¡Se acerca la Navidad! ¡Y me encaaaaaaaaaaaaaaaanta! Me consta que hay personas que la odian, ¡cada uno con sus cadaunadas! Yo también he perdido a personas que me eran muy queridas, pero la Navidad no tiene la culpa. ¿Verdad? De hecho, justo ahora está mi abuelo Modesto hospitalizado y malito y no, la Navidad tampoco le ha provocado la fisura del fémur ni la infección urinaria…
Inicio aquí una breve serie de dos postales cuya protagonista será la Navidad. En esta primera os hablaré de la Medicina en tiempos de Jesús, la segunda estará mucho más relacionada: un experto nos va a desvelar muchas cositas de la verdadera Navidad.
Medicina en los tiempos de Cristo.
Nos cuenta el sacerdote José L. Caravias que en tiempo de Jesús ciertamente había muchos enfermos. Los Evangelios dan testimonio de ello. Y la historia de la época también. Los duros impuestos de Roma a Judea habían dejado al pueblo en la miseria. Muchos campesinos habían perdido sus campos. Y en la más extrema escasez no es de extrañar la proliferación de enfermedades.
Pero lo más grave era que en aquella sociedad teocrática se miraba a los enfermos como castigados de Dios. Se pensaba que las enfermedades crónicas y, sobre todo, las deficiencias físicas, eran fruto de un castigo de Dios a causa de los pecados del enfermo o de sus antepasados. La ceguera, el defecto de una mano o un pie y especialmente todas las enfermedades de la piel eran consideradas enfermedades impuras, consecuencia de una maldición de Dios. Por ello el judío piadoso no debía compadecerse de esta clase de enfermos; debían ayudarles, pero con desprecio, ya que así pensaban seguir la misma actitud de Dios hacia ellos. A esos malditos de Dios, había que maldecirlos. El que los tocaba quedaba impuro, inhábil para dirigirse a Dios en la oración. Por eso se les prohibía entrar en las ciudades. Solo podían pedir limosna en las puertas de la ciudad o en los caminos. Y en el caso de los leprosos, o sea, todos los que tenían alguna enfermedad de la piel, no podían ni acercarse a los caminos, ya que se pensaba que si alguien los miraba contraía impureza legal; por eso se les obligaba a colgarse una campanita para que el que la escuchase desviara la vista y no quedase así impuro al verlo.
Y en ocasiones, acertaban.
Ojo, no en lo de pensar que las enfermedades eran maldiciones de Dios, sino en algunos remedios. En realidad el conocimiento sobre las enfermedades era escaso. El jengibre era conocido por ser útil para las náuseas, y una arcilla especial que se encuentra en la isla griega de Lemnos se creía que era útil para enfermedades como la disentería. Esta arcilla se vendía como medicamento. Y no iban desencaminados puesto que esa arcilla contiene elementos tales como caolín y bentonit, que se utilizan en los medicamentos modernos para tratar la diarrea.

Las leyes judías que cuidaban de la salud.
La mayor parte del conocimiento que se tiene de la medicina hebrea durante el primer milenio antes de Cristo proviene del Antiguo Testamento de la Biblia. En él se citan varias leyes y rituales relacionados con la salud, tales como el aislamiento de personas infectadas (Levítico 13 45-46), lavarse tras manipular cuerpos difuntos (Números 19 11-19) y el entierro de los excrementos lejos de las viviendas (Deuteronomio 23 12-13).
Por supuesto también incluían prevención y supresión de epidemias, avisos sobre enfermedades venéreas y prostitución, cuidado de la piel, baños, alimentación, vivienda y ropas, regulación del trabajo, sexualidad, disciplina, etc.
Y en mitad de esa maraña de leyes, Jesús de Nazaret.
Hay que tener presente que los judíos veían las enfermedades como castigo por la desobediencia. El capítulo 28 Deuteronomio da una lista de las muchas maldiciones que vendrían sobre el pueblo de Israel por causa de la desobediencia. Entre ellas están las siguientes: Las enfermedades como castigo por la desobediencia. En resumen, las familias de Israel que conocían la Biblia hebrea, tenían la idea de que la salud era un premio por su obediencia, y las enfermedades eran el castigo por la desobediencia.
