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DEL CINE AL HOSPITAL

Blog de un estudiante de Medicina. Un cineasta entre batas blancas.

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Acúfeno, el pitido eterno del que me curé.

25 julio, 2017 escrito por Óscar Parra 969 comentarios

Arranco la financiación del Ensayo Clínico Beethoven.


Ocurrió en el año 2016. En el mes de marzo. Una mañana me tomé la tensión y, para mi sorpresa, comprobé que estaba por las nubes. Acudí de inmediato al médico, que me dio, casi nada más entrar, un Captopril para bajar la presión arterial. Momentos después, la doctora me recetó un triptán, ahora no recuerdo cuál era. Me fui a casa, me tumbé en la cama y al despertar… Ahí estaba.
Un horrible pitido en el oído derecho: tenía un acúfeno.

Acúfeno, la banda sonora del infierno.

Un pitido agudo, en torno a los 8000 Hz me agujereaba la cabeza y una hiperacusia horrorosa me hicieron sentir embotado y alarmado. El pitido era idéntico al clásico que se te instala cuando, de jovencito, sales de la discoteca. La hiperacusia me preocupó menos, la sensación es como que te escuchas demasiado a ti mismo (como cuando estás congestionado) pero con el agravante de que los sonidos estridentes te hacen daño. En resumen. Un acúfeno e hiperacusia.

Buscando culpables: ¿el triptán?

Al principio, y a pesar del lógico agobio, me calmé. Pensé que el acúfeno (el pitido) era producto de la ingesta del triptán y que, en un día o dos desaparecería. Miré en el vademécum los posibles efectos secundarios pero no vi que pudiese provocar zumbidos; que es como llaman  a los acúfenos en los prospectos. Bueno, ha sido el medicamento, seguro que se va, elucubré. Pero no fue así. Poco a poco un terror oscuro se iba apoderando de mí.

Una fama aterradora.

Había leído que los acúfenos, en ocasiones, llegan a tu vida para quedarse eternamente. Y la perspectiva en sí es como para tener una angina de pecho solo de pensarlo.
Comencé a bucear en Internet; sí, todos lo hacemos, y la cosa no me tranquilizó. Cientos de personas arrastraban esta tortura desde hacía años. Algunos se habían habituado, a medias, y otros sencillamente estaban desesperados. Incluso leí historias de personas que habían pedido que les cortasen el nervio auditivo, es decir, elegían quedarse completamente sordas, ¡y el pitido seguía! O sea, ¿los acúfenos están en el cerebro?

En urgencias no pudieron hacer nada. El otorrino me hizo un par de audiometrías en las que todo estaba en su sitio. ¡Al menos no me estaba quedando sordo! Pero el acúfeno, ahí seguía, incansable, día y noche.

acúfeno

Primeras soluciones: camuflando el acúfeno.

Aprendí que, el silencio absoluto era un tormento. Así pues me encerré en el despacho y el ventilador del ordenador enmascaraba ligeramente el asunto. Además, el ruido blanco lo tapaba con lo que estaba durante horas investigando en relativa calma.

Por supuesto la medicación hay que tomarla a la mayor brevedad. En mi caso, y tras charlar con una prima mía, neuróloga, comencé con vasodilatadores periféricos. Se cree que los acúfenos están relacionados con la falta de riego en los finos capilares del oído interno.  Y lo cierto es que, las últimas investigaciones parece que no van por ahí; pero los vasodilatadores periféricos me ayudaron por otras razones que, por entonces, no podía sospechar: algunos cierran canales del Calcio.
Aquí va el tratamiento que tomaba y que, hoy en día, no tomaría muchos de ellos.

IDAPTAN: es un vasodilatador. Ojo, la AEMPS informó en 2012 que no debería recetarse para acúfenos porque no presenta un buen balance beneficio-riesgo. Pero en 2016 yo no lo sabía…

VITAMINA B1,B6,B12: yo tomé Hidroxil, pero cualquiera te vale.

