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DEL CINE AL HOSPITAL

Blog de un estudiante de Medicina. Un cineasta entre batas blancas.

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¿No te lavas las manos con frecuencia? Semmelweis te va a convencer.

13 octubre, 2018 escrito por Óscar Parra 3 comentarios

Estos días, en la asignatura de Epidemiología, hemos tenido un seminario sobre el lavado de manos en los médicos. Yo era de esos que consideraba un tanto exagerado andar buscando un baño para lavarse las manos cada vez que sales o entras en casa. Ya no. El doctor Semmelewis me ha convencido.

El doctor Semmelweis.

Ignaz Semmelweis fue un médico húngaro del siglo XIX que vivió una pavorosa situación. En 1846 nuestro amigo Ignaz entró a trabajar en el Hospital General de Viena como asistente del doctor Johann Klein, director de obstetricia desde hacía más de veinte años. Allí enseñaban a estudiantes de Medicina y a aprendices de comadrona la correcta manera de atender a un parto, entre otras cosas.

En años anteriores a la entrada en el hospital del jefe de Ignaz, la tasa de mortalidad materna había sido del 1,25%. Posteriormente, cuando Klein tomó posesión de su puesto, decidió que la enseñanza se hiciera con cadáveres, una práctica usada en otras universidades y hospitales de Europa. Klein reorganizó el hospital en dos pabellones: el primero (PM) para médicos, y el segundo (PC) para comadronas. Desde entonces, la mortalidad por fiebre puerperal (fiebre sucedida en los 40 días posteriores al parto) aumentó de un modo terribe en el PM frente a la del PC.

Ignaz Semmelweis
Ignaz Semmelweis

Diario de un médico.

Las siguientes líneas del diario de Semmelweis ilustran los efectos devastadores de la fiebre puerperal. “Julio de 1.846. La próxima semana tomaré el puesto de ‘Herr Doktor’ en la clínica de maternidad del Hospital General de Viena. Me asusté cuando escuché el porcentaje de pacientes fallecidas. Este mes, no menos de 36 de las 208 madres murieron de fiebre puerperal. Dar a luz a un niño es tan peligroso como una pulmonía de primer grado«.

En la época se creía que la fiebre puerperal se debía a cambios atmosféricos, cósmicos o telúricos. Pero para nuestro héroe, el doctor Semmelewis, la cosa no estaba tan clara…  ¿Cómo podían esas influencias haber infestado durante años el PM del hospital y haber respetado el PC? Y ¿cómo compatibilizar esto con el hecho de que mientras la fiebre asolaba el hospital, apenas se producían casos en la ciudad de Viena o sus alrededores? Una epidemia verdadera, como el cólera, no podía ser tan selectiva. Asimismo, Semmelweis comprobó que las mujeres que daban a luz en la calle, camino al hospital, tenían un porcentaje de muertes por fiebre puerperal más bajo que las ingresadas en el PM del hospital, a pesar de las condiciones adversas. Semmelweis escribió en su diario: “Diciembre 1846. ¿Por qué tantas mujeres mueren de esta fiebre después de haber dado a luz sin problemas? Durante siglos, la ciencia nos ha enseñado que es una epidemia invisible que mata a las madres. Las causas pueden deberse a cambios atmosféricos, alguna influencia cósmica o terremotos”.

Semmelweis creía que era poco probable que la fiebre pudiera deberse a estas causas. Recopiló datos estadísticos del número de muertes por fiebre puerperal tanto del PM, dirigido por Klein, como del PC, dirigido por el doctor Bartch, y razonó que: “Es poco probable que cambios atmosféricos, cósmicos o telúricos causen la fiebre porque la proporción de muertes es muy diferente en los dos pabellones. Puesto que el número de muertes no es tan grande en el PC, tal vez la causa tiene que ver con algo que pasa en el PM”.
Además, Semmelweis rechazó que la causa de la mortandad fuera la dieta o la atención general a las pacientes al ser similares en los dos pabellones. Del mismo modo, excluyó el hacinamiento que incluso era mayor en el PC, en parte porque las mujeres intentaban evitar que las ingresaran en el temido PM.

¿Culpa de un sacerdote?

Una explicación psicológica hacía notar que el sacerdote, que portaba los últimos auxilios a una moribunda, tenía que pasar por cinco salas del PM antes de llegar a la enfermería. Se opinaba que la aparición del sacerdote, precedido por un acólito que hacía sonar una campanilla, producía un efecto terrorífico y debilitante en las pacientes de las salas, que las hacía más propicias a contraer la fiebre puerperal. Esto no ocurría en el PC porque el sacerdote tenía acceso directo a la enfermería. Semmelweis le convenció para que diera un rodeo en el PM y suprimiera el toque de la campanilla para no anunciar su llegada. Pero la mortalidad no decreció.

