarte tu ropa y plantarte el pijama del hospital. Verdaderamente es comodísimo, pero claro, tiene su cara B… Con el paso de los días acabas yendo al hospital casi de cualquier manera porque, total, ¿te vas a arreglar a tope para media hora? El primer día me enfundé unos sencillos vaqueros y alguna camiseta decente. Lo de peinarme es algo que, a la vista está, no va conmigo. Pero en fin, «arreglaillo«. Al paso de las semanas terminé acudiendo en chándal y con la primera camiseta de andar por casa que agarraba a las 6:15 de la madrugada, que es cuando me levanto. De hecho lo comenté con los compañeros y me reconocieron que hace mucho que no se compran ropa. Al final, cuando sales de allí de esa guisa, no se sabe si vienes de atender a pacientes o de robar carteras en el metro de Madrid.

Pero sigamos. Ya te has puesto el pijama. Llega el momento de la doble mascarilla. Primero la FFP2 y, encima de esta, la quirúrgica. La sensación en las orejas es demoledora. Me faltaba colgarme el paraguas en una oreja y la mochila en la otra.

Con tu ropa de andar por casa y ya con el pijama.
Con tu ropa de andar por casa y ya con el pijama.

El comité de tumores.

Decía que, ya enmascarillado, acudes al Comité de Tumores. ¿Y eso qué es? Pues una reunión. Todos los días se juntan, durante al menos media hora, varios médicos de diversos departamentos para presentar casos de pacientes y dilucidar, entre todos, qué hacer para tratar de ayudar al enfermo.

Acabada la reunión te diriges a la cafetería con el listado de pacientes en la mano. Un ligero tentempié y a trabajar. Como curiosidad os cuento que es difícil encontrar comida menos sana que la de los hospitales. Es algo que me llama la atención muchísimo. Palmeras de chocolate, panceta, bollería industrial a toneladas… Una auténtica paradoja. El día menos pensado me encuentro una máquina expendedora de tabaco en la sala de espera de oncología…

La consulta.

Aquí el día a día es un tanto anodino. La mayor parte de los pacientes vienen a revisión. Con miedo, claro está. Y lo cierto es que, casi siempre salen de la consulta con una sonrisa. ¡Todo sigue bien, sigamos! Me he preguntado si no sería un gesto precioso que, la tarde antes de acudir a la consulta, el médico les llamase por teléfono. Una sencilla llamada para decirles: Buenas tardes, soy tu oncólogo. Escucha, acabo de ver tu TAC y todo está bien. Así pues, ¡duerme tranquilo! Mañana nos vemos y lo comentamos. ¿Verdad que sería hermoso? ¡Ahorrar una noche de sufrimiento a una persona, también es cuidar! ¿No os parece?

La planta.

Pasar planta es justamente eso: visitar a los enfermos oncológicos ingresados por alguna complicación. Antes de comenzar hay otra pequeña reunión con las enfermeras en las que se comenta el estado de cada paciente. ¡Con qué cariño tratan las enfermeras a sus pacientes! En esa mini-reunión se comenta si el enfermo ha pasado buena noche, si está animado o no, y por supuesto una serie de parámetros técnicos. Terminada esa mesa redonda, llega el momento de la verdad.

Planta de oncología de un hospital español. Foto: Eulogio García.
Planta de oncología de un hospital español. Foto: Eulogio García.

Cama a cama: visitando a los pacientes.

A pesar de su dureza, es la parte que más me ha emocionado. Antes de entrar a cada habitación tienes que llevar a cabo una liturgia pesada, pero necesaria. Ponerte una bata protectora desechable. Sobre la bata, un mandil plástico. Después un gorro para cubrir tu cabello. Llega el momento de los guantes. Primero unos estériles que te cubren gran parte del antebrazo y, sobre esos, otros normales, de esos azules de toda la vida. Afortunadamente me enseñaron el truco de echar un poquito de gel hidroalcohólico en los segundos para que se lubriquen y te los puedas poner mejor; y menos mal, porque de lo contrario, tal vez seguiría allí tratando de colocarme el doble guante.