CLINADIL: trata mareos, vértigos y acúfenos. Un vasodilatador cerebral.

TRYPTIZOL: se usa para dolores de cabeza, depresión, enuresis nocturna (pacientes que se orinan en la cama), migrañas y neuralgia. No se habla nada de acúfenos, pero ayuda a conciliar el sueño y evita caer en depresión. Es un inhibidor no selectivo de la recaptación de monoaminas.

SIBELIUM: usado para tratar migraña y vértigo. Es un excelente bloqueante de los canales lentos del calcio, lo cual puede facilitar la descarga masiva de neurotransmisores. Algo que nos beneficia en el tratamiento del acúfeno.

¿Qué cambiaría a día de hoy?

Claro, teniendo en cuenta que en estos momentos curso 4º de Medicina y por entonces no había ni entrado en la carrera. Eliminaría sin duda el Idaptan, que por entonces lo tomaba a placer…

  • MAÑANA
    1 IDAPTAN, 1 HIDROXIL, 1 CLINADIL
  • A MEDIODÍA
    1 IDAPTAN
  • NOCHE
    1 IDAPTAN, 1 CLINADIL, 1 TRYPTIZOL, 1 SIBELIUM

Como veis, no me faltaban pastillas, no. También tomé el famoso gingko biloba, pero en mi caso no sentí nada. O sí; que sabía a rayos.

La noche: el reino del acúfeno.

El momento de ir a dormir era lo peor. La casa se quedaba en silencio y mi inesperado huésped se hacía patente. Comencé a poner música para dormir. Algo relajante que me inducía un sueño reparador.

YouTube player

Eso sí, acompañado, en sus primeros compases por Lorazepam. Recuerdo aquellos días con verdadero pesar.

Mi acúfeno, ¿perezoso?

Era extraño. Al amanecer, nada más despertarme, ¡me costaba encontrar al maldito pitido! ¿Me había curado? No, poco a poco, regresaba. Era desesperante. Pero me daba ideas. ¿Por qué al despertarme estaba más bajito e incluso imperceptible? ¿Podría ser que el silencio absoluto acabase acallando a este cabrón? ¿O es que mi cerebro estaba perezoso? Actualizo: hoy, años después y cursando Medicina, sé que la razón de ese silencio matutino no es otra que la casi ausencia de glutamato durante horas.

Buscando a mi acúfeno.

Un día, frente al ordenador, me dio por pensar cuál sería la frecuencia de mi acúfeno. Andaba montando la película RE-EMIGRANTES y pasaba muchas horas trabajando con programas de audio. Así pues, por pura curiosidad, me puse a buscar con un generador de tonos, un pitido que se asemejara al mío. Encontré un generador gratuito, que tenéis aquí, y lo hallé. Era un cabrón que oscilaba en torno a 8000 Hz.

Y de pronto, sucedió…

Estaba escuchando ese pitido de 8 Khz cuando ocurrió: al pulsar la tecla de parada, el pitido generado por el ordenador cesó y… ¡el mío también! Fueron solo unos segundos. Tal vez solamente uno. Pero sí. Mi pitido se detenía al someterle a la escucha de su «hermano gemelo».

Me entraron unas ganas enormes de llorar. ¿Y si esa era la solución? A fin de cuentas, me consta que a los enfermos de Meniere (una enfermedad del oído interno, que cursa con episodios de vértigo), se les hace girar para provocarles vértigo y eso confunde al cerebro que deja de enviar señales de vértigo. ¿Y si aplicándole a mi acúfeno un pitido similar a él mismo, mi cerebro acababa eliminándolo por agotamiento u otra causa?

Dos horas al día escuchando pitidos.

Sí, me lancé a fabricarme archivos de sonido con el dichoso pitidito. Y me dispuse a probarlo.

