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DEL CINE AL HOSPITAL

Blog de un estudiante de Medicina. Un cineasta entre batas blancas.

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Verano Azul: ¿de qué murió Chanquete?

29 agosto, 2019 escrito por Óscar Parra 2 comentarios

Con la llegada de la mítica serie VERANO AZUL del maestro Mercero, a diversas plataformas, se me ha ocurrido que estaría bien saber de qué murió el bueno de Chanquete. Por cierto, que en la web de RTVE tenéis la serie completa pero, curiosamente, a una calidad bastante inferior a la que tiene la serie en otras plataformas de pago. Lo de siempre, somos expertos en maltratar lo nuestro…

¿De qué murió Chanquete?

Si emparejamos la vida real del enorme actor Antonio Ferrandis con la de su personaje más querido por el público, Chanquete, podemos deducir que Chanquete padecía de estenosis mitral. O sea, un estrechamiento de la válvula mitral del corazón.

La estenosis mitral de Chanquete.
La estenosis mitral de Chanquete.

Esta válvula anormal no se abre correctamente, lo que supone un bloqueo del flujo de sangre hacia el corazón (ventrículo izquierdo).

¿Qué síntomas tenía Chanquete?

La estenosis mitral, entre otros problemas, pudo provocarle cansancio, ortopnea (esto es, falta de aire mientras se encontraba tumbado), disnea (falta de aliento), y dificultades respiratorias al irse a dormir que le obligarían a hacerlo con varias almohadas. Además, y dado que el buen Chanquete fallece de un infarto, pudo tener algún episodio de hemoptisis (toser y que expulsase algo de sangre), infecciones pulmonares y embolismo pulmonar que fue lo que, seguramente, le llevó a la tumba.

Así pues, Chanquete, muy probablemente falleció por una complicación embólica de su estenosis mitral.

¿Se podría haber curado Chanquete?

A pesar de que a todos nos parecía un abuelito, lo cierto es que nuestro querido pescador fallece en la serie con tan solo 59 años. Una persona joven, sin lugar a dudas. A Chanquete habría que haberle tratado con betabloqueantes para tratar la bradicardia asociada (enlentecimiento del ritmo cardíaco) a su estenosis mitral, con algún anticoagulante como el Acenocumarol para evitar el riesgo de trombos provocados por la fibrilación auricular que, seguramente padecía y con algún diurético.

Naturalmente llegado el caso se le podría haber tratado mediante una valvuloplastia percutánea con balón o incluso una cirugía mediante la técnica Mitraclip, que solventan el problema de una vez por todas. Aunque en aquella época, no existía…

Valvuloplastia percutánea con balón.
Valvuloplastia percutánea con balón.

Tras las cámaras de Verano Azul.

Hace unos años escribí, junto al actor Miguel Joven (Tito, en la serie), el libro TRAS LAS CÁMARAS DE VERANO AZUL. También contribuyeron con sus anécdotas Cristina Torres (Desi) y José Luis Fernández (Pancho). Dicho libro está a la venta en Amazon, en versión papel y Kindle.

Así las cosas, y dado que este año se cumplen 40 años de la emisión de la serie, he sacado a la luz una segunda edición ESPECIAL 40 ANIVERSARIO, con más material y contenido nuevo. Revisado por mi querida Gemita, esta vez lo saco directamente en PDF para poder ahorrar al cliente el coste del intermediario Amazon.

Antonio Ferrandis (Chanquete), junto a Juan, miembro del equipo de cámara de la serie.
Antonio Ferrandis (Chanquete), junto a Juan (propietario de esta bonita instantánea), miembro del equipo de cámara de la serie.

Así pues, si quieres conocer muuuuchas más cosas de cómo se rodó VERANO AZUL, ¡este es tu libro! Más de 130 páginas, repasando capítulo a capítulo y con un álbum final que te encantará.

Espero que os guste.

Si deseas adquirir en pdf el libro «TRAS LAS CÁMARAS DE VERANO AZUL edición 40 aniversario», puedes hacerlo a través de Paypal por un precio de 9,99 euros o mediante tarjeta.

Tras las cámaras de Verano Azul
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Gemita, junto a la estatua de Chanquete al atardecer en Nerja.

