Hoy hace un año que comenzó el sueño… Un año formando parte de la blogosfera médica. No me lo puedo creer, un año ya de un paseo revelador.
Releo mi postal de aquel 2 de Octubre y siento una extraña emoción. Ahora, doce meses más tarde, estoy a veinticuatro días de mi primer examen de Anatomía. ¿Qué opinaría aquel mentecato señor director de la Academia Bravosol?
Trato de aprenderme que músculos se insertan en el tubérculo mayor del húmero, estudio enzimología en bioquímica y radiaciones nucleares en física médica como un loco, atiendo con verdadero interés las clases de citología y entiendo la medicina desde una perspectiva más humana gracias a Humanidades Médicas. Y me sigue pareciendo increíble. Además se cumplen 17 años de la muerte de mi querida abuelita María, ¡cómo le gustaría verme ahora! Abuela, espero que el Señor te permita echar un ojo por aquí abajo. ¡Besos al abuelo Teófilo!

Del cine al hospital cumple un año.
Es solo mi humilde blog, un modo como otro de desgranar mis días, de dejar constancia en el cuaderno de bitácora de mi existencia. Mi pequeña solución contra mi propio olvido. Lo sé, muy posiblemente no aporte nada a la gran blogosfera médica, pero me sirve para ver la evolución de lo que, justo hoy, comenzó como una locura y ahora es mi presente más firme. Han pasado tantas cosas y a la vez tan pocas, que no me atrevería a resumirlo. Así pues, ¡que lo hagan las matemáticas!
En estos doce meses…
- He escrito 62 postales en el blog.
- Me han comentado 368 veces.
- Han visitado Del cine al hospital 207.848 veces.
- Una de las postales, sobre la tragedia del ascensor en Madrid, suma 107.411 lecturas.
- La del aceite de palma 9.785
- La página de Facebook la siguen 515 personas.
- Y mi corazón ha debido latir unos 35 millones de veces.
En fin, son solo números pero me hacen muchísima ilusión. Porque detrás de varios de esos guarismos hay personas, seres humanos con sus anhelos, con sus vidas cargadas de ilusiones que, por una u otra razón, dedican un tiempo de su existencia a leerme. Y ese es un regalo que con nada se puede pagar. Invierten su más preciado bien: el tiempo. Un tiempo que nada ni nadie podrá devolverles.
A todos, gracias, de verdad, por estar ahí.