• Saltar a la navegación principal
  • Saltar al contenido principal
  • Saltar a la barra lateral principal

DEL CINE AL HOSPITAL

Blog de un estudiante de Medicina. Un cineasta entre batas blancas.

  • MEDICINA
    • LA CARRERA
    • 1º MEDICINA
    • 2º MEDICINA
    • 3º MEDICINA
    • 4º MEDICINA
    • DIVULGACIÓN MÉDICA
    • ÚLTIMOS AVANCES
    • PENSAMIENTO MÁGICO
  • DIARIO
    • CINE
    • MIS RELATOS
    • CONTACTO
  • MAYORES DE 25
    • MI EXPERIENCIA
    • TÉCN. ESTUDIO
    • DESCARGAS
  • ATENCIÓN PERSONAL
  • ¿QUIÉN SOY?

Ocho años sin mi tío Pepe.

11 diciembre, 2022 escrito por Óscar Parra Deja un comentario

Anoche me fui razonablemente pronto a la cama. Mañana lunes tengo un examen final de Medicina (farmacología clínica) y mis días en la actualidad se resumen a eso; estudiar y «descansar». Sin embargo, de un modo nada habitual, me desperté repentinamente y me acordé de él, de mi tío Pepe. De don José Pérez Parra. Al poco recibí un mensaje en el teléfono diciendo «Qué tristes recuerdos». Y así es.

La noche del 10 de diciembre fue terrible. Seguramente la peor de mi vida. Ver apagarse, poco a poco, la vida de mi tío Pepe, del hombre al que tanto admiré desde pequeño, en aquella habitación de hospital, fue un hecho terrible y trágico. Gracias a Dios, la agonía fue efímera. El tío Pepe exhaló su último suspiro cerca de las tres de la tarde del día 11 de diciembre de 2014. Horas antes, ya en su lecho de muerte, había comprado lotería de Navidad, porque «este año me va a tocar». Genio y figura hasta la sepultura.

Su pasión por la naturaleza.

Si trato de imaginarle, indefectiblemente le veo en mitad del páramo manchego. Vestido de camuflaje, o de cualquier manera, el tío Pepe adoraba andar por la finca familiar en pleno corazón del Parque Natural de las Lagunas de Ruidera. En el mismo centro de Castilla la Mancha. Era su pequeño paraíso, el lugar en el que se sentía más vivo. Imagino que, en parte, le transportaba a su niñez. O simplemente, el contacto con la tierra, el olor a tomillo y romero, le devolvían a su hábitat. Sea como sea, yo le veía feliz por aquellos cerros de Dios.

El tío Pepe, junto a su hermana, la tía Lourdes y un servidor, en "el cortijo".
El tío Pepe, junto a su hermana, la tía Lourdes y un servidor, en «el cortijo».

El tío Pepe y la Navidad.

Era el momento del año que más asociaba con él. Las Nocheviejas en su compañía fueron absolutamente inolvidables. Disfrazado de cualquier cosa, fue mi particular centro de atención en la última noche de muchos años. Y lo reconozco, yo esperaba con especial ilusión el momento en que se arrancaba a bailar. Parapetado tras algún disfraz, se marcaba unos imposibles pasos de flamenco que hacían las delicias de todos los asistentes. Aquello no se parecía en nada a palo alguno del flamenco; y a quién le importaba. Era el tradicional número de la noche de Nochevieja de mi tío Pepe.

El tío Pepe era sinónimo de alegría; un hombre que disipaba la pena allá dónde fuese. Yo he sido fan de mi tío desde que nací. Y le sigo queriendo y añorando. Siempre.

YouTube player

Sección: MEDICINA 6, Mi Diario Aquí se habla de: blog estudiante medicina, carcinoma urotelial, familia, Gemita, Inspiración, José Pérez Parra, Modesta Pérez, tabaco, Tío Pepe

Siete años sin tu sonrisa, tío Pepe.

11 diciembre, 2021 escrito por Óscar Parra 1 comentario

Pensar en mi tío Pepe es iniciar un viaje a los divertidos veranos de antaño. A navidades entrañables. Ambas épocas, con su presencia, tenían algo en común: el humor y las risas que, mi amado tío Pepe, era capaz de sacarme. De sacarnos. La sonrisa de mi tío era universal.

Estoy acordándome del, lejano ya, verano de 1996. Un familiar trajo, en acogida temporal, a una niña ucraniana, creo recordar que se llamaba Olga. Naturalmente la chica no entendía una sola palabra de español. ¡Pero comprendió perfectamente el idioma internacional de la sonrisa de mi tío Pepe! Y es que, como dijo una vez el estupendo Ruíz Iriarte,  la sonrisa es el idioma general de los hombres inteligentes.

La ucraniana y el tío Pepe.
La ucraniana Olga, y el tío Pepe.