¡Había que verme con los cascos profesionales, que usamos en el cine, todo el santo día escuchando pitidos! En casa, por la calle. Cualquier sitio era bueno. Las noches eran un cuadro. Ante la sospecha de que tuvieran un origen cervical y no solo tensional, comencé a pasar varias horas con una manta eléctrica. Manta eléctrica cervical, más cascos gigantes. Parecía el extraterrestre del caso Roswell.

Roswell

 Un milagro deseado.

Un mes y algo después de arrancar este martirio, y dos semanas más tarde de iniciar mi terapia de pitidos, me daba la sensación de que el zumbido era menos intenso. ¿Era mi impresión o…?

Pedí cita con un prestigioso otorrino de Toledo. El buen  hombre me añadió otro medicamento, el Sibelium 5 mg. No me atreví a decirle que tenía la impresión de que ya me estaba bajando la intensidad por si el señor le restaba importancia a mi sufrimiento. Y unos días después… Había desaparecido. No se lo dije a nadie. Todos mis seres queridos andaban muy atribulados por mi dolencia. No quería despertar una falsa ilusión. Pero era un hecho. Una semana más tarde ya estaba convencido. Sí, mi acúfeno había desaparecido. Me había curado.

En junio, ¡regresó!

A comienzos de verano tuve una desagradable visita. Comencé a hacer deporte en una bicicleta estática y, media hora después, sentí que el pitido regresaba. Me asusté muchísimo pero procuré mantener la calma. Media hora más tarde se había marchado. Al día siguiente retomé mi ejercicio en la bicicleta y, ¡ese hijo de puta volvió! Esta vez lo tuve claro: algo, en mi posición sobre la bicicleta, provocaba que el acúfeno se volviera a instalar. Seguramente algún tipo de compresión cervical. O la subida de presión arterial. No lo sé al 100% Obviamente dejé de lado la bicicleta y comencé el mismo tratamiento que me había curado un par de meses atrás. Y al cabo de una semana, se fue.

Conclusiones.

Tener acúfenos te cambia. Todo. Tu vida, tu carácter y tu relación con los demás. Desde entonces tengo mucho más cuidado de mis oídos. He acudido a un par de conciertos de Alejandro Sanz y en ambos he llevado tapones por si acaso.

Por otro lado ahora sé que los acúfenos, también llamados tinnitus, se curan. En todos lados decían que, pasadas dos o tres semanas, si no se ha marchado, es que se va a quedar. Pero no es verdad. Conocí a otros que, con esta terapia de aplicarte pitidos, se han curado tras soportarlos durante años.

Santiago Segura sufre acúfenos.

Cuando me sentí fuerte comencé a contarle a todos el infierno por el que había pasado. Una tarde llamé a Santiago, que me consta que lo pasa fatal con este demonio, y le narré mi cura. El tipo, que jamás pierde el humor, me dijo: «Amiguete, como me cure, te pongo un piso». Aún flota en mi cabeza una frase del bueno del Segura: «Me angustia la idea de pensar que, el día que me muera, lo último que escucharé será este jodido pitido».

Cuidado con los sonidos fuertes, por favor.

En fin, como todas las experiencias dramáticas, el hecho de haber padecido acúfenos te marca para siempre. Alucino cuando mis amigos, algunos muy jóvenes, se meten en discotecas y salen con los oídos destrozados. Sí, el pitido se les pasa a las horas pero no siempre es así. De hecho la mayor parte de los acúfenos los provoca un trauma acústico; o sea, exponerse a sonidos muy altos durante un rato. A veces ni eso. Un cohete pirotécnico puede hacer que aparezcan. Muchos cazadores los tienen por esa misma razón. Pero siempre hay esperanza. Si tienes ese maldito pitido y crees que puede ayudarte, ¡prueba lo que te he contado!


¿No tienes tiempo para hacerte tu propio archivo con la frecuencia que necesitas?