Gemita, junto a la estatua de Chanquete al atardecer en Nerja.

LOS HIJOS DE MAMBRÚ.

Siempre me gustó Verano Azul, de hecho, en 2012 reuní a una serie de estupendos actores y técnicos y rodamos, mi amigo Mario Bravo y yo, la web-serie Los hijos de Mambrú que acabó en manos de Antena 3. La serie trataba sobre un pequeño grupo de desertores de ambos bandos, en plena Guerra Civil que vagaban por los montes, ajenos a la guerra, huyendo de todo y de todos y viviendo su propia y divertida batalla.

No pude resistir la tentación e hice un homenaje a Verano Azul y a Chanquete en este divertido episodio titulado «Cangrejos» que protagonizó Miguel Joven (Tito)

YouTube player

Sección: CINE, Divulgación médica, Tercero de Medicina Aquí se habla de: aceite de palma, Antonio Ferrandis, blog estudiante medicina, cardiología, cardiovascular, Chanquete, estenosis mitral, estudiante de medicina, Gemita, José Luis Fernández, muerte, Nerja, Tras las cámaras de Verano Azul, verano azul

Perros y neurociencia: ¿mi perro me quiere? Homenaje a Tim.

20 octubre, 2018 escrito por Óscar Parra 5 comentarios

Se cumple una semana de la muerte de Tim por torsión gástrica. Un precioso setter irlandés rojo (de color, no es que el animalito fuese admirador de Pablo Iglesias), con quién tuve la suerte de compartir un tiempo de mi vida. Así pues, se me ha ocurrido que, como un pequeño homenaje a Tim, os voy a contar lo que la neurociencia sabe sobre estos animales.

Tim, corriendo como en busca de una galletita.
Tim corriendo en busca de una galletita.

¿Sienten celos?

La última investigación es de Septiembre de 2018, aquí la podéis encontrar. Vamos al grano. Lo que nos dicen los doctores Prato-Previde , Nicotra , Fusar Poli , Pelosi  y Valsecchi en ese ensayo es que sí. Si tienes o has tenido perro, habrás tenido la sensación de que tu amigo se medio enfada cada vez que te concentras en otra persona. Tu amiguito se pone mimoso, o te ladra hasta que recupera tu atención. Ya en un estudio de 2014 publicado en PLOS ONE se demostró que los perros tendían a mostrar comportamientos mucho más celosos (como interponerse entre su dueño y un objeto, empujar o tocar a su dueño) cuando sus amos mostraban afecto por un perro de peluche. Por el contrario, mostraron menos comportamientos celosos cuando los propietarios interactuaban con una linterna de plástico y un libro para niños. O sea, sí. Y ojo que este dato es importante porque para sentir celos tienes que ser consciente de tu posición en una relación.

¿Se sienten culpables?

Internet está lleno de vídeos de perros con expresión triste tras haber liado alguna. Peeeero… No, no sienten culpabilidad porque para ello tendrían que tener una referencia de sí mismos, del pasado y deberían saber que lo que han hecho está mal. Y créeme, cuando Tim destrozó una alfombra para dormir que le acababa de comprar, no pensaba en el dinero que me había gastado ni en que romperla era una mala idea (por cierto, nunca volvió a romper nada más).

Según el doctor Berns, un destacado neurocientífico en el campo de la cognición canina, la explicación simple para el comportamiento de culpabilidad de tu perro es que tu amigo ha aprendido que, para que no le grites lo mejor es bajar la cabeza. Ojo, otra cosa es pillarle in fraganti y reñirle, eso sí, porque asocia la acción al grito. Pero pasado un minuto, olvídate. Le gritas y él solo piensa: ¿qué le ocurrirá a este imbécil?

¿Se preocupa tu perro por ti?

