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DEL CINE AL HOSPITAL

Blog de un estudiante de Medicina. Un cineasta entre batas blancas.

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Tengo una mala genética… La excusa para no hacer ejercicio.

25 diciembre, 2019 escrito por Óscar Parra Deja un comentario

¿Cuántas veces lo has escuchado? Es estupendo porque así podemos culpar a los antepasados de nuestros problemas (salvo casos reales de enfermedades genéticas heredadas, que son más bien pocas) y librarnos de hacer ejercicio.

Pero la realidad es que no es verdad. Como veis en el gráfico que os aporto aquí, la genética es un 30% responsable de nuestra salud pero nuestro estilo de vida lo es del 40%. Y tiene pinta de ser verdad.

Mi abuelo Modesto y sus 103 años.

Mi abuelo Modesto tiene 103 años, sí, sí, ¡103 años!, que yo digo que eso ya son edades de vampiro. Y ahí sigue el tío. Nació en enero de 1917, vamos, que cuando Modesto nació el Titanic se había hundido hacía 5 años… La cuestión es que, al médico no fue demasiado, su genética no era mala pues su padre falleció mayor también pero… Su estilo de vida y el ambiente físico en que ha vivido la mayor parte de su vida suman un 45% de la responsabilidad sobre su salud. Y eso, de verdad, es lo que hace la diferencia.

Ojo, que el tío fumó tabaco de liar hasta los setenta y tantos, ahí es cierto que intervino su genética para librarle del golpe pero el otro 45%… Ese 45% se lo debe a que siempre ha sido un hombre muy activo. Andador impenitente, se ha pasado la vida triscando por los montes de su Mancha querida. Comiendo productos poco procesados, sí, también, pero sobre todo, lo primero, manteniéndose activo la mayor parte de ese siglo y pico que atesora.

"Tengo mala genética", una excusa estupenda.
«Tengo mala genética», una excusa estupenda.

Una anécdota de Modesto.

Os voy a contar una anécdota de su alimentación… Unas Navidades le regalaron una sandwichera. Al bueno de Modesto le explicamos los rudimentos del cacharro aquel y ahí quedó, tan contento. Bien, ese verano acudí al pueblo de Carrizosa con mi amigo Alberto Grande para hacer una excursión a las célebres Lagunas de Ruidera. A la hora de cenar, ya en el pueblo, acudimos a visitar a mis abuelos, Modesto y Sofía (q.e.p.d.) y el hombre nos recibió contento.

– ¿Qué tal pájaros? ¿Habéis cenao?

– No, abuelo, ahora tomaremos algo.

– No hombreee, ¿queréis que os haga un sanvi?

En ese momento entendí que sanvi era sandwich traducido fonéticamente y asentí. No os niego cierta sorpresa por mi parte. ¡Modesto haciendo sándwiches! Así pues le vimos desaparecer escaleras arriba mientras la abuela me interrogaba sobre novias y amores, que era uno de sus temas favoritos. Pocos minutos después bajaba el abuelo con un plato en el que descansaban dos magníficos sándwiches con su pan de molde tostado y demás. Alberto y yo agradecimos el detalle y agarrando aquel manjar nos fuimos al balcón de la casa de los abuelos para, bajo el hermoso firmamento estrellado de La Mancha, charlar sobre lo humano y lo divino.

Al primer bocado… El horror… Aún lo recuerdo casi con escalofríos. El mordisco fue simultáneo de modo que, los dos nos miramos con los ojos desorbitados y, como activados por un resorte, abrimos aquel emparedado del demonio. En su interior, descansaba una formidable rodaja de pescadilla medio rebozada y frita. Con sus espinas y todo. Casi muero. Las risas y las arcadas se debieron escuchar en Villanueva de los Infantes, a 11 kilómetros. No, mi abuelo Modesto no habría hecho dinero montando una franquicia de sándwiches… ¡Una rodaja de pescadilla frita!

¿Y qué gano haciendo algo de ejercicio?