Siete años y ya eres inmortal.

Y a mí, querido tío, no me parece ni si quiera que te hayas marchado. Aún sigues en la agenda de mi teléfono móvil, marcado como contacto importante; aquel al que llamar en caso de emergencias. Y es que, ¡cuántas veces fuiste mi contacto de emergencia! ¡Cuántas veces te llamé para contarte algo que, solamente tú, podías saber! Que solamente tú, podías entender. Cuántas veces recibí tus consejos con sumo interés.

Mi tío Pepe, de sombrero negro, junto al tío Alejandro Lorente.
Mi tío Pepe, de sombrero negro, junto al tío Alejandro Lorente.

Escribió el sabio Cicerón, hace más de dos mil años, que la vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos. ¿Hay forma más hermosa de pervivir en este mundo que seguir haciéndolo en los pensamientos de los que te conocieron? Yo siempre dije que, el arte era una manera bella de lograr la inmortalidad. ¿Quién se acordaría de don Miguel de Cervantes sin su inmortal obra?

Pero desde que nos dejaste para iniciar tu viaje al Infinito, he aprendido que, la sonrisa y dejar un poso de alegría en los que aquí quedan, también es una garantía de seguir viviendo en el recuerdo de los vivos. Por eso, querido tío Pepe, tú eres ya inmortal.

YouTube player

Sección: Mi Diario, Quinto de Medicina Aquí se habla de: Alejandro Lorente Carrasco, blog estudiante medicina, carcinoma urotelial, familia, Gemita, José Pérez Parra, Modesta Pérez, muerte, Tío Pepe

Tío Pepe, cuatro años sin verte, que no sin ti.

11 diciembre, 2018 escrito por Óscar Parra Deja un comentario

Hoy, cerca de las tres de la tarde, se han cumplido cuatro años sin verte, amado tío Pepe.
Pero no sin ti, porque sigues presente.
Y no, no son simples palabras. Eres una realidad tangible, que puedo palpar en mi vida. El dolor se ha mitigado, sí; no estamos hechos para sufrir eternamente, pero la sensación de pérdida ahí está, perenne, seca, hiriente: aún soy incapaz de creer que, de verdad, no volveré a verte en este mundo.

Te escribo estas líneas al atardecer de este nuevo 11 de diciembre, mientras me sumerjo en tus recuerdos al compás de esta melodía…

https://www.delcinealhospital.com/wp-content/uploads/2018/12/LastButterfly.mp3

La belleza radica en lo fugaz de la misma.

Este año he cursado una asignatura, «Cuidados paliativos», ¡lo que hubiese dado aquella eterna noche de hace cuatro años por saber lo que hoy sé! No habría sufrido viéndote aspirar tus últimas bocanadas de vida, no habría llorado horrorizado ante tu agonía: habría derramado el mismo océano de lágrimas por tu partida, pero sabiendo que no estabas sufriendo.
Hoy, querido tío Pepe, asimilada tu pérdida, sigo pensando que te fuiste demasiado pronto. Pero la belleza radica en lo fugaz de la misma. Tal vez por eso nos gusten tanto las estrellas fugaces, porque somos conscientes de su propia finitud.

De esta instantánea, me faltan dos. Mi querida abuela Sofía y tú, tío Pepe.
De esta instantánea, me faltan dos. Mi querida abuela Sofía y tú, tío Pepe.

Mi tío Pepe no sobrevivió.

Tu maldito cáncer de vejiga no acabó en las tablas de supervivencia que tantas veces revisé. ¡Cuántas veces he llorado sin pensar serenamente en ello! Y ahora, cuatro años más tarde, entiendo que, quizás, ocurrió porque tú no sabías sobrevivir en la vida, tú lo que de verdad sabías, era vivir. Y no es lo mismo.

Decía mi tocayo Wilde que lo menos frecuente en este mundo es vivir, que la mayoría de las personas solamente existen. - Compártelo       
Y tú, querido tío Pepe, no te conformaste con existir, no estabas hecho para sobrevivir, lo tuyo era vivir. Vivir en toda la extensión de la palabra.
Porque tú fuiste sinónimo de vida, tanto que, ni la misma muerte, logró apagar tu sonrisa de nuestros corazones. Tanto que, ni la misma muerte, consiguió borrar tu vida de las nuestras. Tanto…

Han pasado cuatro años. Pero tú, querido tío Pepe, tú sigues aquí, presente en nuestro ahora, cautivándonos con tu ayer y regalándonos sonrisas ante el mañana.

Te quiero, tío Pepe. Con todo mi corazón, te quise, te quiero y te querré, como escribí en aquel postrer mensaje que te envié en esa madrugada de diciembre, para siempre, y como tú, inolvidable para mí.

