A pesar de que, desde el pasado martes en que se me comunicó la admisión en la Universidad Autónoma de Madrid, ya estaba más calmado, reconozco que, interiormente, seguía con una sensación parecida a los nervios. No muchos. Algo parecido a los de Robert Hays en Aterriza como puedas…

¡Yo quería entrar en la vieja Complutense!
Y…
¡¡¡Sí, voy a estudiar Medicina en la UCM!!!
Ciertamente el hecho de saber que aquí tenía más nota incluso que en la UAM, 8,380 para ser exactos, era una casi garantía de éxito pero, ¡nunca se sabe!
La web de la UCM, caída.
A las 8 de la mañana ya estaba conectado, sabía que no pero, ¡es inevitable probar! Pero no. De hecho, la maldita web se caía una y otra vez; imagino que somos miles los desgraciados conectados con la tensión arterial batiendo marcas. A las 8:59, la web seguía cayéndose. Y las 9:34 y… En fin, acabé llamando por teléfono y tras varias llamadas, no muchas, sorprendentemente, me dijeron que, ¡la web estaba caída…! 🙂 Algo así como lo que salía en los envoltorios de los chicles de los ochenta: siga buscando, hay miles de premios.
Tras un rato probando, y a punto de colapsar (como la web), a las 9:39 pude conectar y ahí estaba yo, DNI en ristre, a probar con ansia si mi nombre se encontraba entre los agraciados. ¡Y lo estoy!
Ha sido una de las sensaciones más bonitas de mi vida, os lo juro.
Nada más verlo, se me han pasado mil imágenes por la cabeza. Mi Gemita, mis padres, mi añorado tío Pepe; todos ellos personas a las que quiero y a las que, me consta, este pequeño hito hace muy felices.
No habría llegado aquí de no ser por su apoyo. También por mi firme decisión. Sin obviar, naturalmente, el esfuerzo de mis profesores de la CEPA Aluche y mi nuevo método de estudio: APRENDIENDO A APRENDER, que me ha llevado a lograr algo impensable solo unos meses atrás.
Poniendo proa a la UCM
Años atrás esto era un sueño. Casi una fantasía. Recuerdo mirar de soslayo a las viejas escaleras de la facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid con una mezcla entre pena y rabia. Mi COU no fue demasiado brillante y aquello derrumbó mis anhelos. Luego llegó la informática, el cine y una vida azarosa de la que no me reprocho demasiadas cosas. Pero un día, algo cambió.
Un momento divertido ha sido rememorar la miserable conversación con el director de la Academia Bravosol el pasado mes de Septiembre. Esa conversación en la que el tipo se reía en mi cara dando por imposible lo que, hoy, justo ahora, es ya una realidad.
¿Y el cine?
El cine siempre estará conmigo. No en vano, y a la espera de que mi gran proyecto acabe de tomar forma, he continuado escribiendo. Hace poco, una interesante conversación con el Capi, el grandísimo Miguel Angel Arenas, descubridor de mitos como Los Pecos, Mecano o Alejandro Sanz, me abrió nuevos horizontes. O por mejor decir; recondujo mi mirada en otras direcciones.
Sí, mi cine continuará. De un modo u otro uno nace cineasta y cineasta muere. Eso sí, la Medicina es mi horizonte y mi ilusión; tal vez mi gran película. Pero el cine, mi cine, seguirá conmigo; me transcenderá.
Siguientes pasos
Pues por lo pronto matricularme, celebrarlo con la gente a la que amo y preparar una fiesta que darán mis padres en Agosto para mi familia y amigos. Ayer hice la lista de invitados y a pesar de alguna baja inesperada que me ha decepcionado, estoy feliz de poder reunir a tanta gente que, me consta, me quiere de verdad.
Por supuesto seguiré echando un vistazo a las materias que se imparten en primero, acabaré de escribir mi libro APRENDIENDO A APRENDER y continuaré modificando el guión de una nueva comedia. Además tengo que invitar a comer al director de la CEPA Aluche y amigo, profesor Chema Encinas, que ya vaticinó esto allá por el mes de enero… ¡Meses antes siquiera de examinarme!
Oh, sí, va a ser un verano interesante. Y el otoño… El otoño va a ser mi entrada a un nuevo universo.
Gracias, Señor, por permitirme vivir esta experiencia; gracias a todos por estar aquí.