Sin lavarse las manos.

El doctor anotó también que muchas de las pacientes hospitalizadas contraían la fiebre puerperal antes del parto, y que el punto de infección siempre era el útero. Observó que los estudiantes que acudían al PM venían de las prácticas anatómicas con cadáveres sin limpiase las manos, o como mucho se las limpiaban superficialmente, antes de examinar a las mujeres. Entonces formuló la hipótesis de que los estudiantes transportaban “materia putrefacta” desde los cadáveres hasta las parturientas, siendo ese el origen de la fiebre puerperal. Esta hipótesis explicaría que la mortalidad en el PC fuera mucho más baja, porque la preparación de las comadronas no incluía prácticas forenses. También explicaría que la mortalidad fuera menor en “partos callejeros”, ya que las mujeres, que llegaban con el niño en brazos, casi nunca eran reconocidas después de su ingreso; teniendo así mayores posibilidades de escapar a la infección.

El jefe no estaba de acuerdo.

Su jefe, el doctor Klein no estaba de acuerdo con la hipótesis de Semmelweis, ni con sus propuestas. Claro, el tipo llevaba años ahí y no había sido capaz de detectar por qué morían tantísimas mujeres tras el parto y ahora llega ese húngaro a decirle como hacer su trabajo bien y no… Por el contrario, Klein basaba la mortalidad en la brusquedad de los estudiantes en los exámenes vaginales, debido a que la mayoría eran extranjeros. Ya sabéis, la culpa siempre la tienen los de fuera. Tras discusiones violentas, Klein lo destituyó como su ayudante en octubre de 1846.

Semmelweis pasó dos meses en Venecia para reponerse y cuando en 1847 regresó a Viena, conoció la noticia de la muerte de Kolletschka, su profesor de anatomía patológica, tras cortarse accidentalmente con un escalpelo durante una autopsia y manifestar síntomas similares a los de la fiebre puerperal. Escribió al respecto: “Este acontecimiento me sensibilizó extraordinariamente y, cuando conocí todos los detalles de la enfermedad que le había matado, la identidad de este mal con la infección puerperal, de la que morían las parturientas, se impuso tan bruscamente en mi espíritu, con una claridad tan deslumbradora, que desde entonces dejé de buscar por otros sitios […] Su sepsia y la fiebre puerperal deben tener el mismo origen […] los dedos y manos de los estudiantes y doctores, sucios por las disecciones recientes, portan venenos mortales de los cadáveres a los órganos genitales de las parturientas”.

Vuelta al trabajo.

Poco después, el doctor fue admitido como asistente suplente en el PC. Semmelweis puso a prueba su hipótesis. Por petición suya, los estudiantes se intercambiaron con las comadronas del PM al PC y, en un mes, se triplicó la mortalidad por fiebre puerperal. Si la hipótesis era correcta, la fiebre puerperal se podría prevenir destruyendo químicamente la materia infecciosa invisible adherida a las manos. Dictó una orden exigiendo a todos los estudiantes de medicina que se lavaran las manos con una solución de cloruro de calcio, antes de reconocer a ninguna parturienta y después de cada exploración vaginal.

La tasa de la enfermedad disminuyó drásticamente, del 18% a menos del 3% en tan solo unos meses, y en el año 1848 descendió hasta el 1,27% en el PM, frente al 1,33% del PC.

Ese mismo año escribió: “En los primeros cuatro meses del año, hubo de treinta a cuarenta muertes mensuales. A finales de mayo se introdujo la práctica del lavado de manos y, desde ese momento, los casos de enfermedad, que antes se producían a diario, dejaron de ocurrir. En junio murieron tres mujeres, en julio otras tres, y hasta mediados de agosto otras dos. En ese momento fue admitido un nuevo grupo de estudiantes, algunos desatendieron el lavado de manos y, para finales de agosto, habían muerto doce pacientes. Después de un control más estricto, la morbilidad cesó, así que para finales de septiembre tan sólo habían ocurrido tres muertes […] en ausencia de más evidencia que pudiera explicar la importante disminución de la fiebre puerperal en este hospital, las normas preventivas arriba mencionadas, concernientes al examen, merecen atención y podrían fomentar experimentos similares en otros hospitales de maternidad”.

El doctor Semmelweis poniendo en marcha su procedimiento.
El doctor Semmelweis poniendo en marcha su procedimiento.