Accede al área privada de la web y descárgate el tuyo. Como he comentado en diversos mensajes, antes tenía públicas las frecuencias, pero tras una serie de abusos decidí hacer un área privada y de acceso mediante donación, que me ayudará a pagar el alojamiento de este blog, a subvencionar el Ensayo Clínico Beethoven y a evitar caraduras.


ÁREA PRIVADA

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El ingreso al área privada se abre mediante una pequeña donación para mantenimiento del blog. Ello te facilitará el acceso a decenas de archivos pre-fabricados con multitud de frecuencias.
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También puedes hacer la donación mediante Paypal.



Recordad que lo primero es buscar la frecuencia de vuestro pitido haciendo clic aquí. Si es agudo estará entre los 4000 y los 10000 Hz.

Una vez localizada vuestra frecuencia haceos un fichero o descargadlo de mi zona privada.
No olvidéis pasar un par de horas al día con los cascos (audífonos de tipo cerrado, para los amigos del otro lado del océano), y el volumen bajito (solamente lo suficiente para tapar vuestro pitido). Si no tienes cascos cerrados usa los típicos del móvil, te aíslan menos pero también sirven. Estad atentos en los huecos de silencio que tiene el archivo para tratar de ver si, en esos silencios, el vuestro parece callarse o reducirse. Cuando ocurra es un buen signo: la plasticidad neuronal está actuando. ¡Y recordad, NINGUNA FRECUENCIA puede hacerte daño! Lo repetiré de nuevo, puesto que es una de las preguntas que más veces he contestado: no, ninguna frecuencia puede dañarte. Lo que daña es la intensidad (el volumen), así pues basta con escuchar la frecuencia a un volumen muy moderado.


¿Necesitas atención personalizada?

Todos los pacientes no son iguales, algunos demandan una atención más personalizada. Dado que áun ando estudiando Medicina y mi tiempo es muy limitado, no puedo atender a todo el mundo con la intensidad que quisiera. Por eso he creado esta modalidad de consejo personalizado, haciendo clic aquí. ¡Y además ayudas a que progrese el Ensayo Clínico Beethoven!

¿Por qué no son de acceso gratuito los ficheros?

Como muchos de vosotros me habéis señalado, tal y como os conté el pasado 22 de Marzo de 2018, diversas empresas y algún que otro lector del blog han estado usando los archivos que tenía aquí alojados para venderlos por precios que fluctuaban entre los 20 euros y los 130 euros. Una auténtica falta total y absoluta de honradez. Por esa razón me he visto obligado a eliminarlos. Miles de descargas he contabilizado desde estas empresas, tal y como podéis ver en la captura que adjunto.

Así las cosas, y con objeto de no retirar definitivamente los archivos que tanto bien han estado haciendo, he decidido incluir un botón de donación para acceder a mi Área Privada. Una vez hecha la donación, el sistema te enviará un correo electrónico donde se te proporciona la página de descargas de los archivos.

¡Gracias a todos por haberme informado!

T E S T I M O N I O S

COMENZAMOS 2022 CON NOTICIAS HERMOSAS: ENERO.

¡Bien, Alex, bien! Has tardado un año pero, adiós hiperacusia, adiós acúfenos. ¡¡Sigamos!!


ACTUALIZACIÓN 2 JULIO 2021

De nuevo, felicidad… ¡Enhorabuena Brenda!


¡Y una nueva alegría! Otro paciente que se libra de este mal. ¡Enhorabuena J.E. Esteban!


ACTUALIZACIÓN 13 SEPTIEMBRE 2020

¡Y otra paciente que ha logrado que la calma, vuelva a su vida! ¡Felicidades Beyrina!


ACTUALIZACIÓN 5 AGOSTO 2020

Otra paciente que nos regala novedades bonitas.


ACTUALIZACIÓN 9 MAYO 2020

Siempre es un placer poder dar buenas noticias…


ACTUALIZACIÓN 16 ABRIL 2020

Y de nuevo, un paciente que experimenta la «magia». ¡Gracias Javier, por contarlo, y a por ello!