Ya estás listo para entrar a ver a tu paciente. Te diriges a la puerta, llamas y entras. Y allí, en ese instante en que cruzas tu mirada con la suya, algo te sobrecoge. Porque el paciente oncológico no es un tipo de paciente; no hay un modelo estándar, es como cuando dicen «cine español», ¡no es un tipo de cine, hacemos de todo! Pues esto es parecido, cada paciente, es una persona. Con su vida, sus ilusiones, sus alegrías y sus temores. Personas que se han encontrado con el cáncer en un momento de su vida.

Ganas de vivir.

Sus ganas de vivir. La mayoría de mis queridos pacientes desprendían unas inmensas ganas de vivir… Después de todo, creedme, no hay una edad buena para tener cáncer. Ni aquella mujer de 39 años recién diagnosticada de un horrible carcinoma inflamatorio de mama, ni el firme caballero de casi 90 con su carcinoma urotelial que, tanto me recordó a mi añorado tío Pepe. Ninguno querría haberse encontrado de frente con este enemigo. Y por supuesto, ambos tienen unas intensas ganas de vivir.

Pero mentiría si no os contase que he visto de todo. Personas agarradas a una esperanza que, en ocasiones, tú sabes que es vana. En esas circunstancias, tu silencio a sus frases de esperanza acaba pesando. Mucho. Esa mirada clavada en tu mirada. Ese «mírame a los ojos y dime que me voy a curar», sin palabras. Y ahí estás tú, un pobre estudiante de Medicina, pensando, por favor, no me pidas que asienta, no me pidas que confirme una esperanza que, me consta, no es cierta. Esto, os lo juro, es lo más duro que me ha tocado vivir.

Sí, porque a pesar de ser muy cinematográfico, el momento ese de «tiene usted cáncer», no lo he visto ni una sola vez. Y es que, amigos, la gente no es imbécil. Cuando alguien va al médico porque lleva tres meses con sangrados rectales y ha perdidos seis kilos, ese alguien sabe que la cosa va en serio. No se va a sorprender demasiado ante un diagnóstico que, en su fuero interno, se temía.

Otras veces he encontrado a seres humanos resignados a su destino; sin más ilusión que la de vivir otro día con el menor dolor posible. Es aquí cuando, una palmada en la espalda y una sonrisa con los ojos, dice más que el mayor tratado sobre relaciones humanas que jamás se haya escrito.

Y sí, también he hallado a gentes alegres cuyo encontronazo con esta enfermedad es un simple contratiempo en una vida plena.

¿Tristeza?

En contra de lo que se cree, en la planta de oncología no reina la tristeza. Los pacientes, prácticamente todos, conocen su enfermedad y sus posibilidades, así pues la meta que tienen es seguir adelante. Nadie habla de la muerte. ¿Para qué? Después de todo, ¿alguno de nosotros va a vivir eternamente?

Los tumores que más he visto.

Pues de todo un poco. Los de mama, la mayoría con un pronóstico estupendo. Mujeres con ganas de salir adelante que soportan los tratamientos con la esperanza de seguir viendo amanecer. Los tumores de cabeza y cuello, típicos de fumadores y bebedores. ¡Aquí es donde he encontrado a tipos realmente divertidos! No puedo dar nombres, obviamente, pero me he reído mucho con el humor sincero, seco y negro de alguno de estos fumadores y bebedores profesionales. Digestivos, como el de colon, o el de páncreas. En fin, un poco de todo.

Y de todos he aprendido algo. No de los tumores, esos se pueden ir a la mierda. Esos están en los libros. De quién he aprendido es de cada paciente. Todos ellos con sus ojos llenos de agradecimiento, con sus palabras amables y sus gestos cariñosos, me han recordado, día tras día, la razón por la que escogí esta profesión: por ellos.

Sección: Cuarto de Medicina, Divulgación médica, Mi Diario Aquí se habla de: blog estudiante medicina, cáncer, carcinoma urotelial, estudiante de medicina, Inspiración, muerte, oncología, rotación, SEOM, Sociedad Española de Oncología Médica, Tío Pepe

APRENDIENDO A APRENDER.