Sección: Mi Diario, Segundo de Medicina Aquí se habla de: blog estudiante medicina, cáncer, cáncer de vejiga, carcinoma urotelial, familia, Gemita, Inspiración, José Pérez Parra, Modesta Pérez, reflexión, Tío Pepe

¡¡Celebrando!! UCM Medicina 2017

13 agosto, 2017 escrito por Óscar Parra 4 comentarios

Llegó el día; atrás queda el momento en que, como acicate a mi esfuerzo, mis padres prometieron celebrar una fiesta en caso de que lograse entrar en Medicina. Pasaron los exámenes para mayores de 25, las notas, los nervios de la espera, la publicación de los admitidos en la carrera, la matrícula, el carné universitario… Y ahora, a 22 días de comenzar, ¡la fiesta!

Pero antes, la fiesta.

El evento ha tenido lugar en mi querido pueblo de Carrizosa. Amigos y familiares acudieron de varios rincones de España para celebrar juntos un día especial. Naturalmente mis padres, como padres y como manchegos, propusieron un menú a todas luces más que suficiente: 3 corderos, varios kilos de queso manchego, chorizo de la tierra, jamón y cantidades de bebida más propias de un festival cervecero que de un evento privado. Entre los asistentes me faltó alguna persona que, de verdad, no pudo acudir; y la eché en falta.

También eché de menos a mi tío Pepe, su ausencia la palió, en algún sentido, la presencia de mi tía Encarna, su querida esposa, y sus hijos, y primos míos, José Carlos y Ana Belén.

La felicidad, hay que tomársela en serio.

Tengo la certeza de que tenemos la mala costumbre de preocuparnos exclusivamente por asuntos negativos. ¿Habéis pensado alguna vez lo que ocurriría si nos preocupásemos por temas positivos?

¿Y si nos tomásemos en serio la felicidad? - Compártelo       

Por ejemplo, salir de casa con la bella intención de disfrutar de la velada. Salir con el pensamiento claro en ese sentido; algo tipo «hoy voy a tratar de ser feliz, de no ser descortés con nadie, de procurar felicidad a la gente con la que me cruce». En otras palabras, de tomarnos la felicidad en serio.

Pues sí, ayer traté de tomarme la felicidad en serio. Y tan buen resultado me dio que, hoy, voy a tomármela también.

Celebrando.

En mi familia el tema fiestas es algo genético. Estoy casi seguro de que hay un cromosoma festejador, y ese está presente en estas gentes que ayer hicieron de mi día una jornada inolvidable.

Por supuesto, y como podéis ver en el vídeo, contamos con nuestro juego favorito: ¡el electroshock!. Es genial. Cuatro mandos metálicos conectados a una pequeña central que genera electricidad. Suena un sonido y unas luces comienzan a parpadear en rojo, al ponerse en verde hay que pulsar un interruptor. El último que pulse… ¡Tendrás que verlo en el vídeo!

YouTube player

Pero en fin, esta postal es un breve homenaje a las personas que ayer se propusieron hacerme feliz y lo consiguieron.

El único vocablo que se me ocurre es GRACIAS. Sois personas maravillosas, y muchos, importantes para mi. Gemita, Modesta, Jesús, Jesusete, Sonia, Miriam, Pedrito, Iván, Valeria, Fati, Alejandro, Encarna, José Carlos, Ana Belén, Antoñete, Juana, Santiago, Chipi, Pili, Pepi, Pedro Antonio, Inma, Amalio, Vanessa Belén, Álvaro, Joaquín, Víctor Octavio, Agus, Azu, Canana, Karen, Antonio, Goyo, Teo, Tony, Emilia, GRACIAS.

A veces, el idioma de las palabras, se queda demasiado corto.

IMG_3112
IMG_3111
IMG_3110
IMG_3107
IMG_3075
IMG_3072
IMG_3070
IMG_3064
IMG_3063
IMG_3062
IMG_3059
gemita_muy_guapa
IMG_3049
IMG_3048
IMG_3047
IMG_3046
IMG_3045
IMG_3043
IMG_3042
IMG_3040
IMG_3027
IMG_3021
IMG_3018
IMG_3017
IMG_3015
IMG_3013
IMG_3010
genteguay1
IMG_3052
IMG_3055

Sección: Mi Diario Aquí se habla de: acceso mayores 25, Agustín Durán, blog estudiante medicina, celebración, familia, felicidad, Gemita, Modesta Pérez, Primero de Medicina, Tío Pepe, verano

No, ya no tengo 18 años… Pero los tuve.

7 agosto, 2017 escrito por Óscar Parra 4 comentarios

Ahora que, gracias a estar estudiando Medicina, muchos de mis amigos tienen un cuarto de siglo menos que yo, he dado un repaso a mis años de juventud. En concreto al verano de 1992.