 


ACTUALIZACIÓN 26 NOVIEMBRE 2019

Otra paciente curada. Otra alegría enorme.


ACTUALIZACIÓN 14 JULIO 2019

Pues sí, ¡esa es la primera gran señal de que la plasticidad neuronal está funcionando! ¡Que sigan las buenas noticias!


ACTUALIZACIÓN 13 JULIO 2019

Finalizo el curso y me pongo de lleno con el blog. ¡Unai nos trae una excelente noticia!


ACTUALIZACIÓN 9 FEBRERO 2019

Acabo de terminar el cuatrimestre y a eso le uno una excelente noticia.

 


ACTUALIZACIÓN 22 ENERO 2019

Otro paciente que comienza a aliviarse. ¡Adelante David!


ACTUALIZACIÓN 6 ENERO 2019

¡Menudo regalo de Reyes! Un conocidísimo artista (cantante) español me ha escrito hoy, emocionado, contándome que SE HA CURADO LOS ACÚFENOS con mi terapia.
Obviamente mantengo su anonimato porque así me lo ha pedido, tal y como otros pacientes también han hecho.


ACTUALIZACIÓN 31 DICIEMBRE 2018

Acabamos el año felices, Lola, otra paciente CURADA. Sí, nada de «acostumbrada», no.
CU-RA-DA. ¡Sigamos!


ACTUALIZACIÓN 5 SEPTIEMBRE 2018

¡No podía empezar mejor 2º de Medicina que con esta noticia! ¡Enhorabuena Marta!


ACTUALIZACIÓN 3 SEPTIEMBRE 2018

Hoy ha sido Dave Maldonado el que nos ha alegrado la mañana.


ACTUALIZACIÓN 27 AGOSTO 2018

Luis, un paciente que llevaba año y pico con el dichoso pitido, nos cuenta que lleva dos meses en silencio. ¡Gracias amigo Luis!


ACTUALIZACIÓN 11 AGOSTO 2018

La noticia bonita nos llega hoy desde la bella Argentina. ¡Gracias por tanto cariño en tus palabras Cintia!


ACTUALIZACIÓN 9 AGOSTO 2018

¡Seguimos con noticias preciosas! Luis, tras año y pico de sufrimiento, se ha liberado. ¡Qué alegría Luis!


ACTUALIZACIÓN 26 JULIO 2018

Y hoy, Rivan nos trae la buena nueva. ¡Hay que culminar Rivan, pero ya vas muy bien!


ACTUALIZACIÓN 25 JULIO 2018

En el aniversario del artículo, ¡más buenas noticias! Aldo Monje no cuenta su experiencia. Su caso es extraordinario por lo rápido que actuó en él este tratamiento de frecuencias. Seis meses de horror solucionados en dos horas. ¡Gracias por compartirlo Aldo!

 


ACTUALIZACIÓN 9 JULIO 2018

Hoy la buena noticia nos la trae Luis. Tras más de un año torturado por su acúfeno, en unas cinco semanas ha logrado hacerle desaparecer. ¡Que nadie te cuente que los acúfenos son para siempre! ¿Verdad Luis?

 


ACTUALIZACIÓN 28 JUNIO 2018

Esta vez las buenas noticias nos vienen de Nerea. Dos meses y medio de sufrimiento que deja atrás.


ACTUALIZACIÓN 24 MAYO 2018

Y otro paciente que nos hace partícipes de su alegría. ¡Ya le ha desaparecido uno de los pitidos!


ACTUALIZACIÓN 21 MAYO 2018

Avanzan las reuniones y la posibilidad de realizar un ensayo clínico en humanos con este método se acerca. Mientras tanto, nuevos pacientes se siguen beneficiando. ¡Y eso es siempre una alegría!



ACTUALIZACIÓN 29 MARZO 2018

Siguen llegando más y más noticias maravillosas…


ACTUALIZACIÓN 15 MARZO 2018: ¡Novedades! 