Las ganancias las veremos, pero no hacer ejercicio lo que da son pérdidas: se pierde vida.

La inactividad física mata en Europa a 600.000 personas cada año. - Compártelo       
 El 41% de los adultos son inactivos. ¿Y sabes qué ganas haciendo un poco de ejercicio? Mantienes alejadas enfermedades cardiovasculares (primer culpable de muerte en el mundo), te alejas de la diabetes tipo 2, de la osteoporosis, del dolor provocado por la artritis reumatoide, de la ansiedad,  y de algunos tipos de cáncer como el de colon, endometrio y mama. Ah, y de la disfunción eréctil. Vamos, que ganas calidad de vida.

¿Y cuánto ejercicio tengo que hacer?

Pues aquí va la solución.

  • Si tienes entre 5 y 17 años, al menos 60 minutos al día. Además 3 días en semana deberías hacer actividades vigorosas.
  • A partir de ahí, al menos 150 minutos de actividad moderada a la semana. O si lo prefieres hora y cuarto de actividad vigorosa a la semana. O sea, haz pesas o algo parecido 2 días en semana. También es importante levantarte cada dos horas del sitio y darte un breve paseo. Fomenta el transporte activo, que no es otra cosa que olvidarte un poco del coche y el autobús y caminar algo.

Como veis no es algo exagerado. Ciento cincuenta minutos a la semana no es para morirse, si queremos evitar el fin de semana, nos sale a 30 minutos al día. Hay tanta evidencia científica de ello que muchos estudios afirman que, el médico, debería prescribir ejercicio igual que te prescribe Paracetamol (Nunan D. BMJ 2016) /  (Patricia P. Katz, Russell Pate. Annals of Internal Medicine 2016).

Recetas de ejercicio.

Os dejo aquí algunas. Y os animo a que las probéis.

  • RECETA PARA FLEXIBILIDAD:  Con esto consigues mejorar la capacidad de hacer actividades de la vida diaria, previenes lesiones y, naturalmente, obtienes un mayor rango de movimiento en tus articulaciones.
    • Frecuencia: 2 o 3 días en semana.
    • Intensidad: estirar hasta que notes tirantez o una leve molestia. ¡LEVE!
    • Duración: 10-30 segundos. 4 veces.

      Distintos ejercicios de estiramiento.
      Distintos ejercicios de estiramiento.
  • RECETA PARA RESISTENCIA: Con esto logras aumentar tu fuerza, se mejora la tensión arterial, mejora el metabolismo de la glucosa, tendrás mejor equilibrio y psicológicamente te encontrarás mejor también.
    • Frecuencia: 2 a 3 veces por semana.
    • Intensidad: depende un poco de tu estado. O sea, que te cueste, que no sea demasiado fácil. Prueba a levantar un peso que solo puedas repetir una vez y ese es tu tope. Quítale algo de peso y comienza.
    • Duración: de 8 a 15 repeticiones. Y entre 2 y 4 series. Debes descansar entre 2 y 3 minutos por serie y dejar 48  horas de descanso antes de entrenar de nuevo.
A éste no le está yendo muy bien...
A éste no le está yendo muy bien…

 

  • RECETA PARA EJERCICIO AERÓBICO:
    • Aquí depende de cómo lo hagas. Si haces un esfuerzo máximo mejorarás tu velocidad y se tonifica el sistema neurovascular. Vamos, eso es si corres a tope (entre el 90% y el 100% de tu capacidad). O sea, corriendo como si te persiguiera el demonio.
    • Si lo haces intenso (de 80% a 90% de tu capacidad), se incrementa tu resistencia anaeróbica. O sea, corriendo.
    • Si lo haces moderado (70%-80% de tu capacidad), mejora la resistencia aeróbica. Te costará menos subir escaleras y cuestas. O sea, no es correr pero casi.
    • Si lo haces suave (mi favorito, entre el 60%-70% de tu capacidad), mejoras la resistencia básica y quemas grasas. O sea, andar con alegría, que tampoco puedas mantener demasiado bien una conversación.

