Llevo unos días rotando por cirugía y ya me apasiona. El primer día que entré en un quirófano lo hice con una actitud verdaderamente reverencial. A fin de cuentas, muchos médicos dicen que, los único que cura en Medicina, es la cirugía. Bueno, ¡y los antibióticos!
¿Qué se hace antes de entrar?
Ponerte el famoso pijama verde, la mascarilla, el gorro y las calzas. Pertrechado con ese atuendo, te diriges al quirófano. Llegas y entras a la sala que está justo antes del quirófano propiamente dicho. Toca lavarse. Y no es un lavado cualquiera, no. Es un lavado a conciencia. Con una pequeña esponjita, desechable, te enjabonas hasta los codos, te limpias las uñas, las manos, dedo a dedo, vuelves a enjabonarte y vuelves a realizar todo el proceso. Vamos, que ahí no sobrevive virus alguno. ¿Tienes ya las manos estériles? NO. Las tienes limpias nada más. Te enjuagas y algo importante; JAMÁS DEBES SACUDIRTE. Ahora toca darte una sesión de hidro-alcohol y, ¡vamos a ello!

¿Y ahora?
Respiras profundamente. Con el codo, tocas el interruptor que abre las puertas metálicas y entras al quirófano con las manos en alto y por delante de ti. De ese modo, el agua que aún escurre, va hacia los codos y no hacia los dedos. Las siempre amables enfermeras te dan una toalla desechable para que te seques. Hace frío. Y así debe ser. Inmediatamente te ayudan a ponerte la bata y los guantes estériles. En mi caso, me han tenido que enseñar un par de veces porque si lo ves hacer es muy sencillo pero hacerlo tú…
A partir de ese momento, que ni se te ocurra tocar NADA con las manos. Y nada, es nada. ¿Te pica la nariz? Te rascas contra un compañero o contra la pared (lo he visto, lo juro). Igual actúas si te pica la cabeza. No quiero ni pensar en otras posibilidades…
Durante la intervención.
Si estás operando, pues eso, al lío. Si no, tus manos deben estar siempre sobre el paciente (sobre la sábana estéril de color verde que le cubre). De ese modo las tienes controladas y no acabas tocando algo que te las ensuciaría. O sea, los primeros días, tensión y estar pendiente de tus manos. ¡Vamos, que parece que las controlase otro!
¿Qué se siente?
Emoción, responsabilidad, respeto, admiración, compasión… Ver al paciente ahí, sobre la camilla, desnudo y desvalido, te causa una honda sensación. Esa persona yace con toda su fragilidad expuesta, con su fe depositada en ti, un desconocido. Dios sabe las horas que habrá pasado la noche anterior rezando o pensando en su vida, en sus amigos, en su familia. O todo al mismo tiempo.
Ahí está. Tumbado a la espera de que la médico anestesista le duerma con un certero toque de Midazolam y Propofol. Por cierto, el Propofol es un anestésico famoso por dos cosas: por su color blanco y porque es lo que mató a Michael Jackson. Es un fármaco extraordinario.

Durante la operación se acostumbra a poner algo de música en el quirófano. El ambiente es agradable, nada que ver con esas escenas de tensión y estrés que hemos visto en los cines. La profesionalidad está al máximo nivel. En España tenemos la sanidad que tenemos gracias a nuestros profesionales. Porque si fuera por dinero…
El sueldo medio de un médico en España ronda los 40.000 euros brutos al año. Algo más, como 45.000 si eres especialista. En otros sitios de Europa, como por ejemplo Países Bajos, un médico general cobra 117.000 euros al año y un especialista 253.000 euros. No, por dinero no es….
En el quirófano todo el mundo conoce a la perfección su cometido. El bisturí frío, o sea, el de toda la vida, se usa más bien poco: para la incisión inicial y poco más. En su lugar se usa un bisturí eléctrico que, al mismo tiempo que corta, va quemando y coagulando los posibles sangrados. Eso es otro asunto que me dejó perplejo: ¡los pacientes apenas sangran! He tenido yo sangrados más profusos por cortarme afeitándome que en algunas intervenciones a las que he tenido el placer de asistir.

Otro detalle: el bisturí eléctrico, al quemar, deja un olor en el aire que no olvidas jamás. No sabría describirlo. O mejor dicho. Prefiero no hacerlo.
Y al acabar…
Tras cerrar al paciente, es el turno, de nuevo, del médico anestesista. Ojo, que durante la intervención es él la persona encargada de controlar las constantes vitales del paciente. Al terminar, reanima al enfermo, le extuba y en pocos minutos éste descansa ya en la sala de reanimación o REA, como le llaman en los hospitales. Aún tendrán que pasar 2 o 3 horas hasta que sus familiares puedan verlo. Mientras las enfermeras ponen orden en el quirófano, preparando todo para la siguiente intervención. Las cirujanas van a dar noticias a los familiares.
La cara de ansiedad de las diversas familias es siempre la misma. Y eso, también me ha impresionado profundamente. Da igual la raza, posición social, nivel educativo: el miedo puede leerse en las pupilas de todas las madres, hijos, maridos y esposas por igual. Hasta que escuchan las palabras mágicas: todo ha salido bien. A partir de ese momento tengo la sensación de que apenas te escuchan ya…
Y tras las buenas nuevas, toca descansar. No mucho, pero al menos unos minutos para que la espalda y las piernas te aguanten otro par de horas en la siguiente intervención.

Entrar en un quirófano es algo que no olvidas jamás. Como os he dicho, el cúmulo de sensaciones se agolpan en tu pecho a una velocidad endiablada. Es muy emocionante. ¿Me gusta como especialidad? Lo cierto es que no me ha disgustado. Podría verme ahí sin problemas. Pero aún me queda mucho por experimentar. Mucho por aprender. Y mucho por disfrutar.