4 abril, 2021 escrito por Óscar Parra 18 comentarios

Me parece increíble. Ya en 4º de Medicina y sin ninguna asignatura pendiente de años anteriores… Echo la vista atrás y soy consciente de todo lo que he aprendido. Pero también lo soy de que, si no hubiese aprendido a aprender, ya veríamos…

¿Aprendiendo a aprender?

Cuando empecé a prepararme las pruebas de acceso a la universidad para mayores de 25, un ligero temor me invadió. Hacía más de 20 años que no estudiaba, académicamente hablando, y ahora tenía menos de seis meses para ponerme al nivel de un chaval de 18 años con su 2º de Bachillerato terminado.
¿Sería capaz? ¿Habría perdido facultades? Lo cierto es que siempre me ha gustado leer y estudiar, pero el paso de los años es inexorable. ¿Perdería el tiempo miserablemente?

Una firme decisión.

La decisión de entrar en Medicina era firme. Las personas cercanas a mí me apoyaron sin fisuras lo que, de algún modo, añadió más presión al asunto; no podía defraudarles.
Así las cosas, me puse a investigar técnicas de estudio. ¿Habría cambiado algo desde mis tiempos? Casi por casualidad descubrí las teorías cognitivas de Hermann Ebbinghaus, un psicólogo alemán del siglo XIX que me condujo al conocimiento del efecto examen y el efecto de memoria espaciada. Nunca he sido de creer demasiado en métodos mágicos para hacer las cosas. Habitualmente los atajos te conducen a soluciones mediocres pero…

Uno o dos minutos después de esta instantánea, decidí hacer Medicina.
Uno o dos minutos después de esta instantánea, decidí hacer Medicina.

Sorpresa: entrando en Medicina sin problemas.

Meses después, llegaron los exámenes y, con ellos, mi 8,380 en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y mi 8,375 en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), confirmaba lo que ya había intuido: hay otra forma de estudiar distinta. Y además funcionaba.
El siguiente año, durante mi primer curso de Medicina, he continuado con el método. Lo he estado perfeccionando y encontrando sus ventajas y debilidades. En algunas asignaturas la aplicación de esta metodología me llevó a lograr Matrícula de Honor en Física Médica y otras notas verdaderamente sorprendentes para alguien alejado del hábito de estudio durante dos décadas.

Extracto del correo electrónico en el que me notifica mi primera Matrícula de Honor en Medicina.
Extracto del correo electrónico en el que me notifica mi primera Matrícula de Honor en Medicina.

El libro.

Animado por los resultados y por los seguidores del blog, me decidí a escribir este libro en el que he plasmado qué técnicas he usado, convencido de que puede ser de mucha utilidad para alguien que esté estudiando.

Eso sí, no esperes encontrar trucos de magia entre sus páginas, pero sí una serie de técnicas que, al final, producirán resultados que, el lector, catalogará de casi magia.

Portada de mi libro Aprendiendo a Aprender.
Portada de mi libro Aprendiendo a Aprender.

Aprendiendo a aprender: un nuevo comienzo.

En este libro espero poder explicarte todo lo necesario para poner en marcha estas técnicas. Nos ayudaremos de la tecnología digital actual para lograr un aprendizaje menos trabajoso y mucho más provechoso. No se trata de estudiar más; sino de estudiar mejor.

Disponible  en versión PDF a través de este blog a un precio de 10 euros.

Aprendiendo a aprender

Si estás estudiando, tienes previsto hacerlo, o tienes a alguien que vaya a comenzar una carrera, tal vez mi libro pueda serle de ayuda. No importa la edad, si yo pude, ¿quién no puede?

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¡Abrazos!

Sección: Mayores de 25, Mi Diario, Técnicas de estudio Aquí se habla de: acceso mayores 25, aprendiendo, aprendizaje, estudiando medicina, estudiante de medicina, Gemita, libro, Mayores 25, SRS, técnicas de estudio, UAM, UCM

Efectos secundarios de las vacunas.