Tal vez lo veáis mejor en esta tablita de resumen.

Tabla de esfuerzo y beneficio.
Tabla de esfuerzo y beneficio.

¿Pero cómo saber cuál es mi tope para entrenar?

Te preguntarás cómo saber cuál es tu intensidad máxima. Es una sencilla operación matemática. Aquí va.

Tu Frecuencia Cardíaca Máxima debe ser el resultado de restar 200 menos tu edad. Por ejemplo. Si tienes 36 años, tu frecuencia cardíaca máxima sería:

FCmax = 220-36; o sea, 184 ppm.

Ahora vamos a calcular la Frecuencia Cardíaca de Reposo. Es sencillo, te tomas las pulsaciones durante 30 segundos, estando de pie y sin moverte y multiplicas por 2. Por ejemplo, te mides 30 segundos en reposo y tienes 37, pues… FCReposo = 37 x 2 = 74 ppm.

Ahora calcularemos la Frecuencia Cardíaca de Reserva, que es la que nos interesa: FCReserva = FCMáxima – FCReposo, en nuestro ejemplo: FCReserva = 184-74, lo que nos daría FCReserva = 110.

Y ahora ya podemos hacer el cálculo que nos interesa.

¿Queremos entrenar al 70% de nuestra capacidad? Pues multiplicamos FCReserva por 0,7. O sea, en el ejemplo, 110 x 0,70 = 77 ppm y ahora le sumamos la FCReposo, o sea: 77 ppm + 74 ppm = 151 ppm. ¡Esas son las pulsaciones por minutos que deberíamos tener mientras entrenamos para llegar a ese 70% de esfuerzo!

Sé que suena complicado, pero sigue paso a paso y verás que es facilísimo.

Hay ya muchos relojes inteligente y otros cacharros que te dicen en todo momento cuál es la frecuencia de tu corazón. Así puedes ver si estás en las pulsaciones adecuadas, si no llegas o si te estás pasando.

Finalmente, si eres hipertenso…

Tengo buenas noticias. El ejercicio aeróbico continuado disminuye 7 mmHg la presión arterial sistólica, lo que reduce tu riesgo de mortalidad en casi un 8%. Pero con cuidado, no debes hacer entrenamientos intensos o de fuerza muy pesados. Si tu hipertensión es mayor de 180/105, NO hagas ejercicio en ese momento.

El ejercicio regular mejora la hipertensión arterial.
El ejercicio regular mejora la hipertensión arterial.

Con 4 días a la semana, moderadamente y a 45 minutos por sesión, tu tensión arterial bajará. Garantizado.

En fin, espero que esto nos haga pensar. Hacer ejercicio exige un esfuerzo, es obvio. Y es molesto, al menos para muchas personas. Aunque, tal vez, sea más molesto estar muerto. 😉

Sección: ADELGAZAR, Divulgación médica, Mi Diario, Tercero de Medicina Aquí se habla de: Alberto Grande, Alberto Grande Trullenque, blog estudiante medicina, Carrizosa, ejercicio, estudiante de medicina, familia, hipertensión, HTA, Lagunas de Ruidera, Modesto, Navidad

Radiografía del estudiante de Medicina en España.

7 junio, 2018 escrito por Óscar Parra 8 comentarios

Me ha parecido oportuno traer al blog a mi amigo, Jesús Lozano Sánchez (Granada, 1999), estudiante de Medicina y compañero de fatigas en este casi acabado primero de Medicina en la Universidad Complutense de Madrid. Creo que os puede dar una idea aproximada de cómo será la generación de médicos que nos atenderán en unos años.