Posteriores experiencias clínicas llevaron a Semmelweis a ampliar su hipótesis. En una ocasión, tras desinfectarse cuidadosamente las manos, él y sus colaboradores examinaron primero a una parturienta aquejada de cáncer cervical ulcerado. Procedieron luego a examinar a otras doce mujeres de la misma sala, después de un lavado rutinario, sin desinfectarse de nuevo. Once de las doce pacientes murieron de fiebre puerperal. Semmelweis concluyó que la fiebre puerperal podía ser producida no sólo por materia cadavérica, sino también por materia pútrida procedente de organismos vivos.

La envidia, siempre presente.

A pesar de la evidencia, muchos compañeros, comenzando por su jefe, rechazaron sus estudios. Poco después fue despedido, de nuevo, del hospital y, abatido, cayó en una profunda depresión y finalmente, murió trágicamente el 16 de agosto de 1865. Al parecer se hizo un corte con un bisturí infectado con la enfermedad que él había descubierto como evitar. Hay quien dice que fue un suicidio. O tal vez fuera un accidente.

Años más tarde, Joseph Lister (ahora ya sabes el origen del «Listerine») extendería los conocimientos del húngaro a la práctica quirúrgica higiénica del resto de especialidades médicas. En 1879, Pasteur demostró que las bacterias estreptocócicas se podían encontrar en la sangre de las mujeres que tenían fiebre puerperal. Semmelweis es considerado hoy como un pionero y Lister el padre de la asepsia moderna (bueno, y también se le asocia al enjuague bucal Listerine, aunque en realidad fue otro señor, Joseph Lawrence, el que, aprovechando los estudios del doctor Lister, patentó la fórmula del famoso líquido. El Listerine se empezó a usar como desinfectante de heridas y quirófanos. Y hoy…)

Joseph Lister y sus patillas.
Joseph Lister y sus patillas.

Fuente: https://www.researchgate.net y otras.

Sección: Divulgación médica, Mi Diario, Segundo de Medicina Aquí se habla de: anatomía, blog estudiante medicina, epidemiología, historia, Inspiración, Semmelweis

¿Cine y Medicina? ¿En serio?

21 marzo, 2017 escrito por Óscar Parra 4 comentarios

Cine y Medicina. Pero… ¿Pero es que te ocurre algo? ¿Estás en el hospital? Lo cierto es que las reacciones de los amigos que van enterándose del asunto varían entre el asombro y la alegría, y es que en la Medicina, todos tenemos bastante interés por la cuenta que nos trae…

La distancia entre la Medicina y el cine.

El tiempo medio que se tarda en sacar adelante un proyecto importante no baja de los 5 o 6 años, otros se van a 10, como es el caso de los dos últimos ganadores del Premio Goya, «Tarde para la ira» y «A cambio de nada». Así pues, por falta de paciencia no va a ser.
Otro punto en común es que, en ambas disciplinas, el trato personal es sumamente importante, o sea, que tampoco estaba tan alejado el asunto.
También creo que el cine es medicina para el alma, por lo que ¡ahora le toca al cuerpo!
Y por último, hacer cine implica no andar al 100% en tus cabales cosa que, tras echar un vistazo al plan de estudios, creo que también se comparte con los médicos.
Naturalmente esto no sería posible sin el apoyo total de mis padres y Gemita.

Cine y Medicina
Mi querida Blackmagic Cinema Camera siendo auscultada. ¡Tiene un gran corazón!

¡Y qué decir del hecho de poder ver películas de médicos y decir, con aire de suficiencia, eso no es así y esto y lo otro! 🙂 Aunque bien pensado eso ya lo puedo hacer, de hecho en España lo hacemos todos, ¿quién no opina de medicina con total tranquilidad? No hablemos ya de los vendedores de humo y estupideces varias…

¿Y no te ves mayor para empezar?

Creo que la vida es una cuestión de mirada.

En realidad mientras estás vivo siempre es pronto para hacer lo que amas - Compártelo       
. Porque lo único que cambia con el paso de los años es tu percepción, no la realidad. Decía Mario Benedetti lo siguiente:

Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana no existía.

Luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era un océano
la muerte a lo más, una palabra.

Ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte, de los otros.

Ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es el océano
pero la muerte empieza a ser la nuestra.

 

En fin, crucemos los dedos porque, si Dios quiere, pronto comenzaré otra nueva película llamada Medicina, posiblemente la más complicada de todas las que he enfrentado, pero como a todas las demás, le dedicaré cuerpo y alma.

 

Sección: Mi Diario Aquí se habla de: Benedetti, cine, Del cine al hospital, familia, Gemita, Inspiración

Aquí comienza todo: del cine al hospital.

2 octubre, 2016 escrito por Óscar Parra 14 comentarios

Domingo, 2 de Octubre de 2016.

