¿A quién no le ha ocurrido? Estás en la cama plácidamente y, de pronto, ¡zas!. Un latigazo de dolor te atenaza: te está dando un calambre en la pantorrilla.
¿Qué es un calambre?
El calambre es una contracción continua, involuntaria, dolorosa y localizada de un músculo o simplemente algunos haces musculares. En general, el calambre puede durar de minutos a unos pocos segundos y se da por causas idiopáticas (esta bonita palabra que podéis leer en diversa literatura científica significa «no se sabe la causa»). Se pueden dar en personas sanas o enfermas. La palpación del área muscular del calambre presentará claramente un «nudo» muscular.
¿Qué tengo que hacer para tratarlo?
El tratamiento más sencillo (y efectivo) es estirar el músculo involucrado o, mucho mejor, que alguien te de un masaje profundo. Y sí, digo alguien porque si te lo das tú, obviamente en cuanto notes que el masaje duele, vas a parar. No estamos diseñados para infligirnos dolor voluntariamente. De hecho hace un par de meses, en una práctica de inmunología teníamos que pincharnos con una lanceta en un dedo para que saliese sangre y así aprender a conocer el grupo sanguíneo. Parece una estupidez pero… No es fácil hacerte daño a ti mismo. A excepción de en el amor. Ahí sí. Ahí el personal es capaz de hacerse daño sin mesura 🙂
Pues bien, en un arranque de cordura le pedí a un ayudante de la profesora que me pinchase él. Y lo hizo, vaya si lo hizo. Reconozco que tuve que resistirme el impulso de lanzarle un cañonazo directo a la cara y partírsela. ¡Pero en realidad me estaba haciendo un favor! Otros compañeros como Pol o Antonio decidieron hacerlo ellos mismos y… Hasta ocho pinchazos, con mareo incluido, y al final no consiguieron darse uno en condiciones.
Pero, ¿se pueden evitar?
Pues la base del problema radica en lo que he comentado hace un momentito: que no se sabe a ciencia cierta la razón. Hay algunas teorías científicas al respecto. La que tiene más posibilidades es la deshidratación y la pérdida consecuente de electrolitos como el potasio o el calcio. Siendo así, la prevención podría implicar un calentamiento correcto antes de la actividad física y una hidratación adecuada. O tomar algún alimento con una buena cantidad de potasio como el plátano.
Potasio. ¿Por qué?
Esto lo hemos aprendido en fisiología. El potasio se encuentra en el interior de nuestras células. Su nivel, respecto al del sodio que está fuera, debe estar en equilibrio. De hecho, la contracción muscular se produce cuando el sodio comienza a entrar en la célula y, para mantener el equilibrio, el potasio sale de la misma. Así, un nivel bajo de potasio inhibe la relajación muscular. En otras palabras, hace que los músculos se queden rígidos. En nuestro caso esta deficiencia de potasio provocará calambres musculares. Llegados al extremo, la deficiencia de potasio puede causar una enfermedad conocida como rabdomiolisis. Pero tampoco nos vamos a poner dramáticos, a ver si por un tirón vamos a pensar que tenemos rabdomiolisis.
Se recomienda el consumo de unos 4700 mg de potasio por día para mantener activa la función muscular (ojo, que el corazón también entra dentro de este asunto, aunque su musculatura no sea exactamente esquelética).
Potasio. ¿Dónde?
¿Hay que hincharse a plátanos entonces? ¡Tampoco es eso! A fin de cuentas un plátano solamente contiene alrededor de 400 miligramos, ¡no te vas a comer once plátanos al día! Lo cierto es que tienen mucha fama, pero no son los mayores proveedores de potasio. Eso sí, entran bien y requieren de poca preparación. Hay muchos alimentos que incluyen potasio como los kiwis (240 mg), o un zumo de naranja (235 mg), el chocolate, ¡síiiiii! ¡Nada menos que 800 mg de potasio por 100 gramos de chocolate!. El salmón, el atún, los pistachos, las castañas, las almendras, las avellanas, las nueces, el melón, la calabaza, la patata… En fin, que no es complicado encontrarlo.

Los calambres nocturnos.
¡Pobre Gemita! Más de una vez los ha sufrido en mitad de la noche. Son muy molestos, pero lo más importante que debes saber es que no es ninguna enfermedad ni signo de que te ocurra algo grave. Los calambres nocturnos se caracterizan por dolor intenso, período máximo de 10 minutos (pero qué diez minutitos, ¡Señor!), el calambre se produce en áreas localizadas como una pantorrilla o pie y con menor frecuencia en el muslo (cuádriceps y músculo isquiocrural), y el dolor suele persistir, moderadamente, después de la desaparición del calambre.
Algunas causas, además de la deshidratación que os he comentado, pueden ser actividades en las que la persona permanece en pie mucho tiempo o realiza un gran esfuerzo físico durante el día. Hay algunos factores que predisponen a su aparición como trastornos hormonales (la menstruación por ejemplo) y metabólicos. También ayuda a que nos den calambres el consumo constante de fármacos, como diuréticos, betabloqueantes y estatinas.
¿Pastillas para los calambres? La verdad es que no. El mejor tratamiento son los masajes profundos o los estiramientos. El tratamiento farmacológico actualmente no ha dado respuestas adecuadas.
Calambres musculares en mujeres embarazadas.
Los calambres musculares en mujeres durante el embarazo son muy comunes, aproximadamente el 50% de las mujeres los sufren; particularmente en los últimos 3 meses y durante la noche. La causa exacta de este trastorno no está completamente aclarada. Podría ser una alteración de la función neuromuscular, un aumento excesivo de peso, compresiones de nervios periféricos, un flujo sanguíneo insuficiente a los músculos y un aumento del trabajo de los músculos de las extremidades inferiores. Podría también estar relacionado con la necesidad de que el feto reciba minerales, en comparación con la necesidad muscular de las piernas de la madre. Pero tranquilas, contrariamente a lo que se dice, los calambres en el embarazo no están relacionados con problemas de crecimiento fetal.