Jesús es un fenómeno. Me llama la atención la capacidad de asimilación que tiene. No hay que explicarle dos veces las cosas. Además, es un excelente docente, verle exponer en clase, con sus dieciocho años fue una sorpresa mayúscula para mí, acostumbrado a actores a los que, se les supone, desparpajo y soltura. Este carismático andaluz, para entrar en Medicina en la Complutense, logró un estupendo 13,323 sobre 14 en la EBAU (la selectividad de toda la vida).

Estudiante de Medicina
Jesús y su señora madre, hace unos meses.

Vamos, que mi amigo Jesús debió tener sobresaliente hasta en recreo. Da miedo, ¿eh?

Medicina, una carrera algo especial.

Cuando entré en Medicina el año pasado por el cupo de mayores de 25 sabía que iba a tener de compañeros a lo más granado de la generación del 99. Pero uno no se hace a la idea hasta que no convive con ellos día a día. ¿Y se nota mucho? Pues sí, de verdad que se nota. Se nota en que, mientras la profesora explica yo me esfuerzo por entender los conceptos mientras que, compañeros como Jesús, lo captan al momento, lo asumen y ya son capaces de explicarlo antes de terminar la hora. Realmente os prometo que me llenan de asombro.

Estudiante de Medicina.
Aquí, un servidor en clase de Anatomía, allá por diciembre de 2017.

Tal vez podáis pensar que Jesús es la excepción. Sí y no. Me explico. Es cierto que el cien por cien de los alumnos no son como él, pero un alto número sí. A ver, hay de todo. Bueno, de todo teniendo presente que el año pasado la nota de corte fue de 12,871 sobre 14. En otras palabras, que el peor de ellos sacaba sobresaliente en prácticamente todas las materias. En definitiva, me ha parecido interesante presentaros a este joven de dieciocho años como ejemplo del alumno de Medicina del siglo XXI. Bien preparado, generoso, con espíritu de sacrificio, inteligente y con unas capacidades intelectuales extraordinarias. Vamos a conocerlo un poquito más.

Jesús Lozano. Futuro doctor Lozano.