Dando un paseo con Gemita por el centro de Madrid, pasamos por mi antiguo colegio, el Fray Luis de León, de los padres Reparadores. A unos metros, una mujer cae aparatosamente al suelo. Naturalmente acudo a ayudar y tras comprobar que no tiene ninguna herida fuerte (o eso parecía), llamamos a los servicios de emergencia, que aparecieron al momento.
Me gusta sentir que mis palabras calman a la señora. Algo se mueve en mi interior. Tras hacerme una foto en la puerta del cole  una extraña sensación me invade…
¿Por qué no habré sido médico?

Siempre lo he deseado, siempre anhelé formar parte de ese pequeño universo de «ayudadores». Sin embargo mi realidad es que llevo quince años dedicado al cine y a la informática. Sí, pero… ¿Te vas a morir sin hacer realidad tu sueño…?

Ya en casa me pongo a buscar información, sin demasiadas esperanzas, esa es la verdad, porque a fin de cuentas ya soy mayor para plantearme comenzar una carrera, ¡y más aún Medicina! O no. ¿Es tarde alguna vez para aprender?

Colegio Fray Luis de León.
En la puerta de mi cole.

Acceso a mayores de 25.

En un par de horas he recopilado información interesante.
Existe una prueba llamada «Acceso a mayores de 25»
pero, ¿también me valdría para Medicina? Nervioso me voy a la cama con el firme propósito de terminar mañana de informarme.

Al día siguiente, y tras leer en diversas webs universitarias que existe un cupo del 3% de las plazas reservadas a gentes raras como yo, me miro al espejo, como mi padre hiciese en una fuente de su pueblo hace más de cincuenta años, me observo. ¿Medicina? ¿Por qué no? ¡Vamos a ello!

Academia Bravosol: la incompetencia de un director.

Con ánimos renovados llamo a una academia, en Internet pretende ser de las mejores, y hablo con el director. Un cubo de agua fría está a punto de caer sobre mí. El tipo en cuestión, el flamante director de la Academia Bravosol, resulta ser un vulgar vendedor de crecepelos. En unos segundos echa abajo toda ilusión: «Sí, nosotros preparamos para acceso a la Universidad a mayores de 25, pero olvídate porque para Medicina no hay plazas. ¡Estaría bueno, quitarle la plaza a un chaval! No, en otras sí hay cupo, pero en Medicina, NO. Eso haberlo pensado antes».

Tras colgar, con el ánimo por los suelos, decido echar un último vistazo a Internet y encuentro un extraño mensaje de un no menos extraño tipo en el foro de casimedicos. Es de hace un par de años y asegura haber entrado a la carrera por la vía de mayores de 25. ¿Entonces, es mentira lo que me contó el bobo de la Academia Bravosol?

CEPA Aluche.

Inmediatamente retomo mi búsqueda y finalmente aparece la CEPA de Aluche. Llamo, me informan y… ¡SÍ, CLARO QUE SE PUEDE!

Al momento me acordé de la desagradable conversación con el fulero director de la academia Bravosol. - Compártelo       

Se me revuelven las tripas… ¿Ese es el nivel de información del que disponen en Academia Bravosol? Lo es.

Al día siguiente me persono en mi cole para asegurarme de que puedo presentarme. Me lo confirman. El miércoles por la tarde voy con mi madre a la CEPA de Aluche donde me informan extraordinariamente bien. El jueves regreso allí, con Gemita, y me inscribo con la opción Ciencias de la Salud (Lengua española, Comentario de texto, Inglés, Biología y CTM). El viernes me llegan de Amazon un par de libros para preparar la prueba y el siguiente lunes, exactamente 8 días después de mi primer pensamiento, entro con paso firme en el aula de Lengua Castellana.
Comenzaba mi lucha.

Sección: Mayores de 25, Mi Diario Aquí se habla de: CEPA Aluche, Colegio Fray Luis de León, familia, Gemita, Inspiración, Lucha, Mayores 25, opinión Academia Bravosol

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Lo cierto es que es un deseo que atesoro desde que era niño. Tan niño que ni siquiera lo recuerdo con claridad. Tal vez tenga algo de «culpa» mi tía Fátima, que me regaló el hospital de Famobil (Playmobil en otros países). O quizás me influyera mi primer médico (entonces se llamaban «médicos de cabecera»), don Ricardo, que me inculcó el amor por la Medicina a base de humor y cariño.

«Sólo el médico y el dramaturgo gozan del raro privilegio de cobrar las desazones que nos dan».
Santiago Ramón y Cajal

Así pues, sin don Santiago lo dice, tiene que ser cierto. De dramaturgo ya ejercí, ¡atento mundo sanitario, que voy!

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