Aquí sí tengo buenas noticias. Las investigaciones han demostrado que los perros pueden saber cuándo alguien desprecia a sus dueños y, a su vez, ellos actúan con frialdad hacia esas personas.  En el experimento, los perros observaron cómo sus dueños pedían ayuda a otras personas. En unos casos fueron ignorados y en otros recibieron ayuda. Y aquí viene lo hermoso: la gran mayoría de los perros cuyos dueños no recibieron ayuda ignoraron la comida que les ofreció la persona que había despreciado a su ser humano. Los doctores concluyeron que los perros son capaces de observar las interacciones entre los humanos. Pero no solo eso, nuestros amigos caninos también son expertos en sentir nuestras emociones. El doctor Ragen T.S. McGowan, científico senior de comportamiento en la fundación Nestlé Purina afirma que «Los perros son tan buenos para leer las emociones humanas que a menudo captarán los cambios sutiles en la entonación de la voz asociados con el estado afectivo y responderán en consecuencia. Por ejemplo, ofrecen su compañía y cariño cuando un propietario se siente deprimido o se emociona cuando su dueño está de buen humor«.

En realidad, esta manera de preocuparse por nosotros es muy parecida al tipo de cuidado que tu mejor amigo puede darte durante tus altibajos. De acuerdo con un estudio de 2015 publicado en Current Biology, los perros también pueden leer emociones en nuestras caras, percibiendo a través de nuestras expresiones si estamos felices, tristes o enfadados. Eso explica por qué tu perro puede ser más juguetón contigo cuando estás de buen humor o te pide que le abraces cuando estás triste; ellos perciben tu estado emocional y responden en consecuencia. Es más, el doctor Berns nos avisa de que ellos, dado que no pueden evadirse de sus emociones, experimentan la tristeza o la alegría de un modo mucho más intenso.

Haces Skype con tu perro. ¿Qué pensará? ¿Me reconoce?

Nunca lo hice pero sé que hay gente que sí. Pues bien, mientras ves a tu amigo en la pantalla y le saludas, tú puedes sentirte mejor y fortalecer tu vínculo, aunque seguro te preguntarás, ¿sabrá que soy yo? La respuesta corta es: tal vez. Si bien los perros son expertos en reconocer a las personas por sus olores, el olor en un vídeo chat… Pues eso…. Entonces tendríamos que confiar en el reconocimiento facial y de voz del perro para saber que eres tú. Un estudio reciente en PeerJ realizado por el equipo de Berns encontró que, como los primates, los perros tienen una parte específica del cerebro que procesa las caras, y se activa cuando los perros ven imágenes de personas. Sin embargo, aún no se ha comprobado si los perros pueden reconocer a sus dueños solo por la cara. En cualquier caso, hacer Skype con el animal tampoco es mala idea, especialmente porque al menos te hace sentir más cerca de tu amigo canino, incluso si él no sabe quién en ese personaje mimoso que gesticula ridículamente al otro lado de la pantalla.

¿Mi perro me quiere?

Uf, ¡esta es la madre de todas las preguntas! ¿Verdad? Para aquellos que comparten vínculos especiales con sus perros, esto puede parecer una obviedad; por supuesto que los perros nos aman. Pero otros tenemos dudas sobre ese vínculo. Yo siempre he pensado que sus afectos tienen más que ver con el hecho de que les proporcionamos comida y refugio que con el amor real.

El doctor Berns sugiere que la cuestión de si los perros realmente aman a sus humanos depende del perro y de la persona. Al igual que algunas relaciones humanas son de naturaleza transaccional, por ejemplo, puedes amar a alguien porque te hace sentir de cierta manera, parte del afecto de los perros por los humanos se deriva del hecho de que los alimentamos y cuidamos de ellos. En algunos casos, sin embargo, Berns asegura que va «más allá de eso» para los perros. «He visto muchos perros a los que les gusta estar cerca de su  amo», dice el científico. “Anhelan la atención, anhelan el contacto y elegirán eso sobre la comida. ¿Eso es amor? Yo lo llamaría así, sí. Lo llamamos así en los seres humanos ”. También es posible que algunas razas de perros tengan más probabilidades que otras de desarrollar ese fuerte vínculo con sus humanos. Los investigadores, incluido Berns, están explorando esa misma pregunta para determinar si algunos amigos peludos pueden ser mejores perros de compañía que otros.