Treinta años atrás.

Recuerdo con nitidez aquel lejano año de 1992. España estaba en plena ebullición entre las Olimpiadas de Barcelona 92 y la Expo de Sevilla molábamos mucho. Definitivamente estábamos de moda. Y además, a primeros de mayo me eché novia. Mi primer amor nada menos. Y había ocurrido en la Fiesta de las Cruces de mi pueblo. ¡Todo era perfecto!

A mediados del mes de agosto andaba yo por el pueblo, soportando los rigores de la canícula manchega. Visto con la perspectiva que otorgan estas tres décadas, parece que antes no hacía el calor de ahora y sí, hacía un calor de espanto.
Pasaba los días disfrutando de mis primos y amigos del pueblo, carteándome con la que, por entonces, era mi novia, Vanessa, yendo a la piscina con mi tía Lourdes y saliendo por las noches, único momento de tregua térmica de la jornada, a tomar un refresco al bar de Taparrajas, en Carrizosa.

Lourdes Pérez y Óscar Parra en aquel verano de 1992
Mi querida tía Lourdes y yo, en la piscina de Carrizosa.

Sorpresas amorosas.

Justamente por estos días tomé la decisión de irme de viaje por mi cuenta y riesgo. ¡Después de todo ya tenía 18 años y era mi primer amor! Sí, ya era mayor. Iría a visitar a mi novia a su sitio de veraneo; un pintoresco pueblo de Castellón. Viver de las Aguas, por más señas.

Excitado con tal perspectiva, le conté mi plan a un amigo, Antonio y le pareció genial. Tanto que me copió la idea y decidió darle una sorpresa a su prometida que también andaba pasando sus vacaciones en otro pueblo cercano a Carrizosa. Dado que la idea había sido mía, me vi en la obligación moral de acompañarle, a pesar de que no era yo muy amigo de las motos. Menos aún de viajar de paquete en una Vespa.

Las motos y yo.

Enardecido, en la tarde del 9 de Agosto de 1992, el bueno de Antonio agarró el ciclomotor de su hermano y allá fuimos los dos a dar la sorpresa romántica a su amor. Dicen que la ilusión da ruedas al corazón. Pero las de aquella Vespa, no debían ser muy fiables.
Iríamos por la mitad del camino cuando, sin comerlo ni beberlo, nos regalamos una soberana leche en aquella ardiente Nacional 430. ¿El resultado? Mis primeros pantalones (y últimos) de la marca Liberto, destrozados y su camisa hecha jirones. Bueno, ni eso; la camisa, como la moto, era de uno de sus hermanos.

La épica del guerrero.

Echando un vistazo al panorama decidimos continuar la aventura. ¡Iba a ser espectacular contemplar la cara de la muchacha cuando nos viera llegar, heridos, ensangretados y maltrechos! ¡Casi como héroes de guerra! ¡Lo que digo, iba a ser de cine! Y efectivamente: así fue…
La muchacha recibió a mi amigo con más frialdad que el abrazo de una suegra. Aún viendo que estábamos desollados, le espetó un impío: ¿Y tú que haces aquí…?
Me quedé de piedra. ¿Podía haber salido peor? Podía. A los diez minutos la chica decidió poner fin a la relación. JUSTO EN AQUEL MOMENTO.

Tras los pertinentes sollozos y ante la falta de explicaciones de la muchacha (que maldita la falta que hacían, pues aquello estaba más claro que el agua), procedimos a regresar. La vuelta en moto la recuerdo como una carrera al infierno. Un tipo desolado, llorando en silencio y a toda pastilla por aquella carretera que ya habíamos catado a la ida. Yo iba de paquete, con el casco puesto y cantando, a voz en grito, el éxito de aquel verano: Historias de amor, de OBK. No se me ocurría nada más inapropiado para la situación. Parecía que, el tema sorpresas, entrañaba algo de peligro…

Ya en Carrizosa, rumiaba un servidor la idea de darle una sorpresa a Vane con otra perspectiva. Mira que si llego allí y… No, seguro que a mí no.

YouTube player

De camarero a mochilero.

Pero yo, que no me amilano ante nada me puse a lo mío. Busqué un trabajo y lo encontré: camarero en las fiestas de Carrizosa. Necesitaba dinero para viajar, una tienda de campaña (la opción de hotel me parecía inalcanzable, además de que en Viver no había ninguno, dato a tener en cuenta) y algo de comida.

El bar de María, en la plaza del pueblo, fue mi debut laboral. Allí, entre gentes contentas, algún tipo extraño (recuerdo al parroquiano que traía de casa su propio vaso, uno enorme con la efigie del general Franco) y las visitas de algunas mocitas que, atraídas por mi hipotético parecido con el cantante Alejandro Sanz, se dejaban la paga en Cacaolats y Fantas, a cambio de una palabra amable y una sonrisa, transcurrieron los días de fiesta.

