Para todo hay una primera vez. Y aquí os voy a contar las «primeras veces» de lo vivido hasta ahora en Medicina.
Mi primer día os lo conté en esta postal. A punto de cumplirse un año, la releo y me emociona. Pero en esta pequeña postal voy a recapitular y a añadir detalles que, seguro, os llamarán la atención.
El primer desmayo.
Lo protagonizó una compañera. Y no, no fue viendo cadáveres. Fue en nuestra primera clase de Anatomía teórica. De pronto, un leve alboroto y al darnos la vuelta, una muchacha yacía en su silla con los ojos en blanco. El catedrático, que en ese momento nos contaba cómo iban a ser las clases y los exámenes, nos pide que la saquemos. Y allá que fui. Cogiéndola en brazos la saqué del aula y otras dos profesoras del mismo departamento se quedaron atendiéndola. De pronto le hacen una pregunta: ¿has desayunado?. La muchacha niega y… La bronca fue monumental. A ella y a toda la clase. ¡Aprendido!
El primer cadáver.
En los primeros días nos hicieron un pequeño tour por las salas donde se conservan los cadáveres. Todos metidos en bolsas transparentes y atadas con un lazo rojo. Una sensación extraña. Mezcla de película y sorpresa por lo pulcro y correcto de todo el proceso. Es exactamente la fotografía que podéis ver aquí, y que publicó en su día el diario El País. Todo limpio, cuidado y con un trato profesional. Nadie se desmayó. Pero no se separaba la gente demasiado unos de otros. A ver, como veis es todo muy aséptico, serio y profesional pero tampoco es para pasar una noche a solas.

El primer día en la sala de disección.
Sí, aquí volvieron los desmayos. Bueno, solo uno. La persona desmayada, que cayó redonda al suelo, al recomponerse comentó que era por el calor… 😉 En esta fotografía que tenéis aquí debajo, extraída del blog de Julio Zarco, podéis ver una sala de disección. Nosotros tenemos terminantemente prohibido sacar fotografías, de ahí que use la de Zarco.
La primera vez que te toca sacar al cadáver de su bolsa. Tremendo. No sabes cómo cogerlo. De hecho hay compañeros que, amablemente, delegan dicha tarea.
Esas palanganas de color blanco sirven para ir echando lo que vas quitando al cadáver (mayormente trocitos de grasa subcutánea), el vaporizador tiene agua y sirve para mantener, en la medida de lo posible, al cadáver hidratado. Sé que esto no es para todos, pienso en Gemita o en mi padre, don Jesús Parra y… No, no es para todos.
Este año han hecho obras de mejora y nos han trasladado a las nuevas que son espaciosas y perfectamente equipadas.
Podéis leer un interesante artículo de Julio Zarco sobre las salas de disección haciendo clic aquí.

El primer examen.
Fue el de Anatomía, os lo escribí con detalle aquí. Y sí, se pasa un rato malo. Tanto en el práctico como en el teórico. Pero vamos, nada distinto a cualquier examen de cualquier otra disciplina.
Anécdotas.
Sorprenderá pero, no tengo demasiadas anécdotas del primer curso. Os resumo las que más me impactaron.
- Una profesora, los primeros días:
-La era de los 9 y 10 se ha terminado. Acostumbraos a sacar un 3 que no pasa nada. - La misma profesora:
– En mis clases está prohibido comer y beber. Sí, está prohibido beber. Ni siquiera agua. - Tras una práctica de recuento celular con sangre humana:
– A ver, a vosotros, ¿cuánto os sale?.
Los chicos contestan una cantidad baja.
– Sí, es correcto, porque tiene SIDA.
Un silencio de sepulcro en la sala y todo el mundo mirándose los guantes. - Una compañera se olvida el obligatorio gorro en casa.
Y sin él no se entra en las salas de disección. Gorro, guantes, calzado apropiado y bata. No hay problema, la muchacha se improvisa uno con una bolsa. - En clase de bioquímica, explicando conceptos complicados:
– Como todos sabéis…
Y la gente mirándose con cara de, ¿quéeeeeee? - En un examen práctico de fisiología:
– A ti te toca auscultar a tu compañero. Coge lo que necesites. (o sea, escuchar el corazón con un fonendo).
Y el alumno, nervioso agarra el esfigmomanómetro, o sea el material para tomar la tensión.
-¿Qué haces, por qué coges eso? Uf, empiezas bien… - En un seminario de inmunología:
-Hay una enfermedad que bla,bla,bla… ¿alguien sabe de qué se trata?».
Una alumna: -Sí, es uveítis.
El profesor, sorprendido: -Es la primera vez en 12 años que un alumno contesta correctamente.
La alumna: -Es que la tengo.
El profesor, casi atropellando las palabras: –Vaya, bueno. Hablaremos de otra enfemedad, la (no recuerdo el nombre).
La alumna: -Esta también la tengo.
El profesor: -No me atrevo a decir ni una más. - En clase de Física Médica:
El catedrático, con algo de sobrepeso y un sentido del humor envidiable:
– Imaginaos que yo soy una partícula ligera. De pronto se echa a reír y con él, la clase entera.
-Bueno, por eso he dicho, imaginaos. Que sí, que sé que hay que echarle imaginación…
Aunque, para mí, la mejor anécdota es verme aquí, a punto de comenzar segundo y feliz.