Los estudios apoyan la teoría de que los perros sienten la calidez de sus seres humanos, incluso más que por sus amigos animales En un estudio publicado en ScienceDirect en 2015, Berns y sus colegas presentaron a los perros los aromas de su dueño, un humano que no conocían, un perro familiar (generalmente uno que vivía en la misma casa), un perro desconocido y el propio olor del perro. Utilizaron Resonancias Magnéticas Funcionales para monitorizar la actividad cerebral de los perros, y encontraron que de todos los olores, solo el olor humano familiar activaba el núcleo caudado de los perros, la parte del cerebro que, en los humanos, se activa cuando anticipamos cosas que a nosotros nos gustam. Esto sugiere que los perros tienen una asociación positiva con el olor de su dueñoy, de hecho, pueden experimentar sentimientos de amor como nosotros.

En definitiva, sí, tu perro, te quiere y no solo por darle de comer.

Tim, con poco más de dos meses.
Tim, con poco más de dos meses.

A modo de conclusión.

A pesar de que no podemos interpretar las conductas caninas de la misma manera que interpretamos las humanas, podemos usar pistas fisiológicas para adivinar lo que sienten nuestros amigos cuando están cerca nosotros. McGowan señala que cuando las personas entran en contacto cercano con sus seres queridos, experimentan cambios fisiológicos, incluido un aumento de la oxitocina en circulación. La oxitocina es una hormona que desempeña un papel importante en la modulación de patrones sociales, sentimentales, sexuales y de conducta. «A los perros les ocurre exactamente lo mismo cuando se acurrucan y son acariciados por sus dueños», afirma McGowan. Es más, el trabajo más reciente con Resonancias Magnéticas Funcionales, ha demostrado que los perros muestran un aumento en la actividad cerebral cuando vuelven a ver a sus dueños después de haberse marchado unos minutos, lo que evidencia la conexión de cercanía que comparten con nosotros.

Tim fue un perro precioso, cariñoso  y simpático. Le quise, eso lo tengo claro porque mucho le he llorado. Ahora sé, desde la Ciencia, lo que el corazón ya me había enseñado: que Tim, también me quería a mí.

Descansa en paz, pequeño amigo.

Catafalco de Homenaje a Tim. En su interior guardo un mechón de su hermoso pelaje.
Catafalco de Homenaje a Tim. En su interior guardo un mechón de su hermoso pelaje.

Más información: 
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/30225038
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/30051326
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/29923158
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/28739639

Sección: Flash, Mi Diario, Noticias bonitas, Segundo de Medicina Aquí se habla de: muerte, perro, Resonancia Magnética, setter irlandés, Tim

La primera vez en Medicina

24 agosto, 2018 escrito por Óscar Parra 8 comentarios

Para todo hay una primera vez. Y aquí os voy a contar las «primeras veces» de lo vivido hasta ahora en Medicina.

Mi primer día os lo conté en esta postal. A punto de cumplirse un año, la releo y me emociona. Pero en esta pequeña postal voy a recapitular y a añadir detalles que, seguro, os llamarán la atención.

El primer desmayo.

Lo protagonizó una compañera. Y no, no fue viendo cadáveres. Fue en nuestra primera clase de Anatomía teórica. De pronto, un leve alboroto y al darnos la vuelta, una muchacha yacía en su silla con los ojos en blanco. El catedrático, que en ese momento nos contaba cómo iban a ser las clases y los exámenes, nos pide que la saquemos. Y allá que fui. Cogiéndola en brazos la saqué del aula y otras dos profesoras del mismo departamento se quedaron atendiéndola. De pronto le hacen una pregunta: ¿has desayunado?. La muchacha niega y… La bronca fue monumental. A ella y a toda la clase. ¡Aprendido!

El primer cadáver.

En los primeros días nos hicieron un pequeño tour por las salas donde se conservan los cadáveres. Todos metidos en bolsas transparentes y atadas con un lazo rojo. Una sensación extraña. Mezcla de película y sorpresa por lo pulcro y correcto de todo el proceso. Es exactamente la fotografía que podéis ver aquí, y que publicó en su día el diario El País. Todo limpio, cuidado y con un trato profesional. Nadie se desmayó. Pero no se separaba la gente demasiado unos de otros. A ver, como veis es todo muy aséptico, serio y profesional pero tampoco es para pasar una noche a solas.