A Maite le regresaron, pero, ¡empezó de nuevo con la terapia y los medicamentos y en una semana… se han vuelto a marchar!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


ACTUALIZACIÓN 21 ENERO 2018: ¡Esto no para! 

Otra lectora que se ha curado, con ayuda también de medicamentos, claro está.


ACTUALIZACIÓN 20 ENERO 2018: ¡Prosigue 2018 con nuevos amigos que se alivian de este mal!

Y aprovecho para contaros que, el pasado domingo 14 de Enero desperté con un acúfeno. Reconozco que me asusté, pero también os digo: inmediatamente tomé medidas. Busqué la frecuencia, esta vez estaba en 2800 Hz. y me puse manos a la obra. Naturalmente comencé a tomar un vasodilatador periférico, Sibelium, antes de irme a dormir. El pasado jueves, simplemente desapareció. Cada día me puse unas dos horas de pitido. Así pues, ¡feliz!.


ACTUALIZACIÓN 14 ENERO 2018: ¡Más amigos que comienzan a aliviarse!

acúfenos pitidos


ACTUALIZACIÓN 17 DICIEMBRE 2017: Y más noticias bonitas.


ACTUALIZACIÓN 21 NOVIEMBRE 2017: Siguen llegando noticias estupendas…


ACTUALIZACIÓN 15 NOVIEMBRE 2017: Poco a poco, pero los acúfenos SÍ SE CURAN.


ACTUALIZACIÓN 9 NOVIEMBRE 2017: Buenas noticias que me hacen feliz. Algunos de vosotros estáis comenzando a ver resultados, ¿no es extraordinario?


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Veranos de los ochenta en el pueblo.

14 junio, 2017 escrito por Óscar Parra 4 comentarios

Sumido en este horno crematorio que es Madrid en estos días, está claro que la canícula ha llegado para quedarse. Y tras un fin de semana en el pueblo me he puesto a pensar en aquellos veranos de los ochenta. Sí, los recordados y, por muchos, añorados años ochenta.

Yo soy un niño de los ochenta.

Mis recuerdos de aquella década son una curiosa mezcolanza de sensaciones, descubrimientos, barbaridades e inocencia. Ir al pueblo significaba un viaje de cuatro horas por la nacional IV en el Seat 124 granate de mis padres. Sin aire acondicionado, sin vídeo-juegos y preguntando cada cinco minutos si quedaba mucho. El mayor grado de sofisticación consistía en un bocadillo de tortilla con tomate, en el mejor caso. Mi padre, un señor manchego circunspecto y ahorrador, no tenía ni radio-cassette. Por entonces los viajes no eran aburridos ni entretenidos; eran viajes. Algo inevitable si querías ir a algún sitio. Punto.

Aquella década fue importante para el aquí firmante. Básicamente mi interés se dividía entre los clicks de Famobil, en el primer quinquenio de los ochenta, y en los Cinco de Enid Blyton y el ZX Spectrum y sus juegos, en el segundo lustro. Nada más.
La «movida madrileña«, Almodóvar y su troupe, el seudo-artisteo y demás zarandajos me importaban una soberana mierda. Es más, la mayor parte de todo aquello me parecía una horterada cargada de poses. ¡No me lo creía y eso que tendría once o doce años!
Ya lo dijo Michi Panero: «En esta vida se puede ser de todo menos un coñazo». Y eso, justamente, es lo que me parecía.

Naturalmente, con el paso del tiempo he cambiado de opinión. Ahora no me parece una horterada y un coñazo; ahora sé que lo era.

Verano de los ochenta.
Verano de los ochenta.

Tres meses de vacaciones.

Servidor se largaba (o lo largaban, sería más justo decir), de Madrid a mediados de Junio, más o menos por estas fechas, y volvía, renegrido y asilvestrado, a mediados de septiembre.
Los amigos del pueblo, que eran mis primos en su mayoría, suponían un  mundo exótico para mi.