  1. Jesús, ¿desde cuándo quisiste ser médico? ¿Te viene por tradición familiar?
    No hay médicos en mi familia. Todos los libros que hay en casa son libros de leyes, historia e ingeniería. Aunque siempre he tenido cierto interés por la Medicina y por saber cómo iba eso del cuerpo, estaba muy perdido en los últimos meses de bachiller porque siempre me han gustado también algunas ciencias sociales, en particular la Psicología y las Ciencias Políticas. Parece mentira que dudara entre ser médico o politólogo, pero así fue. La decisión definitiva la tomé prácticamente rellenando las solicitudes.
  2. ¿Qué recuerdas del día que viste que estabas admitido en Medicina?
    Me acuerdo perfectamente. Iba muerto de calor con un amigo del colegio camino a beber unas Alhambras (una marca de cerveza) heladas en su casa cuando me dice: «Están las notas de Selectividad». Tuve un subidón de adrenalina de éstos en los que el corazón deja de estar en el tórax para pasar a la garganta. Mi amigo César me apretaba el brazo cual torniquete y cuando miro la página veo que las notas no estaban nada mal. Rápidamente las meto en el simulador de notas de acceso y veo que era más que suficiente para entrar. Él vio que también había entrado a su carrera y vivimos aquella tarde el principio de lo que sería el mejor verano de nuestras vidas, hasta el momento.
  3. Estudias en la Universidad Complutense de Madrid, o sea, estás fuera de tu ciudad, ¿cómo está siendo esa experiencia? ¿Se estudia mejor o peor que en casa?
    Salir de casa es duro, aunque tengas ganas. Yo estaba deseando salir, tener libertad, conocer gente y vivir experiencias nuevas, pero al principio es difícil vivir en una ciudad donde no conoces a nadie, donde te sientes solo a pesar de estar rodeado de gente. Pero después de los dos primeros meses de adaptación, todo empieza a mejorar, hasta el punto en el que puedo decir que soy mucho más feliz ahora que cuando vivía en casa. Respecto a estudiar, si estás habituado, no hay problema ninguno, aunque el hecho de no tener que dar explicaciones a nadie sobre lo que haces siempre es una pequeña y gran tentación.
  4. ¿Cuáles son los principales cambios que has notado del bachillerato a 1º de Medicina?
    El cambio es mayor de lo que me podía esperar. Te das cuenta de que no eres el listo de la clase desde el primer día, y ves cómo mientras otros ya saben cientos de músculos, moléculas y enfermedades, tú no sabes distinguir la tibia del peroné. Pero poco a poco dejas de perderte en la facultad, dejas de preguntarte si esa persona está o no en tu clase y todo empieza a normalizarse.
  5. De este primer año, ¿qué sensaciones te llevas?
    Increíbles. Un año extremadamente feliz, en el que creo que la clave es vivir intensamente, hagas lo que hagas. Cuando estudias, que sea a tope. Cuando sales, que sea a tope. Cuando entrenas, que sea a tope. A veces se echa de menos tumbarse panza arriba al sol y no dar un palo al agua, pero merece mucho la pena.
  6. La pregunta que se le hace a todo estudiante de Medicina: ¿qué tal eso de ver y estudiar cadáveres?
    Cuando vi mi cadáver por primera vez, me quedé medio en shock. Recuerdo verle la cara a «Tere» (apodo cariñoso de mi cadáver), y no poder evitar pensar en que, probablemente, esa mujer fuera la abuela de alguien, que tenía sus experiencias, sus alegrías y sus miedos, una vida entera igual que la mía. Ser consciente de eso es muy chocante. Lo cierto es que, una vez que te acostumbras, nada de eso pasa por tu mente, y las prácticas de Anatomía son como todas las demás, en las que además de la disección, puedes hablar, decir estupideces y reírte mucho.
  7. ¿Qué destacarías del ambiente de Medicina?
    Me sorprendió mucho que fuera tan heterogéneo. Me esperaba un aula llena de «chapones» que vivían por y para el estudio, pero hay personas de toda clase: vagos, fiesteros, de derechas, de izquierdas, pijos, hipster… De todo un poco, así que es un sitio donde todo el mundo puede estar cómodo y encontrar su ambiente.
  8. ¿Hay algo que te haya sorprendido en este primer año de Medicina?
    Aprobar Biología Celular.
  9. ¿Qué piensas que hay que tener para ser el mejor médico que uno pueda ser?
    Creo que lo único que hace falta, ya no sólo para ser médico, sino para cualquier otra cosa, es tratar de ser buena persona y tratar a todo el mundo de la mejor manera posible. No siempre se consigue, pero creo que eso y como he dicho antes, vivir con intensidad, son las dos cosas indispensables para cualquier ámbito de la vida.
  10. Jesús, ¿qué le dirías a una persona que quiera hacer Medicina y que esté cursando bachillerato?
    Que adelante. Que parta la pana en Selectividad y que no dude, porque son pocos los que se arrepienten de entrar aquí, y que las ventajas compensan ampliamente a las desventajas. Aunque a veces bromeemos con que nos hemos equivocado de carrera, y que deberíamos habernos dedicado al mundo del porno, creo que todos volveríamos a elegir lo mismo si volviéramos a segundo de bachiller.
  11. ¿Alguna anécdota a reseñar?
    Muchísimas. Me quedo con las risas ahogadas en la biblioteca, las imitaciones a los profesores, las siestas después de los exámenes, los comentarios sobre los amores y desamores de gente de clase. Demasiadas anécdotas en un curso.
  12. Y, por último. Existe un 3% de plazas reservadas a mayores de 25. ¿Cómo has visto la integración de estos estudiantes “mayores”?
    Creo que tomar esa decisión es extremadamente valiente, porque es un ambiente en el que predominan los chavales más jóvenes, y puede parecer un ambiente «hostil». A pesar de eso, siempre hay una buenísima relación entre todos los de la clase, y aunque sea una dificultad añadida, todo puede ir bien a base de empeño y mucho curro. Óscar es un claro ejemplo de ello.