Cadáveres, perfectamente tratados en la UCM. Foto El País.
Cadáveres, perfectamente tratados en la UCM. Foto El País.

El primer día en la sala de disección.

Sí, aquí volvieron los desmayos. Bueno, solo uno. La persona desmayada, que cayó redonda al suelo, al recomponerse comentó que era por el calor… 😉 En esta fotografía que tenéis aquí debajo, extraída del blog de Julio Zarco, podéis ver una sala de disección. Nosotros tenemos terminantemente prohibido sacar fotografías, de ahí que use la de Zarco.

La primera vez que te toca sacar al cadáver de su bolsa. Tremendo. No sabes cómo cogerlo. De hecho hay compañeros que, amablemente, delegan dicha tarea.

Esas palanganas de color blanco sirven para ir echando lo que vas quitando al cadáver (mayormente trocitos de grasa subcutánea), el vaporizador tiene agua y sirve para mantener, en la medida de lo posible, al cadáver hidratado. Sé que esto no es para todos, pienso en Gemita o en mi padre, don Jesús Parra y… No, no es para todos.
Este año han hecho obras de mejora y nos han trasladado a las nuevas que son espaciosas y perfectamente equipadas.
Podéis leer un interesante artículo de Julio Zarco sobre las salas de disección haciendo clic aquí.

Sala de disección en la UCM. Foto Julio Zarzo.
Sala de disección en la UCM. Foto Julio Zarco.

El primer examen.

Fue el de Anatomía, os lo escribí con detalle aquí. Y sí, se pasa un rato malo. Tanto en el práctico como en el teórico. Pero vamos, nada distinto a cualquier examen de cualquier otra disciplina.

Anécdotas.

Sorprenderá pero, no tengo demasiadas anécdotas del primer curso. Os resumo las que más me impactaron.

  • Una profesora, los primeros días:
    -La era de los 9 y 10 se ha terminado. Acostumbraos a sacar un 3 que no pasa nada.
  • La misma profesora:
    – En mis clases está prohibido comer y beber. Sí, está prohibido beber. Ni siquiera agua.
  • Tras una práctica de recuento celular con sangre humana:
    – A ver, a vosotros, ¿cuánto os sale?.
    Los chicos contestan una cantidad baja.
    – Sí, es correcto, porque tiene SIDA.
    Un silencio de sepulcro en la sala y todo el mundo mirándose los guantes.
  • Una compañera se olvida el obligatorio gorro en casa.
    Y sin él no se entra en  las salas de disección. Gorro, guantes, calzado apropiado y bata. No hay problema, la muchacha se improvisa uno con una bolsa.
  • En clase de bioquímica, explicando conceptos complicados:
    – Como todos sabéis…
    Y la gente mirándose con cara de, ¿quéeeeeee?
  • En un examen práctico de fisiología:
    – A ti te toca auscultar a tu compañero. Coge lo que necesites. (o sea, escuchar el corazón con un fonendo).
    Y el alumno, nervioso agarra el esfigmomanómetro, o sea el material para tomar la tensión.
    -¿Qué haces, por qué coges eso? Uf, empiezas bien…
  • En un seminario de inmunología:
    -Hay una enfermedad que bla,bla,bla… ¿alguien sabe de qué se trata?».
    Una alumna: -Sí, es uveítis. 
    El profesor, sorprendido: -Es la primera vez en 12 años que un alumno contesta correctamente.
    La alumna: -Es que la tengo.
    El profesor, casi atropellando las palabras: –Vaya, bueno. Hablaremos de otra enfemedad, la (no recuerdo el nombre).
    La alumna: -Esta también la tengo.
    El profesor: -No me atrevo a decir ni una más.
  • En clase de Física Médica:
    El catedrático, con algo de sobrepeso y un sentido del humor envidiable:
    – Imaginaos que yo soy una partícula ligera. De pronto se echa a reír y con él, la clase entera.
    -Bueno, por eso he dicho, imaginaos. Que sí, que sé que hay que echarle imaginación…

Aunque, para mí, la mejor anécdota es verme aquí, a punto de comenzar segundo y feliz.