6 marzo, 2021 escrito por Óscar Parra Deja un comentario

La verdad es que no me gusta llamarlos efectos secundarios, son reacciones adversas. Y sí, es normal que ocurran, porque es el signo de que tu organismo está generando protección. ¡Es como decía la profesora Lydia Grant de la serie Fama! ¡La fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar!

https://www.delcinealhospital.com/wp-content/uploads/2021/03/fama.mp4

Lo cierto es que estos efectos adversos pueden afectar un poquito a tu capacidad de realizar actividades diarias, pero deberían desaparecer al cabo de pocos días.
También es verdad que algunas personas no sufren efectos secundarios, como mis amigos Jesús Lozano y Fermín Cabrera, pero vamos, que lo normal es tener los siguientes:

Los más comunes.

En el brazo donde recibes la vacuna:

  • Dolor, enrojecimiento y algo de hinchazón.
  • Inflamación, erupción o enrojecimiento tardíos en el lugar de la inyección.

En el resto del cuerpo:

  • Cansancio, fatiga.
  • Dolor de cabeza.
  • Dolor muscular.
  • Escalofríos.
  • Fiebre.
  • Dolor en articulaciones.
  • Náuseas.
  • Inflamación de los ganglios linfáticos (generalmente se manifiesta como un bulto en la axila o por encima de la clavícula).

De todos esos yo tuve dolor en la zona del pinchazo, algo de cansancio, dolor en articulaciones y un poco de fiebre, bueno ni eso, fue febrícula (37,4ºC).

Consejos útiles.

Puedes tomarte un Paracetamol o un Ibuprofeno, después de la vacuna para aliviar los efectos secundarios, siempre y cuando puedas tomarlos. Eso sí, no lo tomes antes del pinchazo, no conviene enmascarar cualquier reacción rara que puedas tener. También puedes reducir el dolor y las molestias en el brazo aplicando un paño limpio, frío y húmedo sobre el área.

Para la fiebre bebe mucho líquido, usa ropa ligera y tómate algún antipirético como Aspirina, Paracetamol, Nolotil o Ibuprofeno, el que uses normalmente.

¿Cuándo llamar al médico?

Si ves que el enrojecimiento o el dolor en el lugar del pinchazo empeora transcurridas 48 horas, llama al médico. O si los efectos adversos no desaparecen al acabo de un par de días. Pero ya te digo, que es muy poco probable que esto ocurra.

Un chiste.

Te voy a contar un chiste que me ha hecho mucha gracia.

-Médico: Señora, de verdad que no puedo quitarle 30 años de encima ni con Botox ni con hialurónico ni con nada.

-Paciente: ¡Pues vaya mierda de médico de estética! ¿No tiene algún conocido que sí sea capaz?

-Médico: Sí, tenga, llame a Alfredo.

-Paciente: ¿Lo ve? Siempre hay alguien. ¿A qué hora puedo llamar al doctor Alfredo?

-Médico: Alfredo no es médico; tiene una imprenta. Ahí le puede falsificar su partida de nacimiento…

PD: Por cierto, ¡ahora me ha apetecido escuchar la canción aquella de Fama!

YouTube player

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¿Por qué decidí estudiar Medicina?

Lo cierto es que es un deseo que atesoro desde que era niño. Tan niño que ni siquiera lo recuerdo con claridad. Tal vez tenga algo de «culpa» mi tía Fátima, que me regaló el hospital de Famobil (Playmobil en otros países). O quizás me influyera mi primer médico (entonces se llamaban «médicos de cabecera»), don Ricardo, que me inculcó el amor por la Medicina a base de humor y cariño.

«Sólo el médico y el dramaturgo gozan del raro privilegio de cobrar las desazones que nos dan».
Santiago Ramón y Cajal

Así pues, sin don Santiago lo dice, tiene que ser cierto. De dramaturgo ya ejercí, ¡atento mundo sanitario, que voy!

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