Unas reflexiones sobre este primer año.

Para mí, estudiar Medicina está siendo una experiencia electrizante de la que no me he arrepentido ni en los momentos más duros de este primer año. Le contaba a mi querida Gemita que, de las muchas enseñanzas que he sacado, hay una a destacar y que puede servir como aviso para navegantes: el nivel de exigencia es enorme. Tan enorme que, o vienes ya con un buen nivel o en enero te vas a llevar un disgusto detrás de otro. De ahí que la vocación sí sea un factor importante, aunque no el único. Y digo que es importante porque soportar el chaparrón de sinsabores, sin tener al 100% claro que, esto es lo que quieres, os aseguro que no se puede mantener mucho tiempo.

Sí, lo sé, habrá quien diga, «Bueno Óscar, pero si te esfuerzas…» ¡Ojo! Hace unos días charlaba con mi amigo Alberto Grande sobre esa falacia que garantiza resultados siempre que haya esfuerzo. No es verdad, o peor aún, es una media verdad.
Es obvio que, sin esfuerzo, no habrá resultado alguno. Pero es falso que, ese esfuerzo te garantice el lograrlo. No, aquí, no.
A esta durísima carrera; puedes venir con toda la ilusión del mundo, esforzarte como nunca y suspender un examen detrás de otro. No me lo han contado, lo he visto en algunos compañeros estos meses. Y entiendo que el nivel de exigencia sea enorme, al final, acabas teniendo en tus manos el mayor de los tesoros: la salud de otra persona.

Medicina, ¿una carrera muy competitiva?

Respecto a la competitividad, francamente, no es algo general. Sí, hay compañeros que no pueden evitarlo, gentes que están pendientes de quedar por encima de fulanito en las notas, pero son los menos. Y además son personas poco interesantes. Ya lo dijo el célebre médico español don José de Letamendi: «Quien sólo sabe de medicina, ni de medicina sabe». La gran mayoría de los alumnos están aquí para aprender (bueno y para aprobar), por encima de todas las cosas. Para ser los mejores médicos que puedan ser.

En septiembre comenzaré segundo de Medicina. El último empujón antes de entrar, en tercero, de lleno en el mundo real, en el universo de los grandes hospitales madrileños. Un momento tan deseado como respetado por todos. Pero esa será otra historia que, a su tiempo, estaré encantado de contaros.

¿Qué os ha parecido mi amigo Jesús?

Sección: Mi Diario, Primero de Medicina, Técnicas de estudio Aquí se habla de: acceso mayores 25, Alberto Grande, blog estudiante medicina, estudiante de medicina, Gemita, Jesús Lozano Sánchez, Primero de Medicina, UCM

De pre-inscripciones, amistades y compromisos.

5 mayo, 2017 escrito por Óscar Parra Deja un comentario

Arrancan las pre-inscripciones.
Ayer me pre-inscribí en la Universidad Autónoma de Madrid. Reconozco que, sin ser mi predilecta, me sentí emocionado. Al despedirme, el hombre que me atendió, me deseó suerte y al momento rectificó con simpatía: «Aunque con esa nota no vas a necesitarla».

Por cierto que cuando le comenté que no hice el examen en la Rey Juan Carlos porque con las notas logradas en la Complutense y en la Autónoma ya me sentía bastante seguro, el tipo me comentó, casi con desprecio, que no había punto de comparación. Que si buscaba una universidad con prestigio desde luego la Universidad Rey Juan Carlos, no era la elección adecuada. Y digo yo, una vez que eres médico, ¿qué coño tendrá que ver el sitio en el que te hayas formado? En toda mi vida jamás le he preguntado a ningún médico en qué facultad estudió… En fin, elitismos.
Yo llevo tiempo leyendo un estupendo blog titulado «Mojando el fonendo en el café» de una estudiante de Medicina de la URJC y, la verdad, no veo esa presunta inferioridad por sitio alguno…
Bueno, la cuestión es que, si Dios quiere, yo iré a la Complutense.
¡Aún me parece mentira estar aquí!