Cuarenta mil pesetas por cuatro noches de trabajo. En aquellos momentos me parecía un sueldo de ministro. Fui camarero de barra, que el asunto de la bandeja ya era para profesionales.

Nada más acabar aquel breve periplo hostelero, mi padrino, Antonio Lillo me llevó a Villanueva de los Infantes y allí, adquirí mi tienda de campaña, una Altus que aún conservo y una mochila, también Altus modelo Alpamayo de 80 litros. Claro está, las pagué a precio de Gucci. Pero es lo que había.

El viaje a ninguna parte.

Viajar hasta aquel rincón perdido de la geografía española no fue ningún regalo. Tardé 24 horas en recorrer una distancia que, en coche, a día de hoy, habría hecho en menos de 3 horas y media. Pero hablamos de 1992. Sin carné, sin coche y viajando en autobuses. Mis padres me acercaron hasta la estación de Villanueva de los Infantes y allí, a las diez de la mañana de un soleado 18 de agosto de 1992, comenzaba mi viaje a ninguna parte.

La excursión, en aquellos primeros años noventa, sin Internet, sin móviles ni nada que se le pareciera, carecía de cualquier elemento que invitase mínimamente a la esperanza. A vista de adulto, era una completa y absoluta temeridad. La logística era tan genial que aparecí, como a las dos de la madrugada en la puerta de la vieja estación de tren de Castellón de la Plana. No había ni Dios. Pasé la noche en vela vigilando mi mochila y mi propia vida y a las 08:00 AM agarré otro autobús con destino, esta vez sí, a Viver de las Aguas. Dos horas y pico para 72 kilómetros. Bien.

Unos vecinos poco ruidosos.

Al llegar, más agitado que la maraca de un brujo, busqué un sitio en el que plantar mi tienda tipo canadiense y lo encontré. A las afueras del pueblo, bajo un árbol y pegadito a la pared de un corral para quitarme vientos. Todo perfecto. Salvo que la pared era la del cementerio municipal. Reconozco que no me percaté hasta que terminé de montar todo el invento. Claro, a las doce del mediodía, en agosto y con un sol estupendo, ¿quién dijo miedo? Además, ¡ya tenía 18 años! Eso de los temores a los muertos quedaba en el pasado.

Mis nuevos amigos de Viver de las Aguas.

Tras una parada técnica para comprar los víveres clásicos de un imberbe que no tenía la menor idea culinaria (una botella de Yop, o sea yogur bebible, una horchata y unos cereales), puse rumbo al centro urbano. No habría recorrido doscientos metros cuando me topé con un grupo de muchachos, con un par de años o tres menos que yo. Mi acento madrileño me delataba. Eso, unido a mis ojeras y la falta de sueño les hizo observarme con una curiosa mezcla de miedo y respeto. Para redondear la jugada les pregunté si aquello era Viver de las Aguas, en la provincia de Castellón. Una estupidez mayúscula pues, evidentemente, lo era. Supongo que lo hice por romper el hielo o porque 26 horas sin dormir habían formado ya cierta niebla mental en mi cerebro. A pie seguido, les describí el motivo de mi viaje y el aspecto de mi novia. Por supuesto, cuando superaron el shock me contaron que sí, que sabían de quién hablaba. Gracias a Dios ninguno pronunció la fatídica y temida frase: «¿Cómo? ¿Pero esa no es la novia del Ximo?» O algo por el estilo. Total, que trabamos amistad. Ya no estaba tan tirado. Xavi, Ernesto, otro Ernesto, José y Paco serían mi cuadrilla salvadora en esta aventura.

Les llevé hasta mi guarida, imaginando que en su fuero interno estarían temblando de miedo ante la solicitud de un desconocido de acompañarle fuera del pueblo, al lado del cementerio. Allí, ya vieron que servidor era un pobre diablo con altas posibilidades de salir malparado de aquel episodio de amor adolescente.

Misión cumplida.

A media tarde, acompañado de mis nuevos compinches, aguardé a Vane en el lugar por el que, teóricamente, debería ir de paseo. Y así fue. Aún recuerdo con emoción como la reconocí en la lejanía por su modo de andar. Cuando me vio, entornó los ojos en un gesto como diciendo, ¿es él?. Y sí, era yo. La alegría y la emoción fueron inmensos. ¡Ah, aquel primer amor!

La primera noche, y tras pasar un par de horas con mi novia, que como os he contado, no sabía nada del asunto y se llevó una sorpresa mayúscula (yo no podía dejar de pensar en la sorpresa de mi amigo Antonio una semana y pico antes), todo fue bien. Llegué a mi tienda, me desvestí, me introduje en el saco de dormir y… Prácticamente me desmayé de agotamiento.