Mi primo Tomasete sabía mucho de campo, pescaba «cabezones» (renacuajos de rana) con una facilidad de pasmo, en la fuente de «La Mina» y ya fumaba y bebía, el muy cabrón. El primo Teófilo me sorprendía con su humor ácido y destructor y el primo Bienve era blanco indiscriminado de toca clase de bromas-putadas. Es lo que acarrea ser buena persona. Así somos los humanos.
Nos acompañaban mi hermano Jesusete y otro primo, Jesusmari «Capuchilla», los dos más pequeños y por ende, recaderos y esclavos oficiales del grupo.

En el pueblo cada uno tenía su rol. Yo llevaba los clicks y el Spectrum (los libros de los Cinco me los llevaba pero no hablábamos de ello, entendía que a mis primos, habiendo suspendido «religión», como os contaré unas líneas más abajo, no les iba a apetecer demasiado el tema literario…) A cambio ellos me llevaban a bañarme en pozas y ríos a las afueras del pueblo, me enseñaban a mascar candeal para simular chicles, y por encima de todo, a ser un auténtico cabrón con la flora y fauna autóctona. Los niños, siempre tan lindos…

Parte de mis primos y mis clicks de Famobil.
Parte de mis primos y mis clicks de Famobil.

Aún no teníamos pulsiones sexuales por lo que todo era más sencillo. La bragueta solamente se bajaba para regar los rojizos terrones de los Campos de Montiel.
Ni rivalidad ni nada. Simplemente salir por la mañana, ir a la plaza, a las eras o al cerro y echar el rato compartiendo nuestra inocencia.

Por no haber no había ni piscina en el pueblo. Alguna vez nos dimos  un remojón en la alberca de mi abuelo. Pocas pues al tipo le parecía una idea formidable echar a aquella seudo-piscina a su perro y el animal, sin tener sitio al que agarrarse, se lanzaba a desgarrarnos la piel con las uñas, sin mala intención, pero con las ansias de la muerte.
El primer día de vacaciones se preguntaba por el cole (solo ese día). A mi no me quedaba nada para Septiembre; pero a mis primos, indefectiblemente, les suspendían en religión y alguna otra asignatura menor. Era verdaderamente notable. Decían aprobar matemáticas, lengua y demás pero en religión, suspenso que te crió. Naturalmente no era cierto. Pero daba lo mismo.

Tardes a 40º en La Mancha.

A la hora de comer, cada mochuelo a su olivo y tras la siesta, de nuevo a la calle. Sin teléfono móvil, ni GPS, ni tablets, ni redes sociales, ni youtubers que nos dijesen como amenizar nuestras existencias. Me pregunto cómo nos podíamos divertir sin todo eso…
Las últimas horas del día las apurábamos dando paseos por el pueblo o bajando a la granja del abuelo Teófilo a comer pepinos con azúcar y a subir en una de las dos burras, Lourdes y Paloma. Esa era nuestra vida hasta que el crepúsculo extendía su manto por la llanura manchega. Tocaba cenar, en la calle naturalmente. Y continuar.

Noches de verano en el pueblo.

Era la parte emocionante de la jornada. En Madrid, a las diez ya estaba en la cama pero allí, ¡ay amigo, allí!
Unos días hacíamos excursiones de valientes al cementerio, otras llevábamos a algún incauto al río a cazar gamusinos y las más, zanganeabámos en la plaza comentando la llegada de «forasteras y forasteros» al pueblo.
Si teníamos necesidad de adrenalina tocaba llamar a la puerta de algún vecino y salir a escape. Un ejercicio extraordinario para el aparato locomotor. En ocasiones combinábamos este ejercicio con otro clásico: el esconde-correas. Un divertido entretenimiento consistente en esconder una correa para que la buscasen los demás. Una vez hallada, el afortunado disponía del derecho a acribillar a correazos a todos los que no anduviesen listos y pusieran pies en polvorosa. En mi última película, RE-EMIGRANTES, tuve a bien incluir la escena para que no quedase en el olvido. Ahí va.