Aquí mi flamante pre-inscripción. ¡Comienzan las pre-inscripciones!
Aquí mi flamante pre-inscripción.

Comenzando la carrera, ¿en Mayo?

Desde ya voy a ponerme a estudiar anatomía. No sé ni por dónde empezar ni hasta dónde llegar. Me explico, ¿qué parte de la anatomía estudio primero? ¿Hasta qué nivel de complejidad? Temo pasarme o quedarme corto. Creo que lo suyo será guiarme por mi intuición. Pero, desde ya, me pongo con ello. Total, tengo dos horas y pico todos los días de viaje en transporte público.

La URJC repartiendo hostias.

Hoy me he enterado que un par de compañeras y un compañero no han aprobado en la URJC (Rey Juan Carlos), la verdad es que eché un vistazo a los exámenes y no diferían demasiado de los de la UCM y la UAM, eso de que son más sencillos vamos a dejarlo…

Una de ellas iba bastante pegada y entiendo que no haya superado las pruebas. La otra, justo lo contrario, iba de sobrada y lo veía todo tremendamente sencillo. Y el muchacho, creo que empezó demasiado tarde a estudiar y no se lo tomó con la seriedad necesaria.
Y es que, como he comentado alguna vez, estos exámenes no se pasan sin estudiar. Tampoco son una ingeniería, pero no son ningún regalo. A fin de cuentas exigen un nivel equiparable a segundo de bachillerato con mucho menos tiempo de preparación y dirigido a personas que, en el mejor caso, hace años que no tocaban esas materias.

De amigos y compromisos.

Este fin de semana o el lunes nos visita mi querido Zack Molina. Junto a Alberto Grande, mi mejor amigo. Zack es un actor fantástico al que he tenido la suerte de dirigir en tres películas (Bajo un manto de estrellas, La espina de Dios, Re-emigrantes) y un cortometraje (Feliz Navidad). Está viviendo en el Reino Unido pero cada vez que viene a España no deja de hacernos una visita. Al final te das cuenta que la amistad es eso. Estar sin estar, estar cuando se tiene que estar y hacer esfuerzos por quien los merezca. Y Zack ha demostrado que está cuando tiene que estar.

También tengo pendiente quedar con mis amigos, la familia Elena del Viso (Victor, Joaquín y Marga) y  Álvaro Palomo. Gentes que han estado a las duras y a las maduras. Ese es el relleno ideal de la palabra amistad.

De otra parte tengo un compromiso algo espinoso. Me han invitado a una boda pero… No a la despedida de soltero y ni siquiera se ha tomado la molestia de felicitar a mi Mitita en el día de su cumpleaños. La última vez que supe del muchacho fue hace un mes; le llamé por teléfono un par de veces y jamás devolvió la llamada.
Así las cosas, ¿debería acudir a su boda? No, porque obviamente me ha invitado por compromiso, no porque realmente quisiera hacerlo. Prefiero un puñetazo merecido que una caricia por compromiso.

Y es que, al final, quién quiere estar, está.

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¿Por qué decidí estudiar Medicina?

Lo cierto es que es un deseo que atesoro desde que era niño. Tan niño que ni siquiera lo recuerdo con claridad. Tal vez tenga algo de «culpa» mi tía Fátima, que me regaló el hospital de Famobil (Playmobil en otros países). O quizás me influyera mi primer médico (entonces se llamaban «médicos de cabecera»), don Ricardo, que me inculcó el amor por la Medicina a base de humor y cariño.

«Sólo el médico y el dramaturgo gozan del raro privilegio de cobrar las desazones que nos dan».
Santiago Ramón y Cajal

Así pues, sin don Santiago lo dice, tiene que ser cierto. De dramaturgo ya ejercí, ¡atento mundo sanitario, que voy!

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