Viver de las Aguas año 1992
Con ese aspecto, ¿cómo no se iban a asustar mis amigos de Viver?

El segundo día… Ay, el segundo día.

Pero el segundo día la cosa se comenzó a torcer. A última hora de la tarde andaba un servidor aseándose en la fuente del cementerio, con la cabeza llena de champú, sin camiseta y llevando un pequeño traje de baño como toda indumentaria. Estaba leyendo un viejo cartel que había sobre el grifo y que decía así: «Soy la muerte, tu me ves, pues a esto has de parar. Ponte a recapacitar, dos veces al día o tres, teme al Mesías pues, esto es cierto, que hay un Justo Tribunal, y una Justicia segura, y una triste sepultura, que a todos nos hace igual».
La lectura, no me cabe duda, no era la más indicada para un día de fiesta y, menos aún, para un tipo de dieciocho años cuya cama estaba a escasos metros de allí. ¿Quién piensa en la muerte con esa edad? Yo.

Cartel romántico en el cementerio de Viver

La luz del crepúsculo me recordaba que, en unas horas, la oscuridad sería la dueña y señora de aquel paraje y, para qué negarlo, se me encogió un poco el ánimo. Tal vez se encogiera algo más que el ánimo…
Andaba, como cuento, inmerso en aquellos lúgubres pensamientos, medio desnudo y con la cabeza enjabonada cuando, de repente, hizo su aparición una figura vestida de negro y con un pañuelo cubriéndole la cabeza. Ambos pegamos un grito y un salto. La pobre señora iba a echarle un padrenuestro al marido y se topó con un tipo de aquella guisa. Pedí disculpas y procuré abreviar el aseo. Asearse en un cementerio. ¿Cuántos hombres lo habremos hecho? Frankenstein, Drácula y yo. Pocos más.

Todo eran risas hasta que…

La velada, en plenas fiestas de Viver, transcurrió entre risas, amor adolescente y mofas a costa del susto anterior. Todo muy divertido y de mucho jiji y jajá hasta que llegó el momento de volver a mi campamento…

¡Ay amigo, que la cosa había cambiado respecto a la noche anterior!
En primer lugar yo ya no tenía tanto sueño y en segundo lugar mi imaginación… Esa maldita creatividad… ¡Oiga, que es que estaba pared con pared con los difuntos del pueblo!

Conforme avanzaban los minutos, cada ruido del exterior se me hacía más aterrador.
Un crujido se me antojaba el abrir de un ataúd; el ruido de la brisa entre los árboles me dibujaba en la cabeza el arrastrar del sudario de una fallecida junto a mi tienda.
Metido en mi saco de dormir, rozando los cuarenta grados de temperatura, no sabia que me asustaba más, si pasar así el resto de la noche o correr bajo la luna con mil fantasmas asediando mis pensamientos. O moría deshidratado o de un accidente cerebro-vascular.

Tomando decisiones.

Ante ese panorama, a eso de las cuatro de la madrugada y a punto de sufrir una fibrilación auricular, me armé de valor, bajé la cremallera de mi tienda y salí a escape. Desgraciadamente para huir de mi idílico campamento tenía que pasar justamente por la puerta misma del camposanto, cuya cancela era velada por una imponente cruz de piedra que, tres de aquella panda de hijos de satán que me había agenciado como colegas (Xavi, Ernest, Paco, os mando saludos), me dijeron que había servido para que una señora se ahorcara pocos días antes. Si era o no verdad no era el momento de dilucidarlo.

Vane y Óscar en Viver en 1992
Con Vane, una de aquellas noches en Viver de las Aguas.

El fútbol y yo.

Nunca antes había corrido tanto. Ni yo, ni posiblemente ser humano alguno. Enfilé la Avenida de San Francisco como alma que lleva el diablo y, a las cuatro y diez de la madrugada aterrizaba en el campo de fútbol municipal (yo es que siempre he sido muy de servicios públicos). Salté la valla y a los pocos minutos, mientras recuperaba el resuello y la dignidad, me acomodaba sobre el mullido cemento, con las estrellas como techo: iba a dormir en las gradas del lugar aquel. Amanecí con la cabeza llena de cáscaras de pipas… Precioso. Y hasta ahí mi relación con el fútbol.

El resto de días transcurrieron con la alegría y el brillo propios de los dieciocho años. Al quinto día me quedé casi sin dinero para comida y tuve que comenzar con la segunda parte de mi plan gastronómico;  la dieta clásica del toxicómano: batido de chocolate y cereales para desayunar-comer (todo en uno) y lo que surgiese para cenar. Vamos, que pasé más hambre que un piojo en un peluche. Por fortuna, Eva, una amiga de mi novia me dio cobijo en una suerte de sótano o planta baja y eso me libró de más noches a la intemperie. Especial recuerdo de la primera paella valenciana que un servidor probó de la mano de aquella santa que era la madre de la buena de Eva. Personas excelentes cuyo recuerdo atesoraré de por vida.

