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DEL CINE AL HOSPITAL

Blog de un estudiante de Medicina. Un cineasta entre batas blancas.

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Y tú, ¿habrías llegado a tu edad actual en el siglo XIX?

6 febrero, 2022 escrito por Óscar Parra Deja un comentario

En mi caso, de haber nacido en el siglo XIX, yo NO habría llegado a la edad que tengo ahora. Sin penicilina, sin anestésicos en condiciones, sin tantas cosas… Un servidor llevaría frito seguramente desde los 14 o 17 años. O como dice una amable lectora del blog, llevaría un par de décadas ya mirando las margaritas desde abajo…

¿Te has hecho esta pregunta alguna vez?

Piensa en tu vida, en los achaques de salud por los que hayas pasado. En el siglo XIX, ¿habrías sobrevivido? Os cuento una triste historia…

Consuelo Vello Cano, «la Fornarina»

Según nos cuentan en el blog «Consuelito y otras bellas» Fornarina canta su último cuplé en el teatro Apolo de Madrid, la noche del 20 de mayo de 1915.

Al finalizar la actuación, ya en su camerino, recibe la visita de uno de sus más incondicionales y constantes admiradores. Como todas las noches viene a rendirle tributo con un hermoso ramo de flores. La artista le recibe, cariñosa pero con gesto cansado (en realidad, dolorido) y le hace una pregunta que deja a su admirador estupefacto: «Amigo mío… ¿sería usted tan constante como para llevarme flores a mi sepultura?». El hombre balbucea una respuesta: «¡Pero quién piensa en eso!… Consuelito, por Dios… Pero, no obstante, sí, tendría la misma constancia…»

El sábado 17 de julio de 1915 fallecía en Madrid la modelo y artista Consuelo Vello «la Fornarina». Tenía solo 31 años y era una estrella de la canción de enorme fama en España y Europa.

¿Y de qué murió la Fornarina?

Tras cinco años aguantando molestias ginecológicas, muy a su pesar, se operó de unos «quistes ováricos» (posiblemente una salpingitis o unos miomas), dolencia que hoy tiene un tratamiento quirúrgico sencillo.

Como os cuento, la infortunada se sometió a una intervención quirúrgica el 14 de julio de 1915 en el Hospital de Nuestra Señora del Rosario de Madrid (para los curiosos, sí, existe a día de hoy) y la operación es un éxito.
Consuelo Vello en la cama el día que iba a ser intervenida.
Consuelo Vello en la cama el día que iba a ser intervenida.

La terrible septicemia.

El 16 de julio comienza a sentirse mal, son los primeros síntomas de una septicemia (infección generalizada). El 17 de julio fallece y pasa a la Eternidad.
Y es que, lo que mató a la Fornarina, esa septicemia, hoy no habría ocurrido pues disponemos de antibióticos. Una simple pauta de antibióticos que, por entonces, no existían, y la artista habría seguido triunfando.
Y tú, ¿habrías alcanzado la edad que tienes en el siglo XIX? ¡¡CONTADME!!

PD: Los antibióticos como tal son descubiertos en 1928, pero para Consuelo Vello ya era demasiado tarde…


Si te has quedado con ganas de saber más cosas de Consuelo Vello, ¡haz clic aquí!

Sección: Mi Diario, Quinto de Medicina Aquí se habla de: antibióticos, blog estudiante medicina, Cirugía, Consuelo Vello, estudiante de medicina, Fornarina, ginecología, mioma, muerte, Sacramental de San Isidro, salpingitis, septicemia

Siete años sin tu sonrisa, tío Pepe.

11 diciembre, 2021 escrito por Óscar Parra 1 comentario

Pensar en mi tío Pepe es iniciar un viaje a los divertidos veranos de antaño. A navidades entrañables. Ambas épocas, con su presencia, tenían algo en común: el humor y las risas que, mi amado tío Pepe, era capaz de sacarme. De sacarnos. La sonrisa de mi tío era universal.

Estoy acordándome del, lejano ya, verano de 1996. Un familiar trajo, en acogida temporal, a una niña ucraniana, creo recordar que se llamaba Olga. Naturalmente la chica no entendía una sola palabra de español. ¡Pero comprendió perfectamente el idioma internacional de la sonrisa de mi tío Pepe! Y es que, como dijo una vez el estupendo Ruíz Iriarte,  la sonrisa es el idioma general de los hombres inteligentes.

La ucraniana y el tío Pepe.
La ucraniana Olga, y el tío Pepe.

Siete años y ya eres inmortal.