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Las Lagunas de Ruidera.

Otro de los momentos especiales sucedía a mediados de Agosto. En aquellas fechas acudían al pueblo mis primos hermanos, Iván, Miriam, José Carlos y Ana Belén, y  mis tíos, claro, Pepe, Fati, Lourdes, Encarna, Alejandro y el noviete de turno de Lourdes.
Era costumbre ir a pasar unos días a una finca familiar, Tercero, situada en pleno Parque Natural de las Lagunas de Ruidera.
Sin agua corriente ni electricidad, aquello era un auténtico festival de supervivencia. Pero de verdad.

Ríete tú de los programas de supervivientes.
Parte de la familia al inicio de los ochenta, en el pantano de Peñarroya.

Me río yo de «Supervivientes».

Entre los recuerdos que conservo de Tercero, está el del abuelo Modesto rociando la cabeza, a todos los nietos, con insecticida; por si cogíamos algún bicho de los perros o los conejos. Beber agua de la fuente de La Canaleja, esquivando a las avispas, claro, o ir a hacer tus necesidades al monte y terminar limpiándote con una piedra caliza. Un placer para los sentidos.

Eso sí, por entonces yo lo veía tan normal y al regresar a Madrid, en Septiembre, me sorprendía grandemente el hecho de que mis compañeros del Colegio Fray Luis de León no se limpiasen el culo con una piedra en sus vacaciones. - Compártelo       
No sabían lo que se perdían.

Nuestros padres completaban aquel ejercicio de resistencia permitiéndonos disparar armas de fuego reales. Yo tendría once años, ¡y era el mayor de los primos! Coger la escopeta, apuntar a un bote y disparar suponía un acontecimiento único. Al carajo los juegos del Spectrum, allí disparábamos de verdad. Y nada de escopetas de perdigones, no. De cartuchos. Como Dios manda. Así es como se forjaba un hombre de verdad en los ochenta. Así y no haciendo el moña en los antros de la movida.

Otro día os  hablaré de las Ferias y Fiestas de los pueblos en los ochenta; reyertas que dejaban en mantillas a las del Torete por una discusión baladí y del arte de comerse un pollo asado entre ocho para que saliese rentable.

Veranos 80
Mi madre, el abuelo, mi hermano y un servidor.

Sí, los veranos en el pueblo imprimían carácter. Esos fueron mis verdaderos ochenta y me temo que el de millones de niños. Todo lo demás que os cuenta la moderna de Alaska y demás, pamplinas.
Decía el poeta inglés Edwar Thomas que el pasado es la única cosa muerta cuyo aroma es dulce. Y es cierto, a fe mía que lo es.

 

Sección: Mi Diario Aquí se habla de: años 80, Carrizosa, familia, Fátima Pérez, infancia, José Pérez Parra, Lagunas de Ruidera, Lourdes Pérez, Modesta Pérez, Nostalgia, pueblo, Tío Pepe

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¿Por qué decidí estudiar Medicina?

Lo cierto es que es un deseo que atesoro desde que era niño. Tan niño que ni siquiera lo recuerdo con claridad. Tal vez tenga algo de «culpa» mi tía Fátima, que me regaló el hospital de Famobil (Playmobil en otros países). O quizás me influyera mi primer médico (entonces se llamaban «médicos de cabecera»), don Ricardo, que me inculcó el amor por la Medicina a base de humor y cariño.

«Sólo el médico y el dramaturgo gozan del raro privilegio de cobrar las desazones que nos dan».
Santiago Ramón y Cajal

Así pues, sin don Santiago lo dice, tiene que ser cierto. De dramaturgo ya ejercí, ¡atento mundo sanitario, que voy!

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