El 25 de agosto, cumpliendo mi novia sus 15 primaveras, tuve que regresar a mi Carrizosa. Por alguna razón el trayecto era infinitamente más corto. Viver-Valencia  y Valencia-Albacete. Fin.

Una bienvenida con cinco dedos.

Al volver al pueblo, y gracias a la sordera de mi abuela Sofía, que confundió mi hora de salida con la de llegada, mis padres fueron obsequiados con una angustiosa espera de horas. Nada más aparcar el autobús en Albacete, mi madre liberó su tensión en mi rostro con un sonoro bofetón por el susto tan grande que habían pasado. Aquello me hizo entender que el culpable de la sordera de la abuela era yo. Y también comprendí cómo funciona la vida. Da igual si tienes o no la culpa, si te la vas a llevar, te la llevas. Sea justo o no. Aprendí.

En fin, que entre cartas manuscritas, malnutrición y piropos alejandrosanzeros transcurrió aquel, lejano ya, verano de mis dieciocho. Lo de verano loco nunca ha ido conmigo. O tal vez sí, pero era otra locura; la del amor.

PD: La vida, esa inmensa paradoja. Mi amigo Antonio, el de la sorpresa a la novia, acabó casándose con aquella mujer. 

Sección: Mi Diario Aquí se habla de: acampada, Aejandro Sanz, Altus, año 1992, Antonio Lillo, Carrizosa, cementerio, Jesús Parra Elvar, Modesta Pérez, muerte, Sofía Parra Jiménez, tía Lourdes, Vanessa Moreno, verano 1992, Villanueva de los Infantes, Viver, Viver de las Aguas

  • Página 1
  • Página 2
  • Página siguiente »

Busca y encontrarás.

MÉDICO EN PROCESO

% de Médico
Medicoblasto
Fecha
92.08%
01-02-2023
Inicio 6º
Fin 6º
% de 6º
147 días
170 días
46.37%

Otras postales

  • El tío Pepe, junto a su hermana, la tía Lourdes y un servidor, en "el cortijo". Ocho años sin mi tío Pepe.
    11 diciembre, 2022
    Anoche me fui razonablemente pronto a la cama. Mañana lunes tengo un examen final de Medicina (farmacología clínica) y mis días en la actualidad se […]
    No hay comentarios
  • La historia 253536
    1 diciembre, 2022
    Este año, en mi nuevo cortometraje navideño, he tratado de aunar Medicina con Religión. Después de todo, en mi vida son dos pilares fundamentales. […]
    No hay comentarios
  • Dormir con acúfenos.
    7 agosto, 2022
    Lo sé; es posiblemente el peor instante del día. Yo ya pasé por ahí y lo recuerdo con verdadero terror. El momento de meterme en la cama era una […]
    No hay comentarios

Días hasta Nochebuena

días
3
2
5
horas
1
6
minutos
5
2
segundos
5
8

Etiquetas más populares

blog estudiante medicinaestudiante de medicinaGemitafamiliaPrimero de MedicinamuerteinvestigaciónUCMTío Pepeacúfenosacceso mayores 25cineCOVID-19InspiraciónMayores 25NavidadcáncerTerapia de Isofrecuenciasremedio acúfenosCoronaviruscura acúfenosreflexiónModesta PérezJosé Pérez Parraexámenes

Lo más leído

  • Morir con 17 años.Morir con 17 años. Aún sigo impresionado y conmovido. Mucho. La muerte de dos… (283.153)
  • Acúfeno, el pitido eterno del que me curé.Acúfeno, el pitido eterno del que me curé. Arranco la financiación del Ensayo Clínico Beethoven. Ocurrió en el… (220.670)
  • Listado de productos CON aceite de palma y su equivalente SIN.Listado de productos CON aceite de palma y su… Actualización Junio 2018: Más de 100.000 visitas atesora este artículo.… (135.438)
  • Del Cine al Hospital. Blog de un estudiante de Medicina.Del Cine al Hospital. Blog de un estudiante de Medicina. (33.328)
  • ¿Ibuprofeno, Nolotil, Paracetamol, Enantyum, Voltaren? ¿Qué tomar si duele...?¿Ibuprofeno, Nolotil, Paracetamol, Enantyum,… Hoy os voy a hablar un poquito de estos cuatro… (16.769)
  • Apuntes para el acceso a la universidad de mayores de 25.Apuntes para el acceso a la universidad de mayores de 25. ACCESO A LA UNIVERSIDAD MAYORES DE 25 Aquí pondré algunas… (14.735)
  • Aceite de palma: ¿Qué dice la Medicina?Aceite de palma: ¿Qué dice la Medicina? Desde hace unas semanas estamos todos revolucionados con el peligro… (12.270)
  • Ensayo Clínico BeethovenEnsayo Clínico Beethoven ¿Acúfenos...? ¡Hola! Soy Óscar Parra, cineasta y estudiante de Medicina… (11.302)
  • Acceso a Mayores de 25: Lo que me ha servido y lo que no.Acceso a Mayores de 25: Lo que me ha servido y lo que no. Cuando comencé a prepararme, en Octubre de 2016, para las… (10.823)
  • ¿Quién soy?¿Quién soy? Nací un 25 de Enero en Madrid, España, aunque de… (9.482)