Ya en el Nuevo Testamento, os sonará a los creyentes que, una vez los discípulos preguntaron a Jesús, en referencia a un invidente: «¿Quién pecó, éste o sus padres, para que naciese ciego?», a lo que Jesús contestó: ni este ni sus padres pecaron. Lo que debió dejar a los apóstoles perplejos.
Jesús, el médico, ¿hay algo de verdad en todo eso?
Si algo caracteriza a Jesús de Nazaret es su poder para sanar dolencias físicas, paralíticos, ciegos y diversos tullidos son sanados por Jesús. Así pues, parece claro que algo de médico tenía el hombre. Pero en fin, que curar tenía lo suyo, pero oye, ¿y resucitar a muertos? Dejemos de lado las sanaciones y vayamos a lo gordo. ¿Hay alguna evidencia de que las resurrecciones sean reales?
Pues atención porque, según diversos estudiosos, sí.
De acuerdo a don Gerardo Jofre, prestigioso investigador y divulgador, una de las resurrecciones narradas en los Evangelios, tiene elementos que hacen pensar que fue un hecho histórico.
La resurrección de la hija de Jairo.
Nos cuenta el señor Jofre que, los estudiosos han visto en este relato, una secuencia o estrato de NIVEL 1, es decir, que se remonta a los tiempos de quienes estaban con Jesús. A diferencia de otros relatos, a Jesús no le llaman mesías, ni hijo de Dios, sino simplemente maestro. Pero lo más llamativo es el texto arameo “talita cumi”. Es un texto arameo que está transliterado al texto griego. Teniendo en cuenta que el texto de Marcos se escribió, con toda probabilidad, en el siglo II, es muy improbable que la Iglesia cristiana del siglo II se inventase esa frase aramea.
Todos los indicios apuntan a que en esta narración, aunque algo embellecida, se recoge un testimonio de personas que estuvieron allí. Atendiendo al criterio de dificultad, la mayoría de los historiadores piensan que al menos en algún momento de su vida, se creyó que Jesús tenía el poder de resucitar. Un historiador no podrá afirmar si lo que hizo Jesús con la hija de Jairo fue un milagro, eso está fuera del terreno de la ciencia, pero si puede afirmar que había personas que creían que Jesús había resucitado a esa jovencita.
Concluyendo
Ha sido un texto largo, y si has leído hasta aquí es obvio que te ha interesado. Como vemos, en los tiempos de Jesús, la Medicina estaba regular. Israel era un pequeño trozo de mundo plagado de enfermos a los que la Ciencia, si es que se podía llamar así, ofrecía pocos remedios. Y en mitad de ese lodazal de oscuridad apareció un hombre, un joven campesino de Nazaret, Jesús que, para los creyentes como yo, vino a decirnos que Dios no castiga con enfermedades. Y como prueba, mientras Él estuvo en el mundo, su Luz fue sanando allá por donde pasaba. ¡Eso es lo que celebraremos en un par de semanas, el nacimiento de la Luz en un mundo de oscuridad!
Mi amigo Gerardo Jofre
Además de un inteligente estudioso y divulgador, Gerardo modera con acierto el importante grupo Debates sobre arqueología bíblica así como otro sobre el Jesús Histórico. Miembro del Instituto Español de Investigaciones Bíblicas, Gerardo colaboró como asesor histórico en mi película La espina de Dios, además es un brillante abogado y un excelente amigo.

Os cuento esto porque, en una próxima postal sobre la Navidad, Gerardo nos va a hablar de la verdadera Natividad de Jesús. ¿Nació en Belén? ¿Fue de verdad un 24 de diciembre? ¡Como veis va a ser interesantísimo!
Fuentes: Buscando a Jesús, Seminario Abierto, Padre José L. Carabias, Gerardo Jofre,