 

 

Sección: Divulgación médica, Mi Diario, Primero de Medicina Aquí se habla de: anatomía, blog estudiante medicina, cadáveres, estudiante de medicina, exámenes, Gemita, Jesús Parra Elvar, muerte, Primero de Medicina, sala disección, UCM

¿El deporte es bueno? La Medicina no lo tiene tan claro… [Flash]

22 marzo, 2018 escrito por Óscar Parra 7 comentarios

La primera vez que el vicedecano de la Facultad de Medicina nos preguntó en voz alta, ¿vosotros pensáis que el deporte es bueno?, me pareció que iba a hacer algún chiste. Y no lo hizo. Sin apenas esperar respuesta nos espetó un severo y contundente NO, NO ES SANO.

Pero es que hoy, en plenas prácticas, mientras cogía y estudiaba una serie de corazones humanos, otro profesor, mi admirado doctor Fermín Viejo, lo ha repetido. Antes de seguir quiero aclarar que no me voy a referir a lo denominado como «muerte súbita», no. La muerte súbita viene dada, en una gran mayoría, por un defecto congénito en el corazón. Pero no es ese el asunto de hoy.

Una cosa es salir a andar y hacer algo de deporte. Otra es tomártelo demasiado en serio.

La mayor tasa de deportistas fallecidos en los siguientes diez años tras su retirada se da en el ciclismo. Y no es casual. En estos días estamos estudiando cardiología y, entre los mil secretos del corazón, (no me refiero a con quién se acuesta Paquirrín), nos han explicado que, en deportistas profesionales (y en aficionados sobrados), el corazón, que no olvidemos que es un músculo, acaba por adaptarse al esfuerzo y crece.

Ese crecimiento, en principio, supone una mayor potencia muscular y, por tanto, una mejora del bombeo durante el esfuerzo pero… ¿Y cuándo el deportista deja el deporte? Ahí viene el problema: el corazón ya ha crecido: es demasiado grande, pero ahora la exigencia es mucho menor.

Por cierto que, hace unos meses, uno de los jefazos del mundo de los trasplantes de Madrid nos dijo: cada vez que hay una maratón, tenemos donantes nuevos… Siniestro, ¿verdad?

Deportistas con un corazón enorme.

Al margen de lo cursi o no que suene la frase, ese es el problema principal. El corazón, acostumbrado a un régimen de latidos muy elevado, de pronto se ve abocado a una exigencia mínima. Poco a poco la grasa se va infiltrando, lo que debilita al órgano que, no olvidemos, está hipertrofiado (en particular el ventrículo izquierdo, cuyas paredes se engrosan). ¿El resultado? Un infarto de miocardio inminente.

Corazón humano con un nivel normal de grasa infiltrada.
Corazón humano con un nivel normal de grasa infiltrada.

Y no solo es el corazón.

El estrés al que someten sus articulaciones, por ejemplo, los futbolistas profesionales es, lógicamente, insano. Entiendo que a Ronaldo (no a Cristiano, sino al otro, al de antes), le haya compensado. A pesar de que, en la actualidad esté literalmente cojo por problemas de rodilla. Tal vez este caballero eche la vista atrás y diga: «Bueno, cojo sí, aunque también millonario». Pero… ¿te compensa a ti?.

Ronaldo. Cojo, sí, pero rico.
Ronaldo. Cojo, sí, pero rico.

Hazte la pregunta, ¿te estás excediendo en tu pasión de corredor, futbolista, ciclista, etc…?

En fisiología nos presentaron casos de anemias hemolíticas en corredores porque, el golpeteo incesante en los pies al correr, acaba destruyendo demasiados glóbulos rojos.

Naturalmente hablamos de deportistas serios, pero, ¿realmente sabes si es demasiado? ¿Lo podrías medir? ¿Dónde está el límite entre normal y demasiado?

¿Entonces dejo de hacer deporte?

No, simplemente pregúntate lo que te he comentado. Echar una tarde de fútbol con los amigos no te va a desgastar de por vida las articulaciones, caminar a buen ritmo te hará perder peso y mantener tu corazón en forma, pero salir a correr día sí, día también, tal vez no sea el mejor pasaje a un retiro saludable.