Enlaces bonitos

Psicólogos Destacados

Sara Oneca [psicóloga]

DEHON Cinema PC

Mi otro lado, el cine.

Instituto Natividad Cano

Visitantes ahora

2 usuarios En línea

Últimos comentarios

  • Sofia Fernandez en Dos años sin ti: José Pérez Parra.
  • Óscar Parra en Dos años sin ti: José Pérez Parra.
  • Óscar Parra en Cuatro signos de ALARMA del dolor de cabeza.
  • Angel Seijas en Cuatro signos de ALARMA del dolor de cabeza.
  • Sofia Fernandez en Dos años sin ti: José Pérez Parra.

Postales por Meses

  • diciembre 2022 (2)
  • agosto 2022 (1)
  • junio 2022 (1)
  • abril 2022 (1)
  • marzo 2022 (1)
  • febrero 2022 (5)
  • enero 2022 (1)
  • diciembre 2021 (3)
  • noviembre 2021 (1)
  • julio 2021 (3)
  • junio 2021 (1)
  • mayo 2021 (1)
  • abril 2021 (5)
  • marzo 2021 (4)
  • febrero 2021 (2)
  • enero 2021 (1)
  • diciembre 2020 (4)
  • octubre 2020 (4)
  • septiembre 2020 (3)
  • agosto 2020 (2)
  • julio 2020 (1)
  • mayo 2020 (3)
  • abril 2020 (2)
  • febrero 2020 (1)
  • diciembre 2019 (3)
  • noviembre 2019 (1)
  • septiembre 2019 (1)
  • agosto 2019 (1)
  • julio 2019 (3)
  • abril 2019 (1)
  • marzo 2019 (2)
  • enero 2019 (2)
  • diciembre 2018 (3)
  • noviembre 2018 (1)
  • octubre 2018 (2)
  • agosto 2018 (1)
  • julio 2018 (3)
  • junio 2018 (6)
  • mayo 2018 (1)
  • abril 2018 (1)
  • marzo 2018 (1)
  • febrero 2018 (2)
  • enero 2018 (1)
  • diciembre 2017 (4)
  • noviembre 2017 (3)
  • octubre 2017 (3)
  • septiembre 2017 (4)
  • agosto 2017 (6)
  • julio 2017 (8)
  • junio 2017 (4)
  • mayo 2017 (10)
  • abril 2017 (6)
  • marzo 2017 (19)
  • enero 2017 (1)
  • diciembre 2016 (1)
  • octubre 2016 (1)

Categorías

  • ADELGAZAR (3)
  • CINE (16)
  • Cuarto de Medicina (23)
  • Divulgación médica (84)
  • Flash (18)
  • Mayores de 25 (16)
  • MEDICINA 6 (3)
  • Medicina Estética (3)
  • Mi Diario (120)
  • Noticias bonitas (5)
  • Primero de Medicina (27)
  • Quinto de Medicina (14)
  • Segundo de Medicina (17)
  • Técnicas de estudio (3)
  • Tercero de Medicina (12)
  • Vídeo Charlas (1)

¿Por qué decidí estudiar Medicina?

Lo cierto es que es un deseo que atesoro desde que era niño. Tan niño que ni siquiera lo recuerdo con claridad. Tal vez tenga algo de «culpa» mi tía Fátima, que me regaló el hospital de Famobil (Playmobil en otros países). O quizás me influyera mi primer médico (entonces se llamaban «médicos de cabecera»), don Ricardo, que me inculcó el amor por la Medicina a base de humor y cariño.

«Sólo el médico y el dramaturgo gozan del raro privilegio de cobrar las desazones que nos dan».
Santiago Ramón y Cajal

Así pues, sin don Santiago lo dice, tiene que ser cierto. De dramaturgo ya ejercí, ¡atento mundo sanitario, que voy!

¿Te gusta lo que ves?

La sal de un blog son sus lectores. ¡Anímate a comentar!

COPYRIGHT © Óscar Parra. El contenido es propiedad intelectual de sus autores.