Y a mí, querido tío, no me parece ni si quiera que te hayas marchado. Aún sigues en la agenda de mi teléfono móvil, marcado como contacto importante; aquel al que llamar en caso de emergencias. Y es que, ¡cuántas veces fuiste mi contacto de emergencia! ¡Cuántas veces te llamé para contarte algo que, solamente tú, podías saber! Que solamente tú, podías entender. Cuántas veces recibí tus consejos con sumo interés.

Mi tío Pepe, de sombrero negro, junto al tío Alejandro Lorente.
Mi tío Pepe, de sombrero negro, junto al tío Alejandro Lorente.

Escribió el sabio Cicerón, hace más de dos mil años, que la vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos. ¿Hay forma más hermosa de pervivir en este mundo que seguir haciéndolo en los pensamientos de los que te conocieron? Yo siempre dije que, el arte era una manera bella de lograr la inmortalidad. ¿Quién se acordaría de don Miguel de Cervantes sin su inmortal obra?

Pero desde que nos dejaste para iniciar tu viaje al Infinito, he aprendido que, la sonrisa y dejar un poso de alegría en los que aquí quedan, también es una garantía de seguir viviendo en el recuerdo de los vivos. Por eso, querido tío Pepe, tú eres ya inmortal.

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Sección: Mi Diario, Quinto de Medicina Aquí se habla de: Alejandro Lorente Carrasco, blog estudiante medicina, carcinoma urotelial, familia, Gemita, José Pérez Parra, Modesta Pérez, muerte, Tío Pepe

Dos meses en oncología; mírame a los ojos…

14 abril, 2021 escrito por Óscar Parra Deja un comentario

Termina mi rotación por el Servicio de Oncología en un hospital público de España. Y os quiero contar un poquito lo que se vive ahí, cómo es el día a día.

Oncología no es sinónimo de muerte.

Reconozco que ha habido días duros. Muy duros. Jornadas en las que pensaba, ¿de verdad esta persona tan llena de vida no va a llegar a Navidad…? Y ahí, de veras, ahí sí te vienes un poquito abajo. Pero se contrarresta con la sensación de triunfo, con el brillo chispeante en los ojos de un paciente al que se le comunica que está curado.

Por otro lado las estadísticas están ahí. En España, el 55,3% de los hombres y el 61,7% de las mujeres con cáncer, se curan. Y otro dato que no quiero dejar pasar, el 40% de los tumores se pueden evitar. Piensa esto la próxima vez que saques el paquete de tabaco… En cuarenta años los porcentajes de cura se han duplicado Si quieres más datos, aquí tienes un informe estupendo de Sociedad Española de Oncología Médica.

Célula de cáncer de próstata en una imagen de escáner coloreada
Célula de cáncer de próstata en una imagen de escáner coloreada

¿Cómo es el día a día en un Servicio de Oncología?

Os cuento. Lo primero que haces, nada más llegar por la mañana, es quitarte tu ropa y plantarte el pijama del hospital. Verdaderamente es comodísimo, pero claro, tiene su cara B… Con el paso de los días acabas yendo al hospital casi de cualquier manera porque, total, ¿te vas a arreglar a tope para media hora? El primer día me enfundé unos sencillos vaqueros y alguna camiseta decente. Lo de peinarme es algo que, a la vista está, no va conmigo. Pero en fin, «arreglaillo«. Al paso de las semanas terminé acudiendo en chándal y con la primera camiseta de andar por casa que agarraba a las 6:15 de la madrugada, que es cuando me levanto. De hecho lo comenté con los compañeros y me reconocieron que hace mucho que no se compran ropa. Al final, cuando sales de allí de esa guisa, no se sabe si vienes de atender a pacientes o de robar carteras en el metro de Madrid.

Pero sigamos. Ya te has puesto el pijama. Llega el momento de la doble mascarilla. Primero la FFP2 y, encima de esta, la quirúrgica. La sensación en las orejas es demoledora. Me faltaba colgarme el paraguas en una oreja y la mochila en la otra.

Con tu ropa de andar por casa y ya con el pijama.
Con tu ropa de andar por casa y ya con el pijama.

El comité de tumores.

Decía que, ya enmascarillado, acudes al Comité de Tumores. ¿Y eso qué es? Pues una reunión. Todos los días se juntan, durante al menos media hora, varios médicos de diversos departamentos para presentar casos de pacientes y dilucidar, entre todos, qué hacer para tratar de ayudar al enfermo.

Acabada la reunión te diriges a la cafetería con el listado de pacientes en la mano. Un ligero tentempié y a trabajar. Como curiosidad os cuento que es difícil encontrar comida menos sana que la de los hospitales. Es algo que me llama la atención muchísimo. Palmeras de chocolate, panceta, bollería industrial a toneladas… Una auténtica paradoja. El día menos pensado me encuentro una máquina expendedora de tabaco en la sala de espera de oncología…

La consulta.

Aquí el día a día es un tanto anodino. La mayor parte de los pacientes vienen a revisión. Con miedo, claro está. Y lo cierto es que, casi siempre salen de la consulta con una sonrisa. ¡Todo sigue bien, sigamos! Me he preguntado si no sería un gesto precioso que, la tarde antes de acudir a la consulta, el médico les llamase por teléfono. Una sencilla llamada para decirles: Buenas tardes, soy tu oncólogo. Escucha, acabo de ver tu TAC y todo está bien. Así pues, ¡duerme tranquilo! Mañana nos vemos y lo comentamos. ¿Verdad que sería hermoso? ¡Ahorrar una noche de sufrimiento a una persona, también es cuidar! ¿No os parece?

La planta.

Pasar planta es justamente eso: visitar a los enfermos oncológicos ingresados por alguna complicación. Antes de comenzar hay otra pequeña reunión con las enfermeras en las que se comenta el estado de cada paciente. ¡Con qué cariño tratan las enfermeras a sus pacientes! En esa mini-reunión se comenta si el enfermo ha pasado buena noche, si está animado o no, y por supuesto una serie de parámetros técnicos. Terminada esa mesa redonda, llega el momento de la verdad.

Planta de oncología de un hospital español. Foto: Eulogio García.
Planta de oncología de un hospital español. Foto: Eulogio García.

Cama a cama: visitando a los pacientes.

A pesar de su dureza, es la parte que más me ha emocionado. Antes de entrar a cada habitación tienes que llevar a cabo una liturgia pesada, pero necesaria. Ponerte una bata protectora desechable. Sobre la bata, un mandil plástico. Después un gorro para cubrir tu cabello. Llega el momento de los guantes. Primero unos estériles que te cubren gran parte del antebrazo y, sobre esos, otros normales, de esos azules de toda la vida. Afortunadamente me enseñaron el truco de echar un poquito de gel hidroalcohólico en los segundos para que se lubriquen y te los puedas poner mejor; y menos mal, porque de lo contrario, tal vez seguiría allí tratando de colocarme el doble guante.

Ya estás listo para entrar a ver a tu paciente. Te diriges a la puerta, llamas y entras. Y allí, en ese instante en que cruzas tu mirada con la suya, algo te sobrecoge. Porque el paciente oncológico no es un tipo de paciente; no hay un modelo estándar, es como cuando dicen «cine español», ¡no es un tipo de cine, hacemos de todo! Pues esto es parecido, cada paciente, es una persona. Con su vida, sus ilusiones, sus alegrías y sus temores. Personas que se han encontrado con el cáncer en un momento de su vida.

Ganas de vivir.

Sus ganas de vivir. La mayoría de mis queridos pacientes desprendían unas inmensas ganas de vivir… Después de todo, creedme, no hay una edad buena para tener cáncer. Ni aquella mujer de 39 años recién diagnosticada de un horrible carcinoma inflamatorio de mama, ni el firme caballero de casi 90 con su carcinoma urotelial que, tanto me recordó a mi añorado tío Pepe. Ninguno querría haberse encontrado de frente con este enemigo. Y por supuesto, ambos tienen unas intensas ganas de vivir.

Pero mentiría si no os contase que he visto de todo. Personas agarradas a una esperanza que, en ocasiones, tú sabes que es vana. En esas circunstancias, tu silencio a sus frases de esperanza acaba pesando. Mucho. Esa mirada clavada en tu mirada. Ese «mírame a los ojos y dime que me voy a curar», sin palabras. Y ahí estás tú, un pobre estudiante de Medicina, pensando, por favor, no me pidas que asienta, no me pidas que confirme una esperanza que, me consta, no es cierta. Esto, os lo juro, es lo más duro que me ha tocado vivir.

Sí, porque a pesar de ser muy cinematográfico, el momento ese de «tiene usted cáncer», no lo he visto ni una sola vez. Y es que, amigos, la gente no es imbécil. Cuando alguien va al médico porque lleva tres meses con sangrados rectales y ha perdidos seis kilos, ese alguien sabe que la cosa va en serio. No se va a sorprender demasiado ante un diagnóstico que, en su fuero interno, se temía.

Otras veces he encontrado a seres humanos resignados a su destino; sin más ilusión que la de vivir otro día con el menor dolor posible. Es aquí cuando, una palmada en la espalda y una sonrisa con los ojos, dice más que el mayor tratado sobre relaciones humanas que jamás se haya escrito.

Y sí, también he hallado a gentes alegres cuyo encontronazo con esta enfermedad es un simple contratiempo en una vida plena.

¿Tristeza?

En contra de lo que se cree, en la planta de oncología no reina la tristeza. Los pacientes, prácticamente todos, conocen su enfermedad y sus posibilidades, así pues la meta que tienen es seguir adelante. Nadie habla de la muerte. ¿Para qué? Después de todo, ¿alguno de nosotros va a vivir eternamente?

Los tumores que más he visto.

Pues de todo un poco. Los de mama, la mayoría con un pronóstico estupendo. Mujeres con ganas de salir adelante que soportan los tratamientos con la esperanza de seguir viendo amanecer. Los tumores de cabeza y cuello, típicos de fumadores y bebedores. ¡Aquí es donde he encontrado a tipos realmente divertidos! No puedo dar nombres, obviamente, pero me he reído mucho con el humor sincero, seco y negro de alguno de estos fumadores y bebedores profesionales. Digestivos, como el de colon, o el de páncreas. En fin, un poco de todo.

Y de todos he aprendido algo. No de los tumores, esos se pueden ir a la mierda. Esos están en los libros. De quién he aprendido es de cada paciente. Todos ellos con sus ojos llenos de agradecimiento, con sus palabras amables y sus gestos cariñosos, me han recordado, día tras día, la razón por la que escogí esta profesión: por ellos.

Sección: Cuarto de Medicina, Divulgación médica, Mi Diario Aquí se habla de: blog estudiante medicina, cáncer, carcinoma urotelial, estudiante de medicina, Inspiración, muerte, oncología, rotación, SEOM, Sociedad Española de Oncología Médica, Tío Pepe

Ya han pasado seis años sin ti, tío Pepe.

11 diciembre, 2020 escrito por Óscar Parra 2 comentarios

Seis años sin mi tío Pepe. Y aunque, lógicamente el dolor amainó; el recuerdo no lo hizo. Ahora ya estoy en 4º de Medicina, he visto tantas veces la maldita enfermedad que le arrancó de nuestro lado, que casi he normalizado el dolor que produce el solo hecho de nombrarla… Pero no te quiero hablar de enfermedades, tú ya estás en ese Lugar en el que la palabra patología debe ser una rama de la Ciencia que estudia el comportamiento de los patos.

Hoy quiero recordar tus risas.

Porque, años después de tu partida, me percato de que, tu personalidad también residía en ella. ¿Quién puede no querer a una persona con la sonrisa perpetuamente colgada de los labios? Te vi reír hasta quedar sin respiración. Como un niño. Que, en realidad, querido tío Pepe, es lo que no dejaste de ser jamás. Un niño travieso y gracioso al que todo el mundo quería. Incluso el imbécil del guarda con el que siempre tuviste tus más y tus menos. Hasta ese, ¡que fue a tu entierro y todo!

El tío Pepe, en Semana Santa de 2014.
El tío Pepe, en Semana Santa de 2014.

Querido tío Pepe, este año 2020 ha sido una soberana mierda. Tú, lo sé, te habrías puesto el mundo por montera y te habrías reído del bicho con alguna de tus frases ingeniosas. No puedes imaginar las veces que me acuerdo de ti, las veces que me digo a mí mismo: ¿Qué habría dicho de esto el tío Pepe? Y casi siempre la respuesta que imagino es alguna barbaridad. Porque sí, también tu personalidad se nutría de esas respuestas salvajemente inapropiadas que me hacían retorcer de risa.

No me voy a extender mucho, solo quería plasmar en unas pocas palabras lo mucho que te quise, lo mucho que te sigo queriendo y como, tu recuerdo, sigue siendo la prueba evidente de que, nadie muere del todo si alguien le recuerda.

You´ll be in my heart.

Te dejo esta canción titulada You´ll be in my heart, que es un tema en inglés y como no tendrás ni puta idea de lo que significa, ni maldita la falta que te hizo nunca la lengua de Shakespeare, te digo yo cómo se traduce: «Estarás siempre en mi corazón, tío Pepe». Lo de «tío Pepe», lo he añadido yo, porque Phil Collins no encontró traducción para tu nombre. Supongo que estaría en alguna de sus juergas. Ahora que lo pienso, habríais hecho buenas migas, canalla. La cosa es que yo creo que no lo puso en el título porque no sabía cómo traducirte. Y eso a pesar de que, en inglés, se puede escribir como: «the best uncle in the fucking world». 

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Te quiero.

Sección: Mi Diario Aquí se habla de: blog estudiante medicina, familia, Inspiración, José Pérez Parra, muerte, reflexión, Tío Pepe

¿Cuántos contagiados y muertos reales hay en España por COVID-19?

21 abril, 2020 escrito por José Carlos Gil Jara Deja un comentario

Mi estimado amigo José Carlos Gil Jara, es un brillante ingeniero experto en estas lides.

Os lo resumo: hay más de 30.000 fallecidos por Coronavirus en España, de hecho en torno a 33.000. Aquí, el señor Gil Jara lo explica extraordinariamente. Gracias José Carlos por tu inestimable trabajo.

Datos realistas sobre el COVID-19.

Independientemente de los diferentes criterios de cómputo de las Comunidades Autónomas y de las cifras oficiales del Gobierno estatal y estimación de número total de infectados reales.

Según la gráfica adjunta de fallecidos por todas las causas, se puede observar el pico anormal de este año, cima de un triángulo aproximado que va desde el 10 de marzo al 19 de abril.

El área de ese triángulo aproximado nos daría el número de fallecidos por COVID-19. Para ello se necesitaría integrar. 

Tomando desde la media (línea azul) la altura aproximada de ese triángulo ideal sería (2425-1175 = 1250) y la base serían los 40 días del intervalo.

Aplicando la fórmula del área para un triángulo de obtendrían 25.000 fallecidos por COVID-19. Un valor independiente de los criterios de recuento de las diferentes Comunidades Autónomas.

Este valor es superior al oficial a día 19 de abril (que rondaba los 20.000 fallecidos). Por lo tanto es evidente que no se están registrando todos los fallecidos por COVID-19.

Disminución de otras causas de fallecimiento.

Además han disminuido otras causas de fallecimiento habituales por el confinamiento (como accidentes de tránsito, laborales, etc.) y al acelerar dolencias previas (como diabetes, cardiopatías, obesidad, etc.) con respecto a otros años.

Es decir, los fallecidos por COVID-19 todavía serían mayores si tomamos la banda baja y no la media. La altura de ese triángulo sería entonces de 1.325 y la base de 44 se obtendrían una estimación 29.150 fallecidos totales por COVID-19 (muy cercanos a los 30.000 que se estima habría con los que no se han computado en Madrid y Cataluña a día de hoy).

De hacerse la integral saldrían algunos más y se estaría en un valor por encima de esos 30.000, probablemente, en el entorno de los 33.000, lo cual sería el número más fidedigno a la realidad de los fallecidos por COVID-19 en España a fecha de hoy.

¿Cuántos infectados reales hay en España por COVID-19?

Con el modelo de servilleta y tomando esos 33.000 fallecidos, se obtendría una estimación de 14.6 millones de infectados reales en el periodo de cálculo (del 10 de marzo al 20 de abril).

Es decir, en torno a un 30% de la población de España de han infectado con el COVID-19. Aun lejos del mínimo del 60% para alcanzar la llamada inmunidad de grupo. La mayoría de los estudios indican un 80% aprox. para obtenerla. Eso sí, España está a la cabeza mundial en alcanzar esas cifras, a costa del sacrificio de muchos españoles fallecidos. Y los que quedan… no ya en esta primera oleada, sino en las sucesivas hasta que se encuentre una vacuna eficaz y universal y/o algún tratamiento antiviral efectivo.

Sección: Divulgación médica, Mi Diario, Tercero de Medicina Aquí se habla de: blog estudiante medicina, Coronavirus, COVID-19, estudiante de medicina, José Carlos Gil Jara, muerte

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¿Por qué decidí estudiar Medicina?

Lo cierto es que es un deseo que atesoro desde que era niño. Tan niño que ni siquiera lo recuerdo con claridad. Tal vez tenga algo de «culpa» mi tía Fátima, que me regaló el hospital de Famobil (Playmobil en otros países). O quizás me influyera mi primer médico (entonces se llamaban «médicos de cabecera»), don Ricardo, que me inculcó el amor por la Medicina a base de humor y cariño.

«Sólo el médico y el dramaturgo gozan del raro privilegio de cobrar las desazones que nos dan».
Santiago Ramón y Cajal

Así pues, sin don Santiago lo dice, tiene que ser cierto. De dramaturgo ya ejercí, ¡atento mundo sanitario, que voy!

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