Sección: Divulgación médica, Flash, Mi Diario, Primero de Medicina Aquí se habla de: blog estudiante medicina, cardiología, deporte, muerte, muerte súbita, peligro

La muerte no nos roba a los seres amados.

14 noviembre, 2017 escrito por Óscar Parra 8 comentarios

«Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente».
Con esta sentencia, el escritor francés François Mauriac nos daba una verdadera lección de vida sobre la muerte.

Estudiar Medicina me ha dado una nueva perspectiva de la muerte. A fin de cuentas todos los esfuerzos, todo el sacrificio, todo lo que haces tiene como postrer objetivo ganarle a la muerte, durante un tiempo, lo que, por naturaleza, algún día te arrebatará.
Y hoy, maldita sea, hoy lo ha hecho; hoy nos ha ganado a todos la partida.
Hoy, ha fallecido mi tía Eladia Parra Elvar.

Mi tía Eladia.

Ochenta y cinco años de una vida dura y sacrificada. Se ha marchado en paz, sin dramas, casi pidiendo perdón, severa, como ella era.
Ha muerto tal y como ha vivido. Hoy, mi tía, ha puesto la nota final a la partitura de su existencia. Nos deja ese silencio que tantos años fue su fiel compañero.

Ella fue una de esas niñas de la guerra que vio partir, con cuatro años, a su padre rumbo a una batalla en la que todos perdimos. Y eso forja carácter.
Tras la guerra, maduró bajo la sombra alargada de una posguerra que asoló la tierra que la vio nacer. Y en ese mundo rural, coloreado de ocres y azules, ella se enamoró como se enamoran aquellos que regaron la tierra con su propio sudor. Sin alharacas, con la mirada agrietada por el sol y el alma helada, reflejo fiel del relente de las noches manchegas.

Mi tía Eladia, con mi padre, su hermano menor.
Mi tía Eladia, con mi padre, su hermano menor.

Probó la miel del amor, degustó el elixir de la maternidad y sin terminar aún de tragar el dulce jugo de su nueva vida, ésta le correspondió con un escupitajo de hiel. La tía Eladia enviudó antes siquiera de que su vástago pudiera reconocer el rostro de aquel que le dio vida.

La vida, tal vez, no era esto.

Y desde entonces su existencia ha sido lucha, cuitas y mansedumbre. Nunca una palabra más alta que otra. Ella era el gesto áspero de los que han conocido el sinsabor, la mirada trágica de los que no aguardan sino el devenir de otro nuevo amanecer, la resignación silenciosa de los que no estaban destinados a ganar.

Hoy, ha muerto bajo la mirada de su hijo Antonio, su único hijo. Y no puedo evitar pensar que, la vida, tal vez, no era esto.

Mi tía Eladia en diversas instantáneas de su vida.
Mi tía Eladia en diversas instantáneas de su vida.

Descansa en paz, tía Eladia. Como tú dijiste el viernes, con una extraña mezcla de alegría, tristeza y templanza: ya estás con tus padres y con tu marido. Te quiero.

Y a ti te digo, muerte iracunda que a nadie respetas, escúchame con atención: hoy te ríes y huyes con la sonrisa del que sabe que ha vencido. Pero te juro que un día seré yo el que ría, no seré el último, que eso a ti únicamente te ha sido concedido, pero reiré. Créeme, un día seré yo el que te robe el placer de llevarte a otro. Y tu rabia será mi triunfo.

Sección: Mi Diario Aquí se habla de: Eladia Parra Elvar, familia, muerte

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¿Por qué decidí estudiar Medicina?

Lo cierto es que es un deseo que atesoro desde que era niño. Tan niño que ni siquiera lo recuerdo con claridad. Tal vez tenga algo de «culpa» mi tía Fátima, que me regaló el hospital de Famobil (Playmobil en otros países). O quizás me influyera mi primer médico (entonces se llamaban «médicos de cabecera»), don Ricardo, que me inculcó el amor por la Medicina a base de humor y cariño.

«Sólo el médico y el dramaturgo gozan del raro privilegio de cobrar las desazones que nos dan».
Santiago Ramón y Cajal

Así pues, sin don Santiago lo dice, tiene que ser cierto. De dramaturgo ya ejercí, ¡atento mundo